CD. VICTORIA, TAM.- El enorme autobús de dos pisos llegó levantando polvo, a un andén de la central de autobuses de Ciudad Victoria.
Uno a uno los pasajeros fueron descendiendo, cargando sus bolsos de mano y mochilas a la espalda.
Un muchacho flaquito con frenos, de tez blanca y barros en la cara, que fue de los últimos en bajar, batallaba para cargar su maletota, su backpack y una guitarra.
En algún momento cruzó miradas con el Caminante, quien esa tarde acudía a embarcar a sus padres.
– ¿Cómo está ‘Don’? – saludó el joven.
– ¡Que pasó Pillo! ¿Cómo está tu papá? – preguntó el Caminante.
– Muy bien gracias a Dios allá en Mante. – Ah que Pillín, bueno me imagino que ya no te dicen así ¿verdad?
– Nomas mi abuelita y mi mamá, todos en la colonia y en la universidad me conocen como Luis.
El Caminante ofreció a Luis un raid y el joven accedió contento.
“Pillín tercero” es hijo de un ex compañero de bachillerato del Caminante, y le conoce desde que nació.
El joven mantense estudia en la capital desde hace dos años
– ¿Y qué tal te las arreglas estudiando acá? – preguntó el vago reportero.
– Pues sí se ha puesto difícil ahora que todo se puso bien caro, hay que hacer ajustes para sobrevivir como estudiante foráneo – respondió Luis.
– ¿Cuántos compañeros de casa tienes?
– Vivimos seis en esa casa, dos en cada recámara.
– ¿Y todo tranquilo?
– Ahorita ya, pero al principio eran pleitos constantes, ya sabe, es una bronca para ponerse de acuerdo para limpiar la casa y lavar
los trastes.
– Si, a mí también me tocó cuando era estudiante foráneo batallar con todo eso.
– Cuando recién llegamos eran pedas casi todos los días, entraba y salía mucha gente de la casa, y hasta se perdían cosas, hasta que
una vez mi compañero de cuarto se hartó y hasta hubo trancazos esa vez – relató Luis.
– Es difícil aprender a convivir con personas extrañas bajo el mismo techo.
– No solo eso, aprenderle ‘las mañas’ a cada uno y saber lidiar con eso. Uno de ellos a cada rato metía chavas a la casa y se encerraba en uno de los cuartos, nosotros no le decíamos nada pero luego ‘se le juntaban’. Otro, que ya no vive con nosotros, le encantaba la mota y dejaba bien apestosa la casa.
– ¿Pero qué es lo más difícil de ser estudiante foráneo? – preguntó el Caminante.
– Para mí, sostenerse, de repente se acaba la lana y ni modo de pedir más, antes de esto uno no sabe administrarse, pero poco a poco aprendes a cuidar el dinero, o de lo contrario te la pasas comiendo puro huevito.
– Cuando yo estudiaba ingeniería, todos mis compañeros eran bien borrachos, y curiosamente siempre había alguien que
te invitaba a pistear, pero nunca nadie te invitaba a comer.
– Ándele así mero, aunque a veces la familia de nuestros compañeros de aquí de Victoria, nos ven batallando y nos ayudan
de una forma u otra, pero muchas veces sí la pasamos del nabo – comentó ‘Pillín tercero’.
– ¿Y que tal de fiestecitas?
– Nombre, a veces ni tiempo tenemos de ir a fiestas. Una vez mi camarada con el que mejor me llevo y yo, nos quedamos sin dinero un miércoles, estuvimos comiendo pura chatarra, puras ‘maruchan’ y eso porque estaban en oferta. Total que nos invitaron a un cumpleaños allá por la Sagitario, y hasta allá vamos mi compi y yo, ‘a pata’ porque no teníamos ni para el micro.
Íbamos pidiéndole a Dios que hubiera comida aunque no hubiera cerveza, y no, ‘pisto’ había de a madre, pero nada de comer, ¿y sabe con qué nos hartamos esa vez?
– ¿Con qué?
– ¡Con el pastel de cumpleaños! nadie lo ‘peló’, y como nosotros traíamos más hambre que ganas de tomar, pues…
– De por si sale bien caro estudiar en otra ciudad y más ahora que el dinero ya no rinde – dijo el Caminante.
– Y eso sin contar todos los gastos extras aparte de las colegiaturas y la renta: internet, traslados, material, uniformes… y tener que lidiar con compañeros malechotes, que nunca limpian, etc. pero bueno, hay que ponerse las pilas y sobre todo no descuidar los estudios, porque para quienes son de esta ciudad, estudiar puede ser una opción, pero para quienes venimos de fuera es todo o nada. Y no es porque uno se las dé de muy ‘santo’ o de muy correcto, pero pues si ya uno le batalló tanto para estudiar acá, pues es mejor no descuidar la escuela ¿sino para qué tanto sacrificio?
Luis Elpidio y el Caminante se despidieron al llegar a una colonia de la periferia.
El muchacho agradeció el raid, y prometió al vago reportero seguir echándole ganas al estudio, para llegar a ser profesionista y enorgullecer a sus padres, viejos conocidos del Caminante.
Ser estudiante foráneo es a veces doblemente complicado. Un reconocimiento a todos aquellos que lo viven o experimentaron.
Demasiada pata de perro por esta semana.
POR JORGE ZAMORA