SUMARIO
“tuve una profunda sensación de alivio pues cuando este completamente inmune podré volver a recibir la visita de mis queridos hijos”
CD. VICTORIA, TAMAULIPAS.- El canto de los pájaros apenas empezaba a alegrar la mañana y doña Esperanza ya había preparado su lonche con una botella de agua incluida, mas un banquito de plástico que recién había adquirido en una supertienda y una colorida sombrilla …todo el ‘equipo’ necesario para asistir a la jornada de vacunación anti Covid-19.
Ese caluroso día estaba marcado en el calendario de aplicación de primera dosis y en el mismo panfleto se hallaba la lista de requisitos que le serían solicitados en el punto de vacunación: el CBTis 15 de la siempre calurosa y reverberante ciudad mas dulce del planeta: El Mante, Tamaulipas.
Desde un año atrás y siguiendo las precisas medidas sanitarias, Doña Esperancita y su esposo Don Pablo, se habían aislado del mundo para evitar contagiarse del mortal virus, pues ambos, de 67 y 69 años eran la exacta definición de ‘población de riesgo’ a causa de sus padecimientos de diabetes e hipertensión.
El longevo matrimonio tuvo que renunciar a la visitas de sus hijos, quienes viven en otras ciudades lejanas, para eliminar así cualquier posibilidad de contagio (el mas cercano de sus vástagos vive en Ciudad Victoria y con todo el dolor de su alma debió mantener esa distancia por el bien de sus viejitos).
Sin embargo el tiempo pasó y la pandemia se volvió no solo tema de conversación a todas horas, sino una amenaza continua para la pareja de ancianos.
Muchos de sus conocidos, parientes y vecinos sucumbieron al covid-19 en cuestión de meses. El miedo era su pan de todos los días.
El desarrollo de una vacuna fue tomando forma y un dia se anunció que en México ya se instrumentaba un esquema de inmunización que iniciaría con el personal de salud e inmediatamente después, los adultos mayores.
Doña Esperanza y don Pablo se registraron el en portal de la secretaría de salud y obtuvieron su folio para ser llamados posteriormente a ser vacunados. Y el día llegó.
La señora tomo un ‘carrito’ de ruta que la llevó casi directamente al oriente de la ciudad, donde se encuentra ese centro de bachillerato, que es sede de la jornada de vacunación.
La doñita se topó con decenas de conocidos, ‘la muchachada’ le llama ella, y ahí empezó su travesía que habría de durar un buen lapso del día.
Alrededor de las aceras del plantel ya había casi cuatrocientas personas formadas, algunas de pie, otras (previsoras) con una silla y otras de plano sentadas en el cordón de la banqueta.
Continuamente un médico se paseaba por toda la larga fila para monitorear a los viejecitos y asegurarse de que se hallaban bien y que aquellos que fueran hipertensos se hubieran tomado su medicamento a tiempo para no sentirse mal de salud al hacer fila. Si alguno había olvidado hacerlo, le indicaban regresar a casa para hacerlo, y les aseguraban que al volver su lugar sería respetado.
También se hicieron presentes los denominados ‘servidores de la nación’ para explicar a cada uno de los ancianos el procedimiento para revisar los requisitos y en caso de que les faltara alguno o una copia fotostática, fueran a obtenerla. Ademas les explicaban cual era la vacuna que iban a administrarles: la de fabricación china, Sinovac y sus posibles efectos posteriores (todos leves) que podrían llegar a experimentar: dolor, cansancio, fiebre, mareos, nauseas etc…
Después de tres horas y media de hacer fila, Doña Esperancita llegó a la puerta del CBTis y le fueron solicitados sus documentos. Acto seguido la condujeron a un mesabanco bajo la techumbre del enorme patio principal del plantel, donde minutos mas tarde pasarían a aplicarle la primera dosis de la vacuna y entregándoles un papelito con los detalles de su administración, asi como las fechas posibles de la segunda dosis (de 28 a 35 dias después).
Ella como todos los demás, tuvo que permanecer en el lugar media hora mas para asistir alguna posible reacción a la vacuna. Afortunadamente no hubo nadie que necesitara atención por ello.
Doña Esperancita cuenta al Caminante que al salir del puesto de vacunación “tuve una profunda sensación de alivio pues cuando este completamente inmune podré volver a recibir la visita de mis queridos hijos”. Dios quiera que eso pronto suceda. Demasiada pata de perro por esta semana.
POR:JORGE ZAMORA
EXPRESO