Hoy se cumple un año desde que asesinaron a nuestro compañero Toño de la Cruz y su hija, Cynthia.
Aquella mañana, sonó el teléfono celular con una llamada que nadie está listo para recibir. Con el paso de los minutos y muchas otras conversaciones telefónicas, empezó a aclararse la situación, se confirmó que Cynthia no había fallecido en el ataque, pero estaba muy grave.
Tanto, que unos días después falleció en la cama del hospital, a horas de que el cuerpo de su padre fuera sepultado.
Hasta hoy, persiste el cuestionamiento para quien cometió el crimen: ¿por qué -en medio de la atrocidad que significa atentar contra un periodista, un hombre bueno como Antonio- también dispararon a una jovencita de 23 años?
La pregunta es ociosa si se consideran los niveles de violencia que hemos tenido que consignar desde hace más de una década. La atrocidad y la barbarie se han convertido en una constante.
Aquellos días del asesinato, de hecho, se respiraba tensión.
Una seguidilla de homicidios de periodistas habían cimbrado al país y en el estado el clima político estaba enrarecido, a niveles pocas veces vistos.
Un comentario recurrente en las conversaciones durante la campaña por la gubernatura era la posibilidad de que ocurriera en la entidad un nuevo atentado contra la libertad de expresión.
Porque, desafortunadamente, ningún periodista en Tamaulipas puede considerarse ajeno a este contexto de violencia y constante amenaza.
EXPRESO, para no ir tan lejos, ha sido víctima de ataques tan graves como la explosión de un coche bomba, y diversas agresiones contra el personal.
En mayor o menor medida, las redacciones de los medios informativos del estado han convivido desde hace muchos años con la posibilidad de cometer un error, que implique consecuencias funestas.
Por eso, del atroz asesinato de Toño y su hija, surgió también una respuesta sólida, contundente, inédita.
Casi en su totalidad, el gremio se volcó en exigencias de justicia y de protección para desempeñar nuestra tarea.
Falta tiempo para saber si algo de verdad cambió en la actitud de los periodistas tamaulipecos tras aquella jornada aciaga, pero en el registro quedarán las múltiples muestras de solidaridad para encarar la amenaza feroz de la violencia.
La detención del autor material del homicidio de nuestro compañero Antonio de la Cruz y su hija Cynthia es una buena noticia porque representa un avance en el camino de la justicia.
Pero sobra decir que nuestra exigencia sigue siendo la misma que la que externamos desde que se conoció el cobarde asesinato: hace falta saber, además de quién accionó el arma, si alguien lo mandó y sobre todo, por qué lo hizo.
POR MIGUEL DOMÍNGUEZ FLORES