El gobernador Américo Villarreal Anaya llegó a su primer informe de gobierno en una situación muy particular: con apenas cinco meses y un poco más al frente de la administración estatal.
Esta situación inédita ocurrió porque en el 2019, cuando el PAN mantenía un cómodo control del Congreso del Estado, aprobó una reforma para adelantar a marzo la fecha de entrega formal del documento.
La intención detrás de la iniciativa que se aprobó sin problemas, se evidenció muy pronto: en el apogeo de poder cabecista, pensaron que un evento de esa magnitud podría servir para influir en los procesos electorales que estaban por venir.
Al final, los informes de Cabeza de Vaca habrían resultado contraproducentes porque como todos saben, tanto en el 2020 como en el 2021 su partido sufrió las derrotas más dolorosas de su historia.
Por aquella ocurrencia panista, Américo Villarreal entregó ayer al Congreso de Tamaulipas apenas a los 165 días de haber llegado al Gobierno.
No era una tarea fácil para él y para su equipo, pero el mensaje que emitió ayer el gobernador fue el indicado para el contexto político que vive la entidad.
Algunas frases de su discurso demuestran que el gobernador sabe dónde está parado:
“Encontramos una administración orientada al latrocinio y a la apropiación de recursos públicos. Su rapacidad y cinismo no tiene paralelo. Ahora que están fuera no les va a funcionar el intento de hacerse las víctimas cuando el pueblo de Tamaulipas los conoce y conoce muy bien el tamaño de su deshonestidad, de su patológica voracidad y su total falta de escrúpulos. Ya los padecimos. Aquí nadie cree en sus mentiras. Ya no tienen cabida”.
Ni duda cabe de que la entidad vive tiempos políticos inéditos.
A pesar de que Villarreal Anaya obtuvo una votación histórica que lo legitima como el gobernador con mayor respaldo ciudadano, en las últimas semanas ha vuelto a la escena pública Francisco García Cabeza de Vaca, quien junto a los pocos defensores que le quedan, emprendió una campaña negra sin precedentes contra la actual administración, que llevó ayer hasta su punto más álgido con un concierto de tuits que más parecían el descargo de un opositor desesperado, que la opinión de un ex mandatario que dejó su cargo apenas hace cinco meses.
Por eso, los señalamientos puntuales que hizo el gobernador en su discurso fueron justos y oportunos.
Igual que el mensaje que envió a los jueces tamaulipecos, sobre los que pesan múltiples sospechas de haber torcido la ley para favorecer los intereses del anterior régimen.
“Respeto la independencia del Poder Judicial con la única expectativa de que cumpla su misión, convencido de que la justicia que se vende, es cualquier otra cosa, menos justicia”, les dijo.
En conclusión, además de hacer una detallada relación de los avances obtenidos por su administración a pesar del desastre financiero que encontró, Américo Villarreal Anaya aprovechó el foro para posicionar una narrativa clara frente a quienes se niegan a aceptar que su tiempo ya pasó.
Por mera vocación democrática, ya es hora de que acepten la voluntad ciudadana que a ellos los descalificó y al doctor lo llevó a la gubernatura.
POR MIGUEL DOMÍNGUEZ FLORES