Cuando el panismo tomó las riendas del poder en Tamaulipas en el 2016, una de sus primeras acciones fue pintar edificios y espacios públicos con los colores de su partido. De la noche a la mañana, los ‘cubetazos’ de pintura azul se apreciaban por todas partes.
La intención de los Vientos del cambio era imponer al albiazul de un partido que logró derribar la jurásica estructura priista que gobernó al Estado por 70 años.
‘Tengo prisa’, advirtió Francisco García Cabeza de Vaca en su discurso inicial como gobernador en funciones, y repitió completo el poema ‘Mi alma tiene prisa’ del brasileño Mario Andrade.
Sus palabras sintetizaban la obsesión por acelerar la transición política en el estado y lo primero que se propuso fue cambiar los colores aunque dejara para después cualquier otra acción de gobierno.
Se aplicó a derribar las estructuras formadas en años de priismo, desde la purga del aparato de gobierno hasta los términos de la relación clientelar corporativista y la negociación con los liderazgos políticos y sociales.
El poder que el reynosense concentró con ‘prisa’ le permitió quitar, poner, cambiar y volver a cambiar el organigrama de la administración pública en el nivel que le viniera en gana.
Su gobierno inició con figuras distinguidas del panismo a la cabeza, como la victorense Lydia Madero, una militante del PAN que por años luchó por la democracia en Tamaulipas, entre otras figuras del estado.
En sus primeros años privilegió su relación con el panismo del sur de Tamaulipas, con el que se sentía comprometido. Al paso del tiempo y aún en su peculiar estilo de ejercer el poder, intentó respetar esa relación aunque también lastimó con sus frecuentes desplantes temperamentales.
En el resto del estado el apellido y la marca Cabeza de Vaca se impusieron por encima de cualquier estructura local del partido.
Los panistas victorenses y fronterizos, pese a tener figuras de peso como la doctrinaria Leonor Sarre, se dejaron coptar por el cabecismo, les ganó el oportunismo político y terminaron alineados con el estilo de gobernar de Francisco Javier.
Pero esas acciones y otras más como el ajuste de cuentas mediante el uso de la fiscalía, tuvieron un doble efecto: empoderaron al régimen pero los excesos dinamitaron la fuerza del panismo que terminó perdiendo el poder tras un paulatino proceso de descomposición que terminó en septiembre del año pasado.
Fue una caída lenta pero inevitable y los números no mienten, son las cifras que legitimó el INE en cada proceso.
En la elección de 2018, en pleno esplendor del poder y con todos los recursos del estado a su favor, el PAN cabecista obtuvo resultados medianos en comparación a los 720 mil votos de Cabeza de Vaca en 2016.
Su hermano Ismael, rechazado inclusive por la misma militancia panista, en 2018 perdió la senaduría de mayoría ante el hoy gobernador Américo Villarreal Anaya. Ismael obtuvo 100 mil votos menos que su hermano a tan solo dos años de la elección del 2016.
Morena también obtuvo mejores resultados en las diputaciones federales y arrancó al PRI y al PAN los ayuntamientos de Matamoros y Ciudad Madero.
Nada desdeñable si se considera que casi era el arranque de un movimiento que apenas cuatro años atrás había obtenido su registro.
Las lecciones no las aprendieron, hicieron una purga sigilosa al interior del panismo y poco a poco Cabeza de Vaca se fue quedando con sus amigos y asociados, aunque pareció no percatarse del debilitamiento y desencanto porque también la disensión avanzó cautelosa y discreta.
A sus aliados sobrevivientes los sometió, como ocurrió con un sector importante del panismo del sur del estado.
Tres años después el destino alcanzó al cabecismo y el descalabro fue peor.
En la elección de 2021 el PAN perdió Nuevo Laredo, Reynosa, Ciudad Victoria y Altamira, los centros urbanos de mayor potencial en el el estado que se pintaron de guinda y eventualmente se quedó sin la mayoría en el Congreso del estado.
Y en 2022 sobrevino la debacle, pese a la polémica, pese a la polarización, forcejeos y alegatos. El PAN perdió la elección y naufragaron los planes de darle continuidad a su proyecto transexenal.
Hoy, a la distancia persisten en el intento de recuperar su relación con la militancia panista de antaño, la real, la fiel a sus colores y probablemente fue por eso que los diputados federales y locales organizaron una reunión con toda la plana panista estatal y federal. O mejor dicho, con lo poco que queda de ambas…
Pero en lodos días de eventos, desangelados y sin muchos ánimos dentro de su militancia, lo poco que se pudo apreciar es cómo el panismo sobreviviente emprende una reorganización, pinta su raya a lo poco que queda del cabecismo y hace un intento por mantener vivo al partido que si bien perdió, aún tiene un capital político que defender.
Toca a la militancia decidir si mantienen las puertas abiertas a los que se fueron tras la derrota electoral, o se deslindan por completo para iniciar una nueva era en la que necesitaran figuras menos contaminadas, con autoridad moral para reparar el daño que provocó un sexenio de abusos y excesos.
Una encrucijada para un grupo político que de no tomar las decisiones correctas lo pueden llevar en picada con el riesgo de terminar como la tercera fuerza electoral, al menos en el estado…
Por Alfonso García Rodríguez
@pedroalfonso88