Silvia Pinal es el nombre con el que se conoce a una de las más grandes estrellas de la época dorada del cine mexicano; sin embargo, su nombre debería ser muy similar al de una de sus hijas, ya que si su padre no la hubiera rechazado, se llamaría Silvia Pasquel.
El hombre que dio la mitad de sus genes para dar pie a su nacimiento fue Moisés Pasquel, quien sostuvo una relación fuera del matrimonio con la señora María Luisa Hidalgo Aguilar. Él era un director de orquesta y trabajaba para la cadena radiofónica XEW, mientras que su madre era una jovencita de 15 años de edad.
El temor a ser parte de un escándalo fue el mayor motivo por el cual Moisés le dio la espalda. Silvia tuvo tres medios hermanos por parte de su padre: Eugenio, Moisés y Virginia, a quienes nunca conoció.
Su madre siguió trabajando en una marisquería muy cerca de la estación para poder ocuparse de la pequeña. Tras unos cinco años de solamente dedicarse a su pequeña, conoció a Luis G. Pinal, un periodista y político que le llevaba dos décadas de edad, pero que se enamoró de ella.
Para demostrarle su amor a María Luisa, no solamente se hizo cargo de ella y de Silvia, sino que además le dio su apellido a la que sería en el futuro una de las mayores divas del cine mexicano.
La soltura económica de la familia permitió que Silvia Pinal pudiera estudiar. Amaba escribir, recitar poemas y escuchar música. Al final decidió estudiar mecanografía para hacerlo su oficio.
Sin embargo, la vena artística le salió de nueva cuenta y comenzó a estudiar ópera. Durante este tiempo fue invitada a participar en el concurso de belleza Princesa Estudiantil de México. Tras seguir trabajando unos años, acudió a la audición en la obra musical “La Traviata”, pero no tenía la calidad para esto.
Le recomendaron estudiar actuación en la escuela de Bellas Artes, donde pudo actuar en su primera obra: “Sueño de una noche de Verano”.
¿Cómo se vengó de su padre?
A su padre lo conoció a los 11 años de edad; sin embargo, desde que era pequeña le advirtió que no lo llamara papá delante de nadie, debido a que esto podría ocasionarle una vergüenza enorme.
La joven jamás perdonó este acto, pero no pudo hacer más para demostrarle a Moisés Pasquel lo que significaba para ella, ni lo que le había hecho sentir.
Uno de los últimos trabajos convencionales de Silvia fue en el departamento de publicidad de una empresa de farmacéuticos. Al saber que estudiaba actuación, su jefe le permitió grabar algunas de las cápsulas que emitían en la radio para la XEQ.
En la estación conoció a Rafael Banquells, un director que la incluyó dentro de la obra “Los caprichos de Goya”. Tras esto, ambos iniciaron una relación romántica y laboral que la hizo llegar a varias obras de teatro, hasta que en 1949 le dieron un pequeño personaje para la película “Bamba”.
La fama de Silvia fue creciendo poco a poco al punto de que ya era reconocida inclusive por los directivos, entre ellos su padre, quien un día se la encontró en el pasillo.
Al momento de acercarse a ella y decirle hija, la estrella pudo tener su revancha y dijo una frase similar a la que le había dicho su progenitor con años de anterioridad.
“No me digas hija”, fue la oración con la que la diva del cine de oro lapidó la relación que no pudo haber tenido con su padre y además dejó en claro que no quería saber nada de él. La relación entre ellos solamente fue profesional entre ambos e inclusive, la artista no suele hablar de él.