TAMAULIPAS.- La sucesión presidencial cada sexenio escribe sus propias reglas, pero no deja de tener referentes con algunas anteriores. De modo natural, las candidaturas van prefigurando solo dos posibilidades: la de continuidad y la de renovación. La nominación del candidato presidencial de morena para el 2024 no será la excepción.
Este viernes habrá una ruptura inevitable en la coalición dominante morenista por el golpe que preparan contra el líder senatorial Ricardo Monreal Avila, con el pretexto de la comisión pluripartidista para investigar el arresto de José Manuel del Río Virgen, secretario técnico y operador de Monreal. De un lado estarán los veintinueve senadores lopezobradoristas y de otro se preparan treinta y dos legisladores monrealistas.
El problema político es más complejo: las reformas constitucionales del presidente López Obrador –eléctrica, político-electoral y el paso de la Guardia Nacional a la Sedena– requieren de mayoría calificada de dos terceras partes de los senadores –el 67%– y la bancada actual de Morena apenas alcanza el 47.6% del total, menos del 50%.
El trasfondo de la crisis en la coalición dominante de Morena se localiza en el proceso actual de designación del candidato presidencial del partido en el poder, hasta ahora operado de manera pública por el presidente de la república.
La designación del candidato será a través de encuestas privadas. La crisis en la sucesión reproduce de manera muy puntual lo ocurrido en 1987 en el PRI: el exgobernador michoacano Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano le pidió al presidente de la Madrid que se abriera la nominación del candidato a la votación de la base militante, justo en la coyuntura de una disputa de continuidad entre el priismo histórico del nacionalismo revolucionario y el priísmo neoliberal del Tratado de Comercio Libre.
Ante la negativa de De la Madrid, Cárdenas optó por aceptar la candidatura presidencial del Partido Auténtico de la Revolución Mexicana y compitió como candidato independiente de una coalición denominada Frente Democrático Nacional, con tres formaciones claves: el Partido Comunista mexicano, el Partido Mexicano de los Trabajadores de Heberto Castillo y la corriente democrática del PRI.
Solo a través de un fraude electoral pudo el candidato oficial Salinas de Gortari conseguir apenas el 50% de los votos. Como en política no hay caprichos ni locuras sino movimientos estratégicos, el presidente López Obrador anunció la redacción de un testamento político para evitar la ingobernabilidad. El contexto nacional del testamento no es otro que la sucesión presidencial y los precandidatos tendrán que ajustarse a esas condiciones.
En el fondo, Monreal no es antilopezobradorista ni anti 4ª-T, sino que sus quejas buscan una competencia más abierta con los tres precandidatos oficiales: la regenta Claudia Sheinbaum, el canciller Marcelo Ebrard y el albacea Adán Augusto López Hernández.
Pero la tradición de la sucesión presidencial tiene sus mecanismos estrictos. En 1981, en plena sucesión, la revista Proceso publicó un documento que enfrentaba al secretario de Programación y Presupuesto, De la Madrid, con el director de Pemex, Jorge Díaz Serrano, dos precandidatos.
La respuesta de López Portillo fue quitarle la publicidad a la revista con el siguiente argumento, contado por el propio director de la publicación: “Julio, te metiste en un asunto y que es de manejo exclusivo del presidente de la república”. De la Madrid abanicó a Cárdenas porque el presidente no podía atender sugerencias para un asunto de estricto manejo presidencial.
El problema de la crisis en el Senado por la comisión para indagar abusos de poder en Veracruz es mucho mayor, porque no se trató solo de un grupo de monrealistas, sino que está formada por todas las fracciones partidistas en el Senado y está presidida por Movimiento Ciudadano.
Por tanto, bloquear o reventar la comisión generaría un conflicto político mayor, justo cuando las reformas constitucionales urgentes necesitan también del voto de la oposición. Y hay otro escenario de la crisis: en tres años de florero de la ministra Sánchez Cordero en Gobernación, todos las negociaciones políticas pasaron por el Senado de Monreal y el albacea López Hernández está tratando de regresarlas al área del Ejecutivo federal.
INDICADOR POLÍTICO / CARLOS RAMÍREZ