MÉXICO.- Todo. La casa de junto, la vecina, la araña en la esquina, el patio ajeno, la piedra en la calle, el rostro de María, la mujer de Juan, la mirada de José. Todo es república.
El carro, la escalera de caracol, la fl or, espiral de tierra, el remolino de la emoción. La calle profunda y vieja, la razón extraviada, la hoguera del viejo, la bicicleta oxidada, el silencio en la esquina doblada, el encuentro de cuates, la fe de la montaña, la curiosidad del gato.
El tejado en cruz, la casa a dos aguas, el escurrimiento de sueños. El camino aquel, el reto, el retiro, la insuperable lucha a muerte, la sana distancia, el cubrebocas, la loca carrera, la soleada mañana, mujeres en parto, solares baldíos, la ciudad de Dios, los lentes en el escritorio, el buró, el celular anacrónico, el espejo iluso, la luz de afuera, el vendedor de macetas, la escuela primaria, el piso de tierra, roca en el llano, polvo inquebrantable, el rosario de la tía, el armario barroco, el almanaque lapidario.
El callo de hacha. La foto vintage. Las luces de neón, el estanque del parque, el florero grande, la fl or de loto, la inmaculada sábana, ropa tendida, el garabato del baño, el viento en contra, la taza del baño. La cerca de alambre de púas, de hechos, de sueños.
Todo. La madre de los hijos, la niña de los ojos, los entenados, mi amigo Teodoro, el viejo velador, la tranca en la puerta, la paz interior, la queja en el cuarto, el peso de fulana, el origen del hombre. La vez que se fueron y cuando llegaron. Las soledades y los fáciles desencuentros. La república es también la silla ocupada, el gobierno.
Los desfi les, el miedo, la evidencia, los indigentes, las fuerzas federales, las calles revueltas y toscas, la lucha armada hasta los dientes, el presupuesto, la locura, el sueño, el bigote extraño, el pelo en la cara, los falsos espejos, los esclavos, los seres cotidianos.
El agua, la música de banda, el viento que pasa, el puente, el arroyo de piedras, los loqueros, sepultureros, la risa solita, la punta de la lengua. La ley, el desorden, caos en los dedos de humus, de aceite quemado. La montaña de nuevo en la ventana, puerta del cielo, silencio de muro, la raya pintada en el pelo. La mujer y el hombre.
El rayón de camioneta, las falsas costumbres, el canto en el baño, la bonita saliendo, la eternidad, la escalera mohosa, el hospital, la ignominia, los pobres, la biblia de cuero, la sartén sin mango, la mujer solidaria, las bermudas, las patas de gallo, los oscuros rincones, el tendedero en el techo, el perro ladrando.
Todo eso. La pulsera café, las gafas, los lentes de miope, retazos de tela, la abuela, los enterados y quienes no saben, los bailes, la boda de la prima, los chiquillos chiflados, los tercos incluso. La isla, el cuerpo de arena, el sol prepotente, el puerto, las luces de neón, el silencio neutro, la tregua, la calma chicha, el motín, los sorchos, los gendarmes, el crimen, la covid, las ausencias, los recuerdos en el bar, el quebranto en el cuerpo, el sueño relegado, el tema extraviado y un tiempo buscado, un niño llorando en algún lugar adentro.
En el alma. La república, la plaza, el libro perpetuo, un verso, un texto, una memoria lacrada, la decepción, los labios. La sonrisa cerca y esquiva, la hora de todos, la nuestra, la ingrata vivencia, la anécdota, el karma por si falta.
La república es el coco, los cachivaches, la casa de paja, la gotera exacta. La cerca de palos, la deuda hasta el cuello, el café de hoya, los brazos cruzados, la mujer lavando ropa de otros. La república alternativa de todos nosotros.
HASTA PRONTO.
CRÓNICAS DE LA CALLE / RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA
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— Expreso (@ExpresoPress) January 5, 2021