TAMAULIPAS.- El trazo de la calle corta de tajo una nube de violetas y azules. El aire se pasea sin rumbo de una puerta a otra de las casas que asoman sus cornisas. Aún no amanece y comienza a escurrir el tiempo que va hacia la tarde.
Alguien canta y no encuentro el sitio desde donde lo hace. Imagino la voz que se expande hasta extinguirse en el silencio de la geografía y el instante. Es naturaleza viva. Por los espacios más inhóspitos hay vida, hay un sitio esperando una visita, un rincón para la fotografía única.
Desde el día acontesemos nosotros los simples mortales. Comparecemos bajo el artículo 20, leemos los anuncios muchas veces leídos. Abajo, la tierra es una enorme piedra.
A esta hora somos pocos pero pronto seremos muchos en los mercados, saludando, viendo de reojo, escuchando el ruido de los carros, los gritos oferentes, los zapatos que pisan con crueldad las banquetas.
Al paso nadie nos tomaría desprevenidos para pedir un autógrafo. Entre los aplausos y vivas que nos damos, llevamos la fama sin fortuna, el libro interminable, la vida que es mucha.
Los cinco sentidos buscan su sitio, su lumpen, su espacio donde sentir la existencia. La respiración se agita ante una sorpresa. La piel es la casa del clima y de los escalofríos. Entonces los mortales entendemos que no podemos dejar de ser, así como de sonreír aunque se trate de llorar.
En la caparazón de las palabras la mirada lee la parte luminosa de las personas. En donde sea se dan las conversaciones, las palabras- antes de que termine la fiesta- hacen el amor a plena luz del dia.
Esta ciudad es Luxemburgo pero suele ser Victoria, las propinas son altas en los restaurantes y los ciudadanos conducen, andan a pata, piden un DiDi en los confines de un mundo extraño en la barra de un bar.
Ha pasado una media hora y nos acoplamos al resto de los minutos. En una banca de aluminio se paga el gasto del cuerpo de la memoria. En todas partes dejamos lo que fuimos. La escuela sigue ahí con nuestro vacío.
Es verdad que alguien nos persigue. Siempre hay uno o una que nos mira. Es un intercambio atroz entre uno que mira y otro que hace que no mira. Perseguido y perseguidor, extenuados y aburridos intercambian su puesto. Son las confusiones las que nos juntan, son también las preguntas.
Preguntas cosas que ya sabes, descubres el agua hervida y te conviertes en la neta del planeta. Nadie te escucha ¿Podrías repetir la pregunta?
Y todos recuerdan la última vez y la primera, pero nadie es la parte de la historia oculta, nadie pronunció aquella palabra no dicha, ni la fecha existe en donde todo fue cierto.
Todavía sale humo de algunas casas. El monte se extiende ya crecido entre una colonia a otra. Un perro es el próximo prójimo que se aproxima haciendo el desentendido, ya ve usted como es un perro. La calle se enturbia a mediodía sobre los mismos techos que ya dije y en otros.
Abrimos bien los ojos y ahí está lo presentido en su miligramos prodigioso de tiempo, a plena luz del día esperándonos. Yo nací aqui en Luxemburgo, no se ustedes. Pero recuerdo otras ciudades cuando estoy esperando el transporte urbano.
Viene el viento y se va. Por las tardes regresa del sur luego de una pequeña montaña. A veces el viento pernocta en las calles. La gente puede verlo sin camisa desde una ventana de madera. El viento se siente empujando la espalda, levanta el polvo de la nada y lo hace nube, remolino, mugre en las uñas.
Seguimos hablando el mismo idioma por las calles, con cierto cuidado, vemos a los ojos y exploramos. A la calle hemos salido para anunciar nuestro producto del esfuerzo. Todo lo que tenemos es esta forma de mirarnos a los ojos para explicar la imagen caótica e Inexplicable de nosotros los simples mortales.
HASTA PRONTO.