Mientras en Europa aplazan sus festividades navideñas por Ómicron, aquí la tradición retoma aire y aunque se han confirmado contagios de la nueva variante del Covid19, aquí la navidad va y muchos intentarán hacerla como la conocemos, obedeciendo la costumbre religiosa, en una nueva normalidad pandémica, mientras
la sombra del otro virus, el machismo, nos acecha.
Pero, no todas celebramos igual, porque una vez que entiendes el movimiento feminista que lucha por los derechos de las mujeres, ya nada lo vuelves a ver igual.
Algunas le llaman visión con lentes violeta, esto es para filtrar lo que nuestros ojos ven y detectar lo mucho que anda mal en las relaciones sociales, para proponer el cambio.
Esta navidad puede ser diferente, si desde el interior del propio núcleo familiar comenzamos a meter la semillita que incomoda al patriarcado, la de una celebración feminista.
Seamos esa tía, hija, hermana, sobrina, madre o abuela que cambie las reglas, que incite al cuestionamiento de las conductas machistas, las que regañen al padre que regala muñecas a la hija y carritos al hijo y que le explique a la madre, que fija en la mente la niña el modelo a seguir de una “Barbie” o que le dice al hijo que no lloré que eso es cosa de niñas, que esos patrones son obsoletos y nos han dañado a todas, hasta a ella y aun no lo saben.
Aprovechemos las reuniones familiares para poner los puntos sobre las “ies” y no levantarnos de la mesa a lavar los platos que otros ensucian, pongámonos un freno para resistir la tentación de seguir los hábitos domésticos de las antecesoras, las que confundían el amor con la atención desmedida, las que no se permitían un descanso para ellas, por ellos, los que se quedaban sentados en la sobremesa.
La noche de paz y de amor es el momento perfecto para la reflexión, en familia, en comunidad, es el tiempo de hacer en casa,
lo que muchas hacemos en las calles y en el espacio público, y no se trata, ahorita, de rayar más paredes con las consignas contra la violencia feminicida, pero sí de derrumbar los muros de las mentes cerradas que se resisten a ver la emergencia que nos obliga a defendernos, porque la buena jueza por su casa empieza.
Quizás muchos micro y macro machismos se han sostenido por años sobre nuestras propias manos, y no queremos soltarlos, pero es necesario dejarlos ir para cerrar esos ciclos que luego suben de nivel y se vuelven más violentos, de por sí las agresiones sutiles siguen metidas como la humedad en la casa, sí no somos capaces de reconocerlas se hace más difícil desterrarlas.
Para esta temporada, colectivas feministas han emprendido campañas de divulgación social con el afán de aportar al cambio que mejore el entorno de muchas mujeres que sufren maltrato y desdén en casa, buscan sensibilizar a los hombres para que contribuyan a la paz en familia. Ya es tiempo de que ellas se quiten el mandil que la oprime y la venda de los ojos, que les impide ver que sí una lucha, es por todas.
Porque la violencia feminicida no da tregua y el machismo no tiene vacaciones, la lucha sigue, en público y en privado.
POR GUADALUPE ESCOBEDO CONDE