TAMAULIPAS.- Todos lo sabemos, los productos “milagro” no existen. De igual manera, esa certeza surge también en la política y en la administración pública: No existen los “presidentes milagro” ni tampoco los “gobernadores milagro”. Son mujeres y hombres como usted y yo, de carne y hueso, con debilidades y fortalezas, con virtudes y defectos, con familiares incómodos, sobresalientes en algo e ineptos en otra cosa, ineficientes o aptos como autoridad.
Hay de todo en esta selva. Pongo sobre la mesa lo anterior, porque desde hoy leo, escucho y observo textos, voces e imágenes, que antes de que alguno de los candidatos a gobernador en Tamaulipas sea el elegido por el voto popular, ya los cuestionan sobre si podrá o no con el mando estatal, si será capaz de enfrentar a la delincuencia, si será honesto, si será valiente o medroso y una serie de especulaciones sin ton ni son que no resisten un análisis por la sencilla razón de que a una autoridad sólo se le conoce realmente hasta que ejerce el poder.
Los tamaulipecos como todos los mexicanos, nos hemos llevado una terrible decepción en ocasiones de quien esperábamos maravillas y en otras una grata experiencia de quien parecía un caso perdido antes de empezar. No, señoras y señores. Históricamente, una elección es una moneda al aire. Para valorar a alguien tienen que existir resultados de sus acciones y decisiones. Bordar en el vacío sobre lo que pueden o podrán hacer es una manera más de perder el tiempo.
Oigo, por citar los casos de los dos punteros en tendencia de voto, voces que en una risible precocidad exigen al precandidato de MORENA Américo Villarreal que limpie al Estado de corrupción; mientras al posible abanderado del PAN, César Verástegui. le demandan que no permita que se convierta a Tamaulipas en un satélite federal. Por el amor de Dios, un poco más de madurez en esas expresiones.
Al margen de que ni siquiera son aún candidatos –en Acción Nacional todavía no hay oficial– en ambos casos esas exigencias son lo peor que se le puede pedir a quien puede ser el próximo gobernador del Estado, cuando la Entidad está urgida de una reconciliación hacia adentro y hacia afuera. ¿Qué les están pidiendo en realidad a quien, uno y otro, será el nuevo sol sexenal de Tamaulipas?
Lo que demandan a Américo o a quien resulte el representante panista, es que desde ya hagan de sus posibles mandatos otra edición de la confrontación como eje de su administración, una política que a estas alturas ya ha causado demasiado daño tanto al país como a la Entidad. Como nunca, los mexicanos nos sentimos más desunidos y los tamaulipecos más afectados.
En lenguaje más claro, en el caso de Américo, lo que le piden los extremistas es que de llegar a ser gobernador convierta a su gestión en un ente persecutor que la mayoría de las veces se olvida de la justicia y cae en las garras del revanchismo, hasta hacer del gobernante un alguacil y no el estadista que tanto se requiere en momentos de crisis.
En el caso de Verástegui –si es él el candidato– lo que en el fondo le exigen de resultar triunfador es que prosiga un juego de vencidas con el poder federal en el que aun cuando se obtengan victorias, éstas tienen sabor a derrotas porque de todas maneras quedan heridas profundas. Encontrar coincidencias en las divergencias es el mayor tesoro de un político y en este caso en especial, de la siguiente administración estatal.
Ojalá que ambos, Américo y quien resulte el aspirante panista, atiendan el llamado de la razón y no de la pasión. Que atiendan al sentido común y no a desahogos grupales que persiguen intereses facciosos, no comunitarios Y que recuerden un viejo y sabio refrán: A palabras necias, oídos de cantinero…
LA FRASE DEL DÍA
El elector goza del sagrado privilegio de votar por un candidato que eligieron otros. Ambroce Bierce
LABERINTOS DEL PODER / JOSÉ AZPEITIA