Los escenarios imperantes, hacen prever que la elección extraordinaria por la Senaduría en febrero del 2023, será una de las más frías y desangeladas en la historia de Tamaulipas. Es seguro, que los problemas de financiamiento que enfrentan los partidos políticos y el poco interés que suscita el escaño, incidan en la concurrencia a las urnas impactándola a la baja; sin el centro de atención ciudadano en el poder más próximo –los Ayuntamientos–, es previsible que achique la emoción social por elegir a un representante que ve distante y muchas veces ajeno, y finalmente: las estructuras municipales, a quienes ni les va ni les vienen esos comicios, se mezclarán para que veamos una débil participación cívica y unos resultados sorprendentes por lo precarios.
La IV T tomó el control del gobierno del estado en junio pasado, con 730 mil votos.
Factores externos, eliminarían de esa suma, casi 100 mil sufragios –fraude, amenazas, hostigamientos, etc.–. Es decir: en condiciones normales, el lopezobradorismo en la región, habría cosechado más de 800 mil papeletas a favor.
Para efectos de comparación, se tomarán los 730 mil ciudadanos que se pronunciaron a favor del candidato guindo, Américo Villarreal Anaya.
¿Empatará la cifra el candidato a senador morenista?
Está en chino.
(Aunque también, existen los milagros en la política).
¿Qué hace de la elección extraordinaria un grande desafío para los actores de la contienda?
1.- La poca incentivación para la participación ciudadana del INE. Con llantos y quejidos por la poca lana que dice tener, Lorenzo Córdova y auxiliares, no incorporarán esfuerzos a unos comicios en los cuales MORENA está muy enfilada a ganar. Sería una ingenuidad esperar, un trabajo decente de un organismo que está bajo asedio presidencial y ciudadano, una postura justiciera e imparcial.
2.- Un PAN, declinante en el escenario tamaulipeco. Sabedor de su rol de víctima en la justa, actúa con indiferencia, incluso ante el proceso interno de la selección del candidato; a nadie el interesa. Sin candidatos potentes; sin fondos, a pasto como los tuvo hace seis años; sin esperanzas de triunfo, podría hasta optar por un candidato priista. De esta forma, llenaría el requisito de postular candidato, al tiempo ahorrar recursos y de guardar su integridad política para el 2024.
Sus dos aspirantes de mayor impacto, serían el Truco Verástegui y Francisco Cabeza de Vaca; y hoy, se perciben como personajes frágiles ante cualquier candidato de MORENA. La prudencia, les aconseja guardar sus flechas para sumarse a la batalla presidencial, en donde harían mejores papeles como candidatos.
3.- Un elemento que erosionará el piso de 730 mil votos de MORENA, es el repliegue de sus alcaldes en las mega ciudades. Los jefes edilicios de Nuevo Laredo, Reynosa, Matamoros –se excluiría en caso de ser candidato– Altamira y Madero, no tienen motivos como para morirse en la raya por el actor postulado por el lopezobradorismo. No irán al choque, con el abanderado guindo, mucho perderían si lo hicieran; por razones de pesos y centavos, las estructuras municipales no marcharán a toda máquina.
(El caso de Ciudad Victoria, es la excepción. Por asuntos de lo abrasivo que resulta el gobierno estatal con los actores de la capital, se entiende que echará toda la carne al asador por el candidato guindo el jefe edilicio Lalo Gattás y correligionarios).
¿Y los candidatos?
Es lo de menos.
Los partidos, son los más urgidos de construir una elección cívicamente atractiva y llamativa para los ciudadanos.
Por José Ángel Solorio Martínez