Sin dejar de ser preocupantes los hechos registrados en algunos puntos de la frontera han sido magnificados por los adversarios de la transformación en Tamaulipas. Se trata de golpear a las autoridades por simpatizantes del anterior régimen. Ni como ignorar que, sobre todo en “redes”, el material relacionado es manipulado para dañar la imagen oficial al tiempo que se perjudica a la población.
No olvidemos que el panismo sigue vivo y presto a obedecer a quien desde el extranjero insiste en desestabilizar y desafiar al estado de derecho sin entender que el poder, como cualquier otro fenómeno social, tiende a desaparecer en circunstancias diferentes. En este caso es claro que el partido azul violenta las reglas elementales de la política. La dirigencia y sus patrocinadores no tienen la más remota idea de lo que significa el término democracia y mucho menos su contenido. Por ello actúan impulsados por el autoritarismo que dominara el pasado reciente. No aceptan que la mayoría los rechazó por la opacidad en el manejo de los recursos públicos y sobre todo por el uso y abuso de los cargos en beneficio de una minoría.
Los hechos preocupan, digo, pero es irresponsable y hasta criminal exagerar escenarios donde la sociedad resulta agraviada poniendo en riesgo su seguridad solo por propósitos políticos. La idea es crear pánico partiendo de situaciones que lamentablemente desde hace varios años forman parte de nuestra cotidianeidad. Seamos justos y reconozcamos que la culpa no es de Américo Villarreal Anaya sino de la herencia acumulada en sexenios por la increíble complicidad de ex funcionarios que produjo la multiplicación de grupos al margen de la ley. Y ni modo que sea invento.
Es razón de que el problema aparezca como un monstruo de mil tentáculos que dificulta combatirlo con la prestancia y efectividad necesaria, pero se actúa con decisión, conforme a la capacidad disponible y el apoyo irrestricto de la federación refrendado por AMLO en diversas ocasiones, como la de este martes, donde AVA volvió a ser tema presidencial al igual que el reconocimiento a la paisanada que en condiciones de riesgo extremo decidió votar por el cambio a favor de Morena.
El asunto es que los panistas no asimilan las derrotas para gobernador y senador recién aplicadas por Morena y peor les irá el próximo año cuando seguramente el partido creado por AMLO “arrasará” a lo largo y ancho de la entidad. En este sentido importa mucho lograr mayoría calificada en el congreso local para mandar al diablo los absurdos acuerdos mediante los que la generación bárbara pretende mantener influencia. Recordad que para concretar beneficios sociales existen obstáculos en el poder judicial pero también en la fiscalía y desde luego en diversas dependencias cuyos titulares utilizan hasta las uñas con tal de seguir succionando el erario. (“No se cansan de mamar”, decía el inolvidable Juan José Guevara López).
Las trampas dejadas por el panismo son muchas y variadas. Para desactivarlas trabaja AVA, sabedor de que para garantizar pasos seguros en su administración es necesario destruir la telaraña de intereses creada por alguien, cuya nostalgia rebasa lo que debiera ser una actitud civilizada y acorde con su propia intención de seguir figurando en política, aunque al parecer puede más el revanchismo, es decir la venganza como salida a la frustración.
PRI, RESCATE IMPOSIBLE
En realidad, el PRI en Tamaulipas inició su agonía desde que Eugenio Hernández Flores participó del fraude contra AMLO en el 2006 favoreciendo a Felipe Calderón Hinojosa. Es pública la plática que el ex gobernador sostuviera con Elba Esther Gordillo de la que derivó la pérdida de más de siete décadas de historia. Después vendría Egidio Torre Cantú encargado de sepultar al tricolor consumándose así la traición cuyas consecuencias son inocultables.
El PRI pretende ahora lo imposible, sea resurgir cuando es un cadáver en descomposición que a falta de opciones recurre a fantasmas que en el pasado fueron figuras decorativas como Ramiro Ramos Salinas, el nuevo responsable de la Fundación Colosio, quien además de recordar a Egidio Torre forma parte de una generación que sin pudor permitió que su partido rodara vergonzosamente hasta el fondo del abismo sin mover un dedo.
Por muchos años Tamaulipas fue ejemplo priista, pero bastó el arribo de un “gobernante” acomplejado y rencoroso para que la organización se convirtiera en ceniza. Egidio entregó el estado al PAN y gracias a ello caímos en la peor crisis política, económica y social que recuerde la memoria popular. La entidad fue botín ideal para el neo panismo sin escrúpulos en busca de beneficios personales y de grupo. He aquí la aportación de Torre Cantú.
Respecto de Ramos Salinas reconozcamos que su único mérito es seguir siendo priista.
SUCEDE QUE
“Una limosnita por favor”, nuevo lema tricolor.
Y hasta la próxima.
POR MAX ÁVILA