La vida es la vida, dijo un amigo. Y aunque no lo hubiera dicho. La vida es lo que es y lo que no es. Es lo que cada quien piensa de uno, es lo que no fue y con ello se queda afuera . Una idea vaga es la vida, que es de cada uno, indescifrable y desconocida.
En un grupo de personas somos desconocidos, somos desconocidos para nosotros mismos. Lo que existe entre todo es el participio, el ente. En pasos sucesivos somos el indigente y el señor presidente.
Vivir no es sino respirar, hablar, trasladarse de un lugar a otro o rotar el cuerpo y hasta un dedo, que se vea la existencia. La reacción inmediata es la gran manifestación de nuestra naturaleza.
Por algo viajamos, como para extender el cuerpo o para con ello hacer extensiva la vida que, por el contrario, es más interna de lo que pensamos. Pero pensamos en saltos, discutimos en un bar asuntos que no llevan a ninguna parte.
Se vive mucho o poco, se elige vivir intensamente la jornada, o con calma y despacio es lo mismo. Cuenta la mirada, la manera de ser, la forma de caminar y de pensar algunas cosas.
En cambio mientras vivimos, morimos de a poco, todos mueren con nosotros cuando mueres, muere lo que ya no existe, lo que ya no ves y en lo que ya no piensas. En otra parte lo que fue existe, pero muere al no ser de nuestra incumbencia.
Morimos para el tiempo pasado donde poco a poco los recuerdos van descansando, el olvido es un aliado de los finales, de los momentos feos o bonitos, del tiempo, el mejor de todos y de los más crueles.
Pero hablamos de la vida y la vida se extiende a la naturaleza, cobran vida los árboles, los tallos que llevan sabia como nosotros sangre, en las hojas como agua, en las aves multicolores y en las mariposas bajo la lluvia. La piedras vibran y sostienen una vida lenta y casi eterna como la de las tortugas.
Rica en recursos la vida tiene hasta excusas, pretextos, verdades, mentiras, sueños, ilusiones, decepciones y satisfacciones. Tiene de todo la vida: amor y desamor, encuentros afortunados y desencuentros, lucidez y delirios, locura y cordura. La vida para que exista es pública y es privada a donde nadie la vea.
Es la vida un puño de problemas con las soluciones puestas en la misma canasta, un llanto que lleva debajo una sonrisa perfecta. Todos hemos visto cómo surge la vida después de contemplar un rato, en Ia trifulca y en el ocio, en el borde de las mesas, la fabulosa vida muestra excelencia.
Las palabras habladas o escritas son engañosas, antes de plasmarse en los oídos del escucha, hay otros que las han dicho, otros nos dijeron: di esto y lo otro. Luego lo olvidamos todo y lo cambiamos, en el contexto existimos muy poco.
Alguien menciona nuestro nombre y nadie se levanta para decir presente, «ahí te hablan», dice el acompañante, somos nosotros, soy el que viste y calza y es tarde para negar una calle caminada, una piedra lanzada con la mano escondida.
Estamos condenados a vivir y por el momento es lo único que sabemos, desconocemos qué sigue. Con dificultad parpadeamos para visualizar las calles posibles, el mapa en el Google al cual tal vez iremos.
La vida desde luego es un viaje, es el tren y el pasajero, de donde venimos y el destino, las estaciones y el paisaje. Es el vuelo de un transe, es un lápiz dibujando en una hoja en blanco, la vida es la mano, el niño que escapa y el anciano que se aleja en silencio en la inmensa tarde, silbando.
Pocos ven nuestra vida, incluso poco ven la propia. Siendo tan amplia, la vida más que afuera es la voz interna, donde hay un mundo y vive el animal de adrenalina, una estrella estratégica que nos ilumina sin recibo de luz, para qué me acordaba, bajo la piel chinita. Sutil, la vida es lo que es, inexplicable e inocente, ingenua como yo que intento describirla.
HASTA PRONTO
POR RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA