Fernando Campos Martínez, es el prototipo de lo deforme de la clase política victorense. Militó en el PRI por décadas; en ese espacio partidista, hizo mucha de su fortuna: escaló destacados cargos en la administración pública y acumuló un nada desdeñable capital político. Nunca se quejó.
Hasta que llegó el PAN al gobierno a niveles competitivos y de gobierno.
Entonces se sumó al panismo victorense.
Presumía tener amplios consensos en la capital.
El PAN, ávido de cuadros que le ayudaran a tener presencia en ciudad Victoria, lo sumó a tareas administrativas. Lo instaló en el Instituto tamaulipeco de Capacitación para el Empleo (ITACE).
Llegaba al cargo, con el antecedente de haber participado como candidato independiente a la alcaldía capitalina.
Estuvo en ese lugar, por varios años.
Se movió con bajo perfil.
Hasta que fue descubierto, en ciertos movimientos que parecieron extraños.
El hoy senador de la república, Ismael García Cabeza de Vaca, lo pilló llevándose recursos que no reportaba a quien debía.
Se enfadaron en los altos mandos del gobierno panista.
A tanto llegaron los excesos de Campos Martínez, que luego del enojo del gobernador azul, enviaron representantes de la Fiscalía para su detención.
O sea: le tenían preparada, una temporada en chirona.
Tomó las de Villadiego.
Se marchó a Monterrey huyendo de la Justicia y del rencor de los hermanos García Cabeza de Vaca.
Se dice: el agua que derramó el vaso, fue utilizar unos camiones que el gobierno estatal le habían donado, como si fueran rentados. Es decir: –se especuló– se embuchacaba el dinero auto-pagándose un servicio inexistente.
Años anduvo a salto de mata.
Ya regresó a Victoria.
Ahora, se anuncia como altruista.
Dio a conocer: mediante una organización civil, apoyará a los más necesitados.
Útiles escolares, lentes y demás entregará a los jodidos de la región.
No es la primera, agrupación de esas características que trabajará en la entidad; en todo el estado, pululan engendros sociales tales, utilizados para evadir impuestos y blanquear dinero.
En otras palabras: no ha cambiado de giro, Campos Martínez.
De nueva cuenta, actuará al filo de la navaja, esperando que algún partido lo contrate para hacer lo que él sabe y los que lo padecieron –entre ellos los hermanos Cabeza de Vaca– conocen.
Nada nuevo bajo el sol.
Ciudad Victoria, sigue –y al parecer, seguirá– exhibiendo con cierta condescendencia –como madre alcahueta– a lo peor de sus hijos.
El joven Fernando, se suma así, a otros personajes que lastimaron el erario ciudadano, y siguen insistiendo desparpajadamente en sus inocencias: Eugenio Hernández Flores, el mas significativo de ellos.
¿Estamos ante una clase política desfachatada, o ante el penoso fenómeno de una sociedad capitalina sin memoria y sin sentido crítico?
Deplorable, cualquier opción.
Por José Ángel Solorio Martínez