Dos visiones del mundo distintas de dos de los personajes mas jóvenes de la política mundial. Los dos en Latinoamérica, aunque en latitudes lejanas.
Los dos son además un ejemplo de una nueva forma de hacer política, de una sacudida a las estructuras del pasado y claro, con la adaptación de alguna fórmulas no tan nuevas, pero renovadas…
Dos países como Chile y el Salvador parecen tan lejanos y su única similitud serían la desigualdad y sus mandatarios casi contemporáneos.
En Chile, Gabriel Boric, con 37 años de edad, llegó a la presidencia de su país respaldado por los jóvenes y por una población atrapada por estructuras del poder heredadas de una dictadura totalitaria.
El gobierno de Boric surgió de una rebelión estudiantil que estalló en 2006 y llevó al debate los estragos que ocasionó en su país una apresurada privatización generalizada.
Todos los dirigentes, entre ellos Boric, buscaban llegar al Chile de Salvador Allende y su bandera era hacer justicia tras los estragos que dejó. principalmente en lo social, la dictadura de Jose Augusto Pinochet.
Y la única forma de revertir, desde su posición, todos los obstáculos legales de políticas neoliberales en el país es mediante una reforma profunda de su Constitución.
Desde un inicio el gobierno de la esperanza chilena y de la juventud empoderada, ha intentado negociar con el parlamento para dar un vuelco completo a la vida política del país, atorado aún en el pasado pinochetista, principalmente en el sector de Educación y de Salud.
Pero Boric y sus ‘camaradas’ de partido no gobiernan solos, y las viejas estructuras del pasado son respaldadas por grupos económicos transnacionales con una visión de la política y del mundo muy distinta a la de ellos.
Los ideales del activismo estudiantil y político desde la oposición suelen ser muy distintos y en algunas situaciones inútiles al aterrizar en la realidad, principalmente en un país cuya economía depende casi en su totalidad de la minería y del comercio con el exterior.
La esperanza chilena poco a poco se ha debilitado por la falta de acuerdos y consensos entre el grupo político de Boric y de una oposición fortalecida por los errores cometidos por su gobierno, como sucede actualmente con su crisis de inseguridad.
Y es el fenómeno de inseguridad, tan propio de los últimos treinta años en toda la región, que se abordó de una manera muy peculiar en el Salvador.
Nayib Bukele de 42 años gobierna el país desde 2019 (llegó al poder casi a la misma edad de Boric). Desde el primer día de su gobierno se enfocó en el principal problema de su país y le declaró la guerra a las “Maras” , grupo criminal que controlaba una buena parte del país.
El mandatario salvadoreño desplegó miles de soldados por todo el país de manera similar a la fórmula implementada por Álvaro Uribe en Colombia y Felipe Calderón en México.
La peculiaridad de Bukele consiste en la manera tan abierta en que atropella todo lo estipulado en la Declaración Universal de los Derechos humanos y viola todo tipo de tratados a su antojo.
La medida en un país tan lastimado por la violencia de una guerra civil y después con una crisis de inseguridad sin precedentes que echó sus raíces, fue aplaudida y le sumó activos a Bukele.
Su estilo frontal de combate a la delincuencia ha convertido a El Salvador en un estado policial con un aparato de inteligencia que raya en el espionaje.
Y la venta de su modelo al electorado que ya lo consideran una figura emergente… de neopopulismo ha tenido cierto éxito.
Pero el uso desmedido de violencia siempre deja daños colaterales como sucedió en Colombia y en México con la interminable lista de desaparecidos o el fenómeno de los “falsos positivos”, personas inocentes que fueron asesinadas o privadas de su libertad por ser consideradas sin prueba alguna como criminales.
Dos modelos latinoamericanos de dos realidades distintas pero en su esencia, tienen su coincidencias con la problemática que padecen el país, y el estado…
Y probablemente, con los mismos resultados de viejas fórmulas que aún renovadas y efectivas llevadas a la práctica, arrojan siempre, como si fuera Ley Universal, los mismos estragos, lamentablemente siempre catastróficos.
POR ALFONSO GARCÍA RODRÍGUEZ
@pedroalfonso88