10 diciembre, 2025

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MÉXICO, NO A LA SUMISIÓN

ENROQUE / JOSÉ LUIS HERNÁNDEZ CHÁVEZ

TAMAULIPAS.- El amago del Presidente López Obrador de que, si se excluye a algunos países de la región a que asistan a la Cumbre de las Américas, que, a invitación del gobierno del presidente Joe Biden, tendrá lugar los próximos 6 al 10 de junio en los Ángeles, no asistirá la reunión, ha causado revuelo.

Aquellos que, acostumbrados a decir siempre “Sí Señor” a todo lo dispuesto por el gobierno de los Estados Unidos y al temor de que disentir, condicionar o rechazar la política de Washington expondría a nuestro país a toda clase de represalias, consideran temeraria la condición impuesta por AMLO.

No es la primera vez, sin embargo, que nuestra nación dice no al imperio, lo ha hecho en diversas ocasiones. Una de ellas fue en la VIII Reunión de la OEA, agrupación al servicio del gobierno de los EU, celebrada del 22 al 31 de enero de 1962 en Punta del Este, Uruguay, que tenía como punto principal de la agenda expulsar a Cuba de la Organización y obligar a las naciones latinoamericanas a romper relaciones con el régimen castrista.

El pretexto de la expulsión, que consideraba que la Isla representaba una “amenaza a la paz y a la independencia política de los Estados Americanos que pudieran surgir de la intervención de potencias extracontinentales encaminadas a quebrantar la solidaridad americana”.

Previamente, los emisarios del gobierno estadounidense presionaron a los mandatarios de los países que se mostraban reacios a obedecer sin peros la orden del Presidente Kenndey, México entre ellos, para que olvidaran sus pretensiones de independencia y acataran, sin condiciones, la línea dictada desde Norteamérica.

Las organizaciones de la derecha mexicana, como la COPARMEX, siempre leales a los designios del país de las Barras y las Estrellas, publicaron desplegados en los que denunciaban “el peligro que entraña para el continente, para su seguridad y sus instituciones, la existencia del régimen totalitario e imperialista de Fidel Castro”.

La posición de los empresarios fue secundada por los miembros del clero. Desde el púlpito los sacerdotes católicos llamaron a los feligreses a realizar peregrinaciones a la Basílica de Guadalupe para condenar al régimen cubano.

Como ahora ha sucedido con López Obrador, las relaciones de los empresarios de la época con el gobierno del Presidente López Mateos, distinguido militante del PRI, fueron ríspidas. Ante la falta de inversión privada, la economía creció menos del uno por ciento del PIB y la aspereza se agudizó cuando ALM declaro que su gobierno era de izquierda, aunque luego aclaró que dentro de la constitución.

Thomas Mann, diplomático especializado en asuntos de América Latina, vino a advertir que, si nuestro país no se mostraba receptivo a las disposiciones de los gringos, podrían cancelarse las solicitudes de créditos formulados por el gobierno mexicano, entre otras demandas de apoyo, que requería nuestra nación.

Las advertencias surtieron efecto, pero sólo económico.

Antes de la reunión se registró una fuga de divisas y las reservas de dólares y oro se redujeron. Para atenuar las presiones, el gobierno mexicano se vio obligado a afirmar el respeto de México a la propiedad privada y al régimen de libre empresa, aunque también reiteró el respaldo al derecho a la libre autodeterminación de los pueblos.

No obstante, López Mateos mantuvo firme su posición política.
El día en que se sometió a votación la expulsión de Cuba, resolución contraria al Derecho Internacional que establece la no intervención y la coexistencia pacífica entre países de sistemas políticos distintos, 14 de las delegaciones votaron a favor de la propuesta norteamericana, las de Argentina, Brasil, Chile, Bolivia, Uruguay y Ecuador, se abstuvieron y solamente dos lo hicieron en contra, las de México, encabezada por Manuel Tello, y Cuba.

Meses después de la reunión de Uruguay vino a México el Presidente Kennedy y su esposa Jaqueline y las tensiones se disiparon. El mandatario de los EU reconoció que los fines fundamentales de la Revolución Mexicana eran los mismos que los del programa de ayuda estadounidense a las naciones latinoamericanas, como la ALPRO, justicia social y progreso económico, dentro de un Mareco de libertad.

La política exterior de México fue tolerada por el gobierno Yanky, a pesar de que fue el único país latinoamericano que no se sometió a la voluntad del imperio para asfixiar a Cuba. Contra lo que muchos pensaban, como dijera el historiador Rafael Rojas, la posición de López Mateos resultó redituable para los tres países, Cuba recibía el respaldo internacional de México, Estados Unidos se beneficiaba de la interlocución mexicana con el gobierno de Castro, y, México garantizaba el apaciguamiento de la izquierda radical al asumirse como amigo de la revolución cubana.

Con la llegada del PAN a la Presidencia, volvería la época de la sumisión a las órdenes de Washington. El famoso “comes y te vas”, que le exigiera George Bush a Vicente Fox y que este obedeció sin cuestionar, es un claro ejemplo del sometimiento que México mostró en la Cumbre de la ONU de Monterrey de 2002.

Los principios de no intervención y autodeterminación que fueron sustituidos por los de la lucha por la democracia y la defensa de los derechos humanos deterioraron durante los sexenios de Fox y Calderón, las bases de los vínculos históricos de México y la nación caribeña.

En el 2018, sin embargo, con el triunfo presidencia de López Obrador, la política exterior de México daría un nuevo giro. Hacer valer el derecho a disentir que tienen todas las naciones libres y soberanas frente a las grandes potencias.

La posición de México de no asistir a la próxima Reunión de las Américas si hay exclusiones, ha sido secundada hasta ahora por los países de Ecuador, Honduras y Bolivia. Más de la mitad de las naciones del Caribe tampoco lo harán, si Juan Guaidó asiste como representante de Venezuela, Brasil no irá por motivos personales y el Salvador, Perú y Chile no han fijado todavía su postura.

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