A pesar de que en 1927 el psicólogo Harold Lasswell estableció que la propaganda era el cuarto territorio de una guerra, los analistas se dejan llevar por el ánimo apasionado –y en muchos casos justificado– para caracterizar conflictos sin hacerlos pasar por la observación científica.
La guerra de Ucrania debería de analizarse con un obturador más abierto: es posible que se trate de un acto de irracionalidad política de Vladimir Putin, pero existen elementos suficientes para explicar una guerra de posiciones en la construcción del nuevo orden de la posguerra fría.
En la cumbre de seguridad de Múnich en febrero de 2021, el presidente estadounidense Joseph Biden anunció el regreso de Estados Unidos al liderazgo mundial, después de la decisión política del presidente Donald Trump de optar por el aislacionismo geopolítico.
La estrategia de seguridad nacional de Biden publicada en la primavera de 2021 refrendó esa intención de reactivar la presencia geopolítica y militar de Estados Unidos en el mundo y sobre todo su meta de reconstruir la OTAN y de hacer realidad el viejo deseo de un Ejército europeo con la presencia de ejércitos de países de Iberoamérica, como México, Brasil y Colombia.
En este contexto en julio de 2021 el presidente Putin aprobó la última edición de la Estrategia de Seguridad Nacional de la Federación Rusa que había sido publicada como primera versión en 2015.
Los tiempos políticos son muy importantes: en 2015 se desarrolló la contradicción geopolítica y militar del presidente Obama prometiendo la desmilitarización del mundo, pero al mismo tiempo aumentando el envío de tropas a Afganistán.
Y Ucrania había padecido un golpe de Estado operado desde Washington. Donald Trump aprovechó en 2016 ese impulso regresivo de EU y lanzó su iniciativa de priorizar los intereses de la “grandeza estadounidense” a partir del fortalecimiento del modelo económico capitalista interno y abandonar las plazas geopolíticas mundiales.
El contenido estratégico de la seguridad nacional rusa es equidistante a la que estableció Biden para Estados Unidos: priorizar los intereses nacionales de Rusia en la reconfiguración geopolítica que provocaban el fracaso de Estados Unidos en Afganistán y su retiro y el desgaste de la política de movilización militar en países en conflicto.
El especialista Mario Laborie explicó el sentido de la nueva estrategia: “Para la ESNR, los intereses nacionales de Rusia son “las necesidades objetivamente significativas de los individuos, la sociedad y el Estado en materia de seguridad y desarrollo sostenible”.
En este sentido, se especifican los seis siguientes: Salvar al pueblo de Rusia y desarrollar su potencial humano; Proteger el sistema constitucional, soberanía, independencia e integridad territorial; Desarrollar un espacio de información seguro, proteger la sociedad rusa de la información destructiva y el impacto psicológico; al mismo tiempo que defender el desarrollo sostenible de la economía rusa sobre una nueva base tecnológica; Proteger el medio ambiente, la conservación de los recursos naturales y la adaptación al cambio climático; Fortalecer los valores espirituales y morales tradicionales de la nación y preservar el patrimonio cultural e histórico del pueblo ruso; Mantener la estabilidad estratégica, el fortalecimiento de la paz y la seguridad y de los fundamentos jurídicos de las relaciones internacionales.
Existe un importante cambio de perspectiva respecto a estos intereses nacionales cuando se comparan con la versión de 2015[1]”.
En este contexto, nadie puede declararse sorprendido por las acciones del presidente Putin, así como a nadie sorprendió la reacción inmediata del presidente Bush Jr. después de los ataques terroristas del 9 /11 en territorio estadounidense y todos vieron casi como natural las invasiones de Irak y Afganistán basados en inteligencia fabricada para saltarse las regulaciones de la ONU.
A diferencia de la guerra fría ideológica del periodo 1947-1992, la actual ya no defiende enfoques políticos (democracia vs. Estado) ni económicos (capitalismo vs. comunismo), sino que expresa confrontaciones geopolíticas entre dos potencias mundiales con capacidades nucleares.
Rusia está dominada hoy por los intereses de grupos empresariales oligárquicos y el capitalismo estadounidense beneficia al 1% de la población dominante en lo económico.
La estrategia de seguridad nacional de Putin se ha diseñado para establecer un espacio geopolítico de sobrevivencia de un modelo político-económico de Estado frente al poder de las corporaciones financieras, empresariales y productivas de Estados Unidos.
El modelo de confrontación bélica –con los casos de Afganistán y Chechenia como significativos– se basa en la división territorial del planeta que se heredó de la pasada guerra fría, sin que los países intermedios hayan podido siquiera definir una línea de no alineación o de autonomía relativa.
El poderío militar de Estados Unidos, Rusia y China está condenando a todos los países del mundo a militar en algunos de los bloques del nuevo orden mundial, dejando pasar otra vez la oportunidad para deslindarse de la competencia militar y geopolítica de las fronteras de seguridad nacional.
La guerra en Ucrania forma parte de las nuevas líneas rojas de la seguridad de Rusia. Y todavía falta la confrontación de Estados Unidos con China.
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