VICTORIA.- El Caminante enfiló hacia el centro de la ciudad a bordo de su viejo Nissan Sentra.
Todo parecía ser un día normal, hasta que bajó por el ‘Ocho’ y al llegar al ‘bule’ una larga fila de autos detuvo su recorrido.
Esto suelen ser muy común al ingresar a la zona centro, pero en esta ocasión el tráfico se movía demasiado lento.
Hubo quiénes se ‘volaron’ el alto y cruzaron el entronque de los bulevares López Portillo y Luis Echeverría, pero lo único que lograron fue hacer más complicado el » nudo» qué se formaba en esa intersección.
El ruido de los claxons sonando llenaba el ambiente de la mañana.
Poco a poco fue avanzando sobre el puente mientras veía como los coches se le metían uno a otro peligrosamente.
Al llegar al semáforo del bulevar Praxedis Balboa la situación se puso más intensa.
Una camioneta de caja se encontraba estacionada a las afueras de un negocio de la mera esquina y justo enfrente de ella otra más descargaba mercancía frente a un establecimiento de refacciones para motos y bicicletas.
Para colmo de males los automóviles que intentaban salir de la gasolinera
contigua se agregaban al arroyo vehicular entorpeciendo aún más el flujo de coches.
La carga de vehículos se engrosaba con los que bajaban por la de Juárez, tanto así que todo asemejaba a un enorme estacionamiento en plena calle.
La fila continuaba más adelante hacia la calle Hidalgo, para los que deseaban dar vuelta hacia la izquierda es decir hacia la zona comercial.
Los lavacoches que se encuentran enfrente de la plaza del 8, no se daban abasto para tratar de ayudar a agilizar el tráfico, y auxiliar a aquellos que se retiraban de los cajones de estacionamiento, frente a los hoteles Sierra Gorda y los Monteros.
El problema era causado principalmente por la gran cantidad de autos estacionados en doble fila, en los negocios de venta de artículos por catálogo, y los camiones de carga qué hacían más angosto el camino.
Los gritos de los conductores subían de tono entre los que deseaban avanzar, y aquellos hombres y mujeres que estacionados de forma incorrecta, solo atinaba a prender las luces intermitentes, e ignorar cualquier interacción con los demás ciudadanos, que molestos reclamaban su imprudente manera de estacionarse.
– ¡Muévete cabrón, ¿no ves que estás estorbando? ¡ahí no te puedes parar! – exclamó el conductor de un Aveo
– ¡No estás chingando, levántate más temprano! – le respondió el chofer de una Ranger
– ¡Háblenle a tránsito! – grito un señor a bordo de una Caravan.
El ruido de los claxons aumentó y de repente ocurrió lo que tenía que suceder: un Tsuru se estrelló en la parte trasera de un Malibú, y los conductores salieron de sus vehículos muy enojados.
Desde su coche, el Caminante veía como ambas personas manoteaban y se apuntan con el dedo airadamente, mientras que el embotellamiento crecía y crecía.
Los microbuses que intentaban cruzar la calle 8 sobre ‘el bule’ pitaban desesperados.
Finalmente uno de los camiones de carga estacionados en el 8 boulevar se movió, así como un par de autos que estaban ‘parados’ en doble fila y otros dos más aparcado sobre la banqueta.
El Caminante quedó atrapado 15 minutos en ese nudo de coches de la zona centro.
Logró ingresar su coche al estacionamiento del Sierra Gorda y siguió caminando por esas calles.
Habían pasado solo un par de minutos más, cuando otro embotellamiento se empezó a formar en ese punto.
Nuevamente media docena de coches se paró en doble fila, frente a los negocios de venta de artículos por catálogo.
Lo que resultó realmente difícil de creer, es que varias patrullas de tránsito pasaron por el sitio, e incluso batallaron para avanzar por el ‘tapón’ que habían creado los coches en doble fila, y no hicieron el más mínimo esfuerzo por corregir la situación y darle libertad al flujo vehicular.
Aparentemente los tránsitos de Ciudad Victoria solo están para dos cosas: acudir a investigar los choques que suceden diariamente en la capital y gastar gasolina en las patrullas recorriendo la ciudad, sin la mas mínima intención de dar apoyo vial en hechos cómo estos que se describen.
El Caminante ha sido testigo de muchas situaciones de este tipo en la capital y en casi todas ellas la reacción de los agentes viales es la misma: hacer nada.
Ojalá esto se corrija, pues la enorme cantidad de autos que circulan en Victoria, hace cada vez más complicado el tráfico, y es necesario contar con agentes viales qué no solo se dediquen a sancionar, sino prevenir los accidentes que ocurren por montones día a día.
Demasiada pata de perro por esta semana.
POR JORGE ZAMORA
EXPRESO – LA RAZÓN