“La ciudad es un desafío, no solamente para los profesionales y los planificadores, sino también para los expertos en ciencias sociales. Dada la complejidad de su organización, su tamaño y su variedad, la sociedad urbana todavía necesita ser compartida.
Dada la supremacía de la sociedad urbana, es cada vez más importante que las ciencias sociales la comprendan.” L. Reissman. El Proceso Urbano.
Mi tío, Lázaro García Rosales era ferrocarrilero, murió en un choque de máquinas en Aguascalientes, me conto mi padre y manager, Pancho Rosales Pérez, la mera reata en el Sindicato de Meseros, Empleados de Restaurantes y Similares, de Victoria.
Una noche de noviembre o diciembre, era yo un niño, mi papa y mi mama se fueron al sepelio del tío Lázaro en la Colonia Marinero. No recuerdo el año, pero todos estaban serios. En casa del Barrio del 18, teníamos muchos fierros, lámpara y, clavos de ferrocarril.
Tontamente, mis amigos y yo, “agarrámo” al blanco las preciosas lámparas de ferrocarrilero que tenían vidrios de aumento para alumbrar mejor.
Eran las lámparas con las cuales hacían las señales de paso y entrada del ferrocarril nocturno.
El cabus era amarillo, y a lo lejos se “divisaba” su brillante colorido cuando partía a Monterrey Y Tampico.
Las vacaciones escolares de julio y agosto eran largas y dichosas. Papá reunía todas las propinas del año para costear los gastos de las vacaciones a Tampico a ver a los tíos y a los primos que vivían En “La Covacha”, atrás del Cine Tampico.
Decía el tío Benito,” en el Puerto de Tampico y sus campos petroleros todos vienen adorarte mexicanos y extranjeros.”
La estación de Ferrocarril de Ciudad Victoria era una algarabía de miradas que matan, de tacos de canasta, garnachas, que las mueres ofertaban casi a la orilla de las vías y entre las escalinatas que daban a la Plaza de los Héroes del 22 Hidalgo. Ya eran los famosos “Tacos de la estación.”
La estación era una romería a la hora de partida y llegada de la tira de vagones y la fumarola del diesel, en los diablitos y carretones que cargaban la mercancía, la gente regordeta, los palillos y, fifís y cinturitas que se daban cita todos los días para ver que “caía” al morral.
El tren lucia flamante tras la máquina, eran los carros de primera clase donde se acomodaban los de mayor capacidad de pago, los comerciantes ricos, la nobleza campirana, y los profesionales del negocio, la alta burocracia. El mobiliario interior era rosado, y el boletero, casi siempre gordo colocaba el boletaje cortado en la cinta del quepí, mientras el otro cacho lo colocaba en el asiento delantero del pasajero.
El checador de billetes lucia impecablemente, gordo, sudoroso y alto, con una leontina de oro al cinto y su reloj Hamilton dorado, el famoso reloj ferrocarrilero.
Enseguida los carros de segunda, a veces tres, donde amotinados, se brincaban por las ventanas, junto a los pollos y gallinas y uno que otro chivo. Apretujaos a veces, en las bancas de madera que con sus tiras marcaban nalgas.
El viaje a Tampico era un gozo y un aguante en la zona del “aguayon”. En cada uno de los vagones de segunda una cuadrilla de soldados que vendían cerveza y refrescos heladas. A veces iban bien pedos pero respetuosos de la gente.
Montados, sentados y apretujados, con el golpeteo de los velices de mano, y los clásicos velices de lámina coloreados que se usaban entonces.
El viaje a Tampico era largo, casi seis horas, de manera que era tiempo para echarse las asaderas, y “jicones”, en Estación Zaragoza y Estación Calles.
El trayecto era una curiosidad y alegría, mi hermana María Esther y yo nos disputámos la ventana para ir echando ojo durante el recorrido, admirar el paisaje y las paradas donde se arremolinaban los vendedores con los dulces de coco y gorditas de azúcar. Papa nos tenía muy regulados no podíamos gastar más de 5 pesos por cabeza durante el trayecto, hasta el arribo a la bellísima estación del tren en Tampico, donde sonriendo nos esperaban la tía Ramona, gemela de papa y mi tío Domingo.
LA ESTACION DEL TREN DE VICTORIA
La estación del tren de Victoria, similar a casi todos los complejos arquitectónicos de la época. Verdaderamente la Estación de Buena Vista en Ciudad de México, o la memorable Estación de San Lázaro en Paris hacen la diferencia, la primera en el entorno del Museo del Chopo, y la segunda inmortalizada por el pintor Claude Monet, irradia la belleza las soluciones arquitectónicas.
La estación del Ferrocarril de Ciudad Victoria, es una contemplación viva de los que fue, su trazo en la cintura de la ciudad, y la perspectiva visual desde a la Calle Hidalgo la envuelven un esplendoroso paisaje urbano lastimado ahora por los tianguistas sin ton ni son que han abordado y desbordado ante la apatía de las autoridades municipales, sus banquetas y jardines.
