ESTADOS UNIDOS.- Una revolución silenciosa ha invadido los círculos de salud mundial. Las autoridades han llegado a aceptar lo que muchos investigadores han argumentado durante más de un año: el coronavirus puede propagarse por el aire.
Esa nueva aceptación, por parte de la Organización Mundial de la Salud y los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos tiene implicaciones concretas: los científicos están pidiendo que se revisen los sistemas de ventilación como se hicieron los suministros públicos de agua en el siglo XIX después de que se descubriera que las tuberías fétidas albergaban cólera .
Un aire interior más limpio no solo combatirá la pandemia, sino que minimizará el riesgo de contraer gripe y otras infecciones respiratorias que cuestan a Estados Unidos más de 50 mil millones de dólares al año, dijeron investigadores en un estudio publicado en la revista ‘Science’, el viernes.
Por lo tanto, evitar estos gérmenes y sus enfermedades asociadas y aumentar la productividad en las oficinas, las empresas deben invertir en mejorar la ventilación y la filtración de aire en los edificios.
“Estamos acostumbrados al hecho de que tenemos agua limpia proveniente de nuestros grifos, pero no siempre sucede así; y mucho menos con el aire.”, señaló Lidia Morawska, profesora distinguida de la escuela de ciencias de la tierra y la atmósfera de la Universidad Tecnológica de Queensland en Brisbane, Australia, quien dirigió el estudio.
Morawska y su equipo de trabajo, que incluye a 39 científicos de 14 países, exigieron el reconocimiento universal de que las infecciones se pueden prevenir mejorando los sistemas de ventilación interior.
Los realizadores del estudio pidieron a la OMS que amplíe sus pautas de calidad del aire interior para cubrir los patógenos transmitidos por el aire y que los estándares de ventilación de construcción incluyan un flujo de aire más alto, tasas de filtración y desinfección, y monitores que permitan al público medir la calidad del aire que están respirando.
Se necesita un “cambio de paradigma en la escala que ocurrió cuando el Informe Sanitario de Chadwick en 1842 llevó al gobierno británico a alentar a las ciudades a organizar suministros de agua potable y sistemas de alcantarillado centralizados”, indicaron en su estudio.
“Nadie se hace responsable del aire, pero este mismo aire puede ser de cualquier calidad y contener gran cantidad de virus y patógenos”.
CON INFORMACIÓN DE EL FINANCIERO