TAMAULIPAS.- Erase una vez cierta pared ; y sucedió que alguien quiso derribarla, pero siempre hubo un argumento que lo impedía, no sé sí existió la voluntad en estos casos o la fe divina para que eso no sucediera.
Humedecida, la pared- como se le ve con algo de moho en algunas partes corrugadas ve pasar a los vendedores de periódicos, a los vendedores ambulantes de dulces y aguas frescas, a los miles de automóviles que pasan a diario y a las personas que van al centro de la ciudad, uno podría preguntarle, pero no sé si sea muy crítico pretender que sea verdad el dicho de que las paredes oyen, y que entonces tampoco sea irresponsable creer que las paredes oyen.
De una sola tarde los niños han rebotado balones, brincando la cerca por donde el sol sale y atrás de unas macetas han dejado la huella imborrable de su existencia. Los pintores del barrio han dejado aquí el mensaje de su impostergable levedad en un graffiti, en dos en tres lineas que se han empalmado entre bombas, letras indescifrables, claves fechas de nacimiento, de muerte, de haber pasado por ahí por este lado de la barda.
Algunas parejas recargaron ahí su llanto, las risas nerviosas de su amor desesperado y que la pared guardó para siempre em su biografía, en el recuerdo de alguna fotografía que ya no existe, en alguna “selfie” que no se subió por cierto hasta que llegó la noche y lo encubrio todo.
Hubo una casa antes que está y hubo otra ciudad, hubo otros perros qué le ladraron a la luna, hubo otros ruidos, otros silencios, el misterio entre lo que pasó y lo que debió de haber sucedido. Si las paredes hablaran no hablaran y tal vez hablan y no lo hacen por vergüenza.
No hablan por pudor, no hablan porque hablan, no hablan, nos dejan que hablemos, nos dejan que digamos mentiras, que pasemos a repetir con nuestros nombres falsos la historia de todos los días, que rayemos de lado a lado con una Crayola la pintura, el nácar, la historia, el verso, el corazón atravesado por una flecha. Si las paredes hablaran tal vez se hubieran negado a ser paredes, hubieran querido ser casas, construcciones más modernas.
O tal vez un vecindario de los de antes, edificio departamental, casa de interés social. Pero una barda asume sus consecuencias. Construida de ladrillo y block, aunque pudiera ser de adobe o de piedra -como algunas casas de Victoria con albañiles de San Carlos- o pudiera ser también mucho más compleja, más exótica, con equipo especial contra robos.
Hay quienes ya tienen cercado eléctrico o le han encajado vidrios para que nadie se suba. La pared impide que alguien vea para adentro, pero también impide que el que esté adentro vea hacia afuera, de esta suerte la pared es justamente la mitad entre uno y otro, entre una ciudad y otra, entre la ciudad de adentro, que es muy distinta la ciudad que ocurre afuera.
Entonces la pared, que está entre el adentro y el afuera de la ciudad ve que se estaciona un coche en la orilla de su banqueta y bajan dos sujetos y arman un pleito y en la misma banqueta más de rato llega una pareja y se dan en ese mismo sitio un beso. Y el mundo sigue dando vueltas. Hay paredes invisibles que nos impiden saber si estamos adentro o estamos afuera. Las paredes y bardas también son pruebas insuperables, rayas, zonas limítrofes, zonas de guerra, acuerdos y desacuerdos, problemas vecinales, conflictos, pequeñas murallas chinas. Una barda es también un camión estacionado o si lo prefiere un tren en la vieja estación de la casa.
Es en esta barda o pared donde está la historia de la ciudad, aquí en estos huecos, se configuran su edad y también el eco. Y el eco es un algo que viaja como aroma que se contagia y tiene que ver con el paisaje urbano y tiene que ver con las palomas, con el aire que se respira, con la montaña y con el sitio en el horizonte donde el sol sale en ciudad Victoria.
En esta barda se escriben después del hueco de un orificio, de una filtración de agua, después de una tormenta. Es una larga historia y a veces la pequeña historia una hormiga y encima un pequeño pájaro. HASTA PRONTO.
CRÓNICAS DE LA CALLE / RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA