El carro fue inventado para llegar más rápido aunque no se sepa a dónde.
Sirve para llevar objetos que el cuerpo no puede cargar aunque no se sepa para qué los lleva. Sirve para llegar más lejos aunque no se sepa dónde estamos estacionados.
El carro, coche, vehículo, troca, automóvil, tartana, mamalona, nave, es todo si te lo propones y puedes vivir en el, ponerle casa o dejarlo a media calle.
Con eso tendrás que tratarlo como un ser humano, lavarlo, darle de comer combustible, conectarlo a la red y pintarlo, instalarle rines cromados, tunearlo o abandonarlo a su suerte en un yonke, cambiarlo por otro.
Darle besitos si lo quieres mucho, en la noche, cuando nadie los mire y sientas que es lo único que tienes.
Con la tecnología adecuada el carro o la mamalona causa estragos considerables en el barrio donde hay raza a pata. Lo critican y lo espían, le dan vueltas para cerciorararse de que te pertenece, te preguntan cuánto te costó y por qué tan barato.
No ha de ser cierto. En qué trabaja el muchacho, se lo ha de haber robado, no tarda en salir el dueño, hasta que pasan los años.
El primer día que lo manejas se te olvida quitarle el freno de mano, si es que aún lo conserva en buen estado hasta que lo descompones y luego te da lo mismo.
Con eso vas y vienes al rancho. Con el tiempo descubres el hotel que hay en el carro y aprendes las posiciones que puedes hacer para hacer el delicioso.
Cuando subes los vidrios con los dedos de los pies. Cuando el carro se mueve en la noche y nadie y todo el mundo sabe por qué. A un carro suele vérsele en los sitios más inexpugnables y ahí permanecer como fósiles, oxidarse, llenarse de polvo y de monte.
En el fondo del océano por increíble que parezca hay un carro, en el desierto puede haber un coche enterrado, y en cielo alguien vio un carro que pasó volando antes de estrellarse en el halambrado.
En lo oscurito y en lo alumbrado hay un carro como testimonio das los datos de un carro. Habrá siempre un carro entre la realidad y lo imaginado.
En el tianguis de del bulevar de La Paz hay carros buenos, bonitos y baratos y otros muy caros, carros regalados a lo que no se les busca el lado malo aunque este chocados. Carros chuecos, calientes, chocolates y regularizados.
Carros bien garras que andan a rastras, pero andan. Carros amarillos y submarinos que ya bebieron agua del rio San Marcos, carros azules o guindas que un día se agarraron a chingazos. Desde un carro usted arroja una piedra y le avientan otras, grita y le gritan, acelera y nunca lo alcanzan, pero lo esperan en su casa, mejor no diga nada, alguien anotó las placas y le tomó fotos y video a la polvera chueca, y lo subió en vivo al Facebook.
Ya arriba maneje usted el carro según el manual urbano de navegación. Note usted que el carro tiene frenos y direccionales. Por su bien haga los altos que corresponden a un ser que humano normal y no a un denominado cafre. Si toma no maneje, no sea gacho.
Cuide su buena suerte. Ya encima sentirá el inmenso poder pero no se crea mucho, usted sigue siendo en realidad el mismo fulano de costumbre.
Por tanto no se llene de humo y por más picudo que sea su carro no deje de hablarle al vecino, pues tal vez pronto lo ocupe para darle un puche al coche cuando más lo necesite. Cuide, antes de salir del garage, que no le falte aceite y que no lo tire, y cuando ande por la calle pase despacio por los baches inevitables al menos que traiga una trocona 4 x 4 y desee practicar ese deporte. Sin embargo agarre vuelo en los bulevares, dese un rol, llene el tanque si puede y sino mejor regrese, vuelva antes de que se quede varado por el vado con el piterío de carros detrás de ambos.
En un carro caben todos como en un camión o en un autobús de pasajeros. Caben todos los carnales, los padres y los tíos solteros, los parientes ricos y pobres, los melenudos y los pelones, los trabajadores y los no tanto, cabe el que viaja de raite y en la guantera cabe el perro.
Cuando usted abre la cochera ahí venían los abuelos. Eran los que venían gritando.
HASTA PRONTO.