Durante los últimos días se han registrado sucesos que por sus repercusiones en el inconsciente colectivo, obligan y hacen necesario que los expertos en salud mental empiecen a ocuparse y preocuparse.
El desajuste emocional es ya un alarmante fenómeno de masas que merece ser abordado con seriedad por experimentados psiquiatras y psicólogos sociales.
Las dos marchas que se realizaron en la Ciudad de México no debieran encolerizar a nadie, son ejercicios normales en una sociedad democrática, pero sí han alterado los ánimos de algunos protagonistas o de simples espectadores que han convertido las redes sociales en el receptáculo de sus desahogos.
Es natural que quienes se oponen a un gobierno se manifiesten, que griten consignas lapidarias y exijan cambios e inclusive que reclamen hasta la renuncia anticipada del gobernante porque piensan que su mandato ha sido un desastre.
Pero también se vale que los defensores del cuestionado mandatario repliquen, tomen la calle y que mienten madres a diestra y siniestra (ocurrió en ambos casos), e inclusive que echen mano de los peores epítetos para descalificar a los enemigos de su líder.
Pero como que se han sobrecalentado los ánimos y se advierte una alteración del sistema neurológico en algunos sectores de la sociedad, atizado por la paranoia de algunos actores políticos y sociales que han perdido los estribos y extraviado la cordura.
Ayer domingo advertimos que se volvieron a soltar los demonios que llevan dentro los militantes de ambas facciones.
Lo vimos antes, en las reacciones iracundas que provocó la marcha denominada “El INE no se toca” pero la histeria llegó al paroxismo ahora que Lopez Obrador tomó la calle y salió a defender su gobierno y su proyecto de Nación.
Todavía hoy, pese al cansancio mental, se escuchan gritos destemplados, tuits y post lapidarlos, que no tendrían nada de malo de no ser porque traslucen los trastornos emocionales ocasionados por la polarización política.
No pasa nada, hay que tranquilizarse. Como diría la canción de Serrat, “todo pasa y todo queda”.
Por eso, mientras los expertos empiezan a ocuparse de ese frenético comportamiento colectivo, es recomendable que se refuercen las reservas de calmantes naturales como la plasiflora, la valeriana, el aceite CBD y otros tranquilizantes.
Urge porque una buena parte del país lo necesita.
Y hay un diagnóstico previo que alude a dos causas del trastorno: los efectos post covid y la tensión preelectoral que irá creciendo cuando más cerca esté el 2024.
O sea, cuando pase lo mejor, estaremos peor.
Por José L. Archundia