11 agosto, 2025

11 agosto, 2025

Nada acerca de mi. Nada se sabe

CRÓNICAS DE LA CALLE/ RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA

Llevo mi café por todas partes, mi romancero, el jitano que he sido bajo la piel, sin que parezca delito. Y llueve.

Afuera gritan la oferta y el hojalatero cambió de giro en los burladeros de las calles del centro y por la calle Hidalgo.

Yo soy mis pasos, me escucho dentro de mi. Soy mi época de paz y muchas veces de a poco soy la cautivación por el mediodía del siglo. También soy un disparate. Soy el insecto que se aproxima a la Mantis.

En los escritos llevo travesía y travesura solitaria que se pierde, que es ignorada cuando oscurece, imaginería colgada de los cabellos. Hice mil cosas que nada más yo supe. Nada se sabe de mi.

Soy un fantasma, un aparecido dibujado por otros y soy mi ausencia, mi sol de humo. Desde un ser de carne y hueso sólidos, llevo un montón de sonidos extraños, conservo una biblioteca nostálgica lejos de mi casa.

La soledad de nuevo es mi condición originaria en tierra de nadie, el sino que guía mis pasos. Y voy más allá para explorar mi auto crítica y mis galerias interiores. He hablado de soledad, no de aislamiento.

La soledad es un fruto, es un dato, un datil en los labios. En otra parte admito que soy muy querido por mí cuando estoy solo.

Sería absurdo descartarme en los devaneos de una noche de luna. Esto no es un convento, pero fue lo más decente que pudimos conseguir en una noche. En otros incidentes, la autobiografía única no se publica y esto es esencial a la orilla de la playa. En la soledad de esa celda.

Hay cosas que jamás contaríamos los hombres del siglo XX, por burocracias intolerantes que no aman el saber ajeno. Adentro del pecho un grupo de monjas concretas guardan nuestros secretos.

El yo nuestro profundo y amplio. Llevo un café por todas partes, un café prometido viendo a los ojos, un café por si las dudas, uno nunca sabe.

Llevo un café para el camino, un café americano, un café pensado. Me contagié del movimiento de las manos, me contagié de lo bueno y llevo lo peor de todo tomado de la mano.

Llevo la forma de decir y el grito contundente del ropavejero, o al menos lo intento. En mi carro solar viajo hacia la tarde y voy atravesado por un rayo. Eternizaré convertido en fuego el rojo incendio de la última calle.

En mi estilo barroco, pienso en Ia cocina. Al hablar de cultura la cocina es una ciencia y es un arte. El banquete y la cena acompañan al hombre en los momentos más altos en la última cena de Jesús.

Si digo puerta es también un puente. Un montón de momentos son estrellas. Son aquí estos sueños rotos.

Desde luego, hijos siempre, sabemos poco de la juguetona infancia. Puede más el ánimo de los demás que nos vieron pasar. Soy el hijo pendiente, el niño curioso con un signo, una pasión, un no saber qué es.

A solas pude liberar a los maestros leídos y romper los espejos que abundaban en mi habitación de 4 X 4 mts. Así ando desde entonces, sin la crítica de la apariencia, sin celdas. Sobre la blancura del papel una paloma levanta la mano que comienza a escribir, en la agenda de una guerra.

Musa y realidad, filosofía y mito la vida devisa los cuerpos que se lanzan al planeta. Es un poema la llegada de las sombras rotas por un relampago. Estoy en el centro de la ciudad y en este caso hermético, en silencio, posiblemente sobreviva.

Algunas veces con asombro y otras con terror observo la metamorfosis de las calles huidisas, mientras oscurece. Estoy de acuerdo con todo, no pretendo que usted que lee pase por esto.

Comienzo a caminar de prisa y al rato voy corriendo. Voy sonriendo y creo que llueve y es un aguacero.

Al zapato, bien que sé, no tarda mucho en entrarle agua por un agujero.

HASTA PRONTO

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