CIUDAD VICTORIA, CIUDAD APATICA
La ciudad vagamente ha sobrevivido a la apatía de sus ciudadanos que no hemos aprender a defender nuestro patrimonio arquitectónico.
Siendo una zona estelar de la ciudad en manos de particulares y la destrucción del ferrocarril de pasajeros del país, ante el regocijo de los empresarios de autotransportes contribuyo a la muerte por asfixia urbana a esta bella casona, arquitectura básica de las estaciones de ferrocarril de nuestro México.
En Monterrey, los regios, supieron defender su patrimonio, y la vieja estación se convirtió en Casa de la Cultura, un display de salones de conferencias y exposiciones en el corazón de la ciudad.
APATIA Y NEGLIGENCIA, ANATEMA DE VICTORIA
Por años se ha pugnado por convertir la vieja estación en sitio dE cultura. Todo el ramal de embrague de la estación conforman UN panorama rico en tonalidades de servicios urbanos en una zona de expansión capitalina.
La belleza del taller de máquinas, susceptible aplicable como jardín botánico, el tanque de agua para la carga de las máquinas, el trazo escénico de sus vías hasta el remate del antiguo “Puente Negro” que fue destruido sin opción de futuro..
EL INCREIBLE PUENTE NEGRO
El Puente Negro integro un paisaje de los barrios con el Rio San Marcos. El puente era la frontera que dividía las zonas pobres de la ciudad con la Victoria que se levantaba en el linaje del centro urbano.
En el Puente Negro se daban cita “los ronderos”. La gente brava de la ciudad. Muchos de ellos compañeros en la Escuela Primaria Epigmenio García y la de mujeres Juana de Asbaje Ramírez, a unas cuadras del puente.
Nuestros juegos montarse a los trenes de las máquinas de patio, juegos audaces, donde a mi compañero Mauricio, una máquina de patio le amputó un pie..
EL COMPLEJO URBANO DE LA ESTACION DE FERROCARRIL
Encerrada en el centro de la ciudad, rodeada de casonas de abolengo, entre añejas construcciones de sillar y de ladrillo, la Estación de Ferrocarril es un sitio ideal como Casa de Cultura. Su plaza, con las estatuas lapidadas por filibusteros nocturnos, protegidos.
Su trazo envidiable que integra una T de vías de comunicación y el Eje Vial, proponen un espacio visual para el desarrollo educativo y cultural de nuestra ciudad.
En Nuevo Laredo, “Estación Palabra” es un ejemplo del valor que han otorgado sus habitantes.
El complejo se encuentra una cafetería, talleres de arte y salas de exposiciones con una visualización formidable al paso del ferrocarril. Un museo de sitio vivo y espectacular.
La palabrería cultural a lo largo de los años se ha vuelto lengua suelta. El tiempo se ha encargado de sepultar las buenas intenciones de contados ciudadanos, que anhelaban convertir al sitio en una centro comercial y de cultura de gran atracción.
Por desgracia no ha sido caso, el abandono de los espacios frena la posibilidad de un respiro de placer e inteligencia.
En Ciudad Victoria existen tres grandes espacios del olvido, susceptibles para el desarrollo; El Teatro Juárez, fatalmente olvidado, que alberga los importantes murales de Xavier Peña, murales clausurados en “la probidad mas no en la belleza “, del notable artista mexicano.
El antiguo edificio de los dinamos de la CFE, en la Calzada de Tamatan, que en hace una treintena de años pugnamos por convertirla en el Museo Tecnológico, dada sus características industriales.
Y la Estación de Ferrocarril del 22 Hidalgo, espacio extraordinario para el desarrollo cultural y museo de
sitio de Ciudad Victoria.
BATALLA CONTA LA APATIA, NEGLIGENCIA E IGNORANCIA
Una batalla contra la ignorancia y apatía de las fuerzas vivas, como decía Roberto Blanco Moheno “Demasiado Vivas”. De quienes han acarreado fortunas a costillas del agio, y el comercio. Una lucha contra la apatía y negligencia de nuestras políticas que han dado pasos atrás y desdeñan las obras de futuro pro cultura y educación
capitalina.
Solamente el Museo de Historia Regional ha sido un proyecto hermanado entre gobierno y ciudadanía. Y la remodelación de La Casa del Arte.
Una muestra palpable de disposición y visión de futuro. La remodelación, restauración de los espacios culturales es
un freno contra la delincuencia. La cultura anuncia las buenas conciencias y el compromiso ciudadano. El arte
y la cultura, contiene un sentido social de victoria contra los actos criminales.
La Estación del Ferrocarril, como el Teatro Juárez y el antiguo edificio de la CFE, la Comisión Federal de Electricidad, en Tamatan, son espacios ideales para el desarrollo con visión de gran alcance.
Tamaulipas es un gran estado, con la más amplia zona aduanera del país. Bastión formidable de comercio que da margen para la cultura y la inteligencia.
Parafraseado a Don José Vasconcelos,” en la línea de la carne asada hasta allí llega la cultura”.
No lleguemos tarde, como decía Don Alfonso Reyes, sobre México; “Llegamos cien años tarde al banquete de la cultura.
POR ALEJANDRO ROSALES LUGO