TAMAULIPAS.- Lo que tenga que ocurrir que ocurra, aquí estamos para lo que se ofrezca. Pasa eso y pasa más o menos lo deseado. El todo influye en la nada y es un paraíso desde la barrera desde donde se ven los toros.
Iluminados agregamos una visión propia y extraña. El universo consta de cada uno. Cada idea original es poesía, y alterna con el ritmo de los cuerpos, con el montaje de las palabras que luego se deshilachan y se pierden en la noche de la nada.
Henos ahí adentro de los fríos muros, bajo los reflejos blancos de esta casa antigua y la ciudad de la luna. Apollinare escribe poemas simultáneos todavía por la influencia del tiempo que es este mismo que vemos.
Caminamos y al mismo tiempo hay otros que caminan por ahí con nuestro dualismo absurdo. Las noticias cambian sus horas y de pantalones, nadie supo a qué horas ocurrió un instante. A qué hora sudó el viaje.
He ahí la obra de los amigos y de los ajenos , los propios y los prevalecientes, los primeros y los segundos. La grandeza depende por hoy de la tentativa, el tremendo proyecto de las eternas iniciativas caminando por la calle Francisco I Madero.
Nunca concluimos el libro. El siglo pasado fue el siglo de la física y por tanto de las guerras, el dominio del hombre sobre la naturaleza. Sobre la banqueta llevamos al hombre del siglo que aún no se domina a sí mismo.
Salgo y hay música que es bailada por mujeres que buscan mantenerse en forma. A una cuadra hay muy cerca un negocio de antojitos en una provocación absoluta e inmediata. En otros versículos el panorama es entendido desde una bicicleta.
A medio metro se mantiene la curiosidad, el morbo simple de asomarse, de ir a ver, de conocer y descubrir qué hay más allá de donde no alcanzamos a ver con los ojos. Lo poco que queda de otros sucesos son ruinas que no entiendo. Lo que aparece son días sucesivos y obsecivamente contradictorios.
De la inocencia y lo perverso, que puede ser complejo discernir, emana la teoría del mundo. Ninguna ley nos libera en los bulevares. En el dominio por razones de tiempo volvamos a nuestros hogares para retomar el tema de lo que hay para cenar.
Pasa lo que pasa y nunca vimos. Pasan rápido, uno tras otro los sucesos juntos. Es un desfile de tiempo si observamos en las horas pico la hilera de carros, un gran cementerio del tiempo de todos los tiempos que van pasando.
Sin más que una mirada salen las imágenes que fueron nuestras, de un espejo que fue sueño- de lo que nada sabemos – en la red de los nervios, como el pez que se da cuenta que nada en el agua. Sin salir de casa.
Cuando nada pasa pasa todo. En el aire, colgados del techo, grabados en relieve nuestra forma es menos ridícula si la vemos de lejos. El sol arriba, riéndose, respira vivo y único en el paisaje del país de los ojos.
En una de las imágenes elegimos el contexto del idilio. Con la misma prosa que, rendida como una ala caída, justifica las palabras. Sirve para que los lectores sobrevivan, para la lucidez que el mundo, ante el asombro, vea pasar el paso, los pasos de una corriente de viento.
En la ropa sufrir forma parte del unicornio. De una vez por todas cargamos un cuerpo que escribe en esta época. ¿Qué extraño? Todos los monumentos de la ciudad se parecen, han pasado tantos años, como se ha dicho.
Lo que no nos dijeron, la Dirección a la cual no fuimos, quedó en la nostalgia de la palabra, quedó en el fenómeno de los libros. Quedó lejos en un texto sacado del sesto al caer la noche, por una mano negra. Una mano que tiembla sobre un poema que no se escribe, si no que se piensa y se pierde.
HASTA PRONTO