El Caminante circulaba en su viejo Nissan Sentra repasando mentalmente la lista del mandado, de camino al súper. Avanzaba esquivando los baches de la avenida lomas del santuario por el carril lateral, y al llegar con el cruce con la calle República de México (también conocida como ‘la bajada al ejido loma alta’), miró al semáforo para asegurarse que la luz verde le favoreciera, y al comprobarlo pisó confiado el acelerador.
Repentinamente un coche se le atravesó e hizo sonar el claxon muy enojado, el Caminante volteó a ver el otro semáforo y se dio cuenta de que el fulano ese ya tenía luz verde.
“No puede ser, si acabo de checar y tenía el verde para mí” pensó el vago reportero, y no le quedó más que levantar la mano en señal de disculpa con los demás automovilistas.
Horas más tarde volvió a pasar por el crucero. Le tocó esperar luz verde con tres vehículos delante de él. La fila comenzó a avanzar y el Caminante aceleró.
Justo cuando estaba a mitad de crucero, el semáforo cambió repentinamente de verde a rojo, sin emitir los clásicos destellos verdes y tampoco se encendió la luz amarilla, es decir la preventiva.
Fue entonces que comprendió cuál fue la razón por la que casi lo chocan en la mañana: el semáforo no estaba funcionando correctamente.
Más tarde llamó a la Delegación de Tránsito, pero nadie atendió. Luego de dos intentos más se dio por vencido. A la mañana siguiente cuando estuvo de nuevo en ese crucero y le tocó estar al mero frente, comprobó el desperfecto en el aparato electromecánico, pero esta vez fue testigo de cómo un coche se le fue encima una moto, la cual cayó mandando al piso a sus dos tripulantes: el mal funcionamiento del semáforo ya había tenido una consecuencia de gran riesgo.
Afortunadamente, la pareja que fue a dar al pavimento no sufrió lesiones graves, ambos se incorporaron de inmediato, volvieron a montar su Italika y se fueron.
El Caminante, metiche como es, se estacionó calles adelante y esta vez llamó al número de emergencias. Sin embargo, la operadora estaba más interesada en identificar la ubicación, teléfono y nombre de quién intentaba hacer el reporte que de brindar la ayuda.
Finalmente le dio oportunidad al reportero de explicar su inquietud y preocupación, pues seguramente en horas pico, esa intersección volvería a causar algún tipo de percance.
“Nosotros pasaremos el reporte” fue todo lo que le respondió la operadora. Veinticuatro horas después, el semáforo no solamente fallaba, sino que para las calles que atravesaban la gran avenida, estaba apagado.
Tan solo en ese breve momento que el Caminante circuló por el cruce, observó como varios vehículos se picudeaban para ganarse el paso. Ya no quiso esperar más y se dirigió directamente a la delegación de tránsito.
En la entrada al destacamento se topó con uno de los peritos más picudos que se las saben de todas, todas, además de ser viejo conocido del Caminante, a quien le comentó la situación.
“Te sugiero que pongas el reporte en barandilla, y ellos se encargan de pasarlo más arriba” le aconsejó. “Esas piezas salen bastante caras mi amigo, y sinceramente no creo que eso vaya a quedar arreglado hoy” dijo el veterano oficial.
Resulta que lo que estaba dañado no era la parte mecánica sino la electrónica, ‘la tarjeta madre’ en especial, y ese componente para los nuevos modelos de semáforo, para empezar, es muy difícil encontrarlos en el país, y su precio puede ir desde los 3 mil dolarucos, hasta los 5 mil billetes verdes, lo cual resulta muy costoso para cualquier administración municipal.
El Caminante, un poco frustrado fue a barandilla, cuyos elementos le informaron que del 911 no habían recibido ningún reporte aún.
Por la noche, el mentado aparato ni siquiera estaba funcionando, pero lo irónico del caso, es que los automovilistas parecen tomar más precauciones con un semáforo apagado que con un encendido, pues de los cinco carriles que convergen en la intersección, todos hacían una pausa prudente para atravesar el crucero. Por como se ve el asunto, situación podría prolongarse un buen tiempo, lo cual preocupa pues en una semana inicia el ciclo escolar, y con ello el tráfico se volverá un caos.
Ojalá que las autoridades municipales se pongan las pilas para tomar cuidado de esto, pues no es solo uno, sino muchísimos semáforos que presentan fallas.
Cierto es que reparar todos los semáforos sería una inversión multimillonaria, que afectaría críticamente las finanzas del ayuntamiento, pero también es un hecho que lo que está en riesgo, no son solo posibles daños materiales entre autos, sino la vida de miles de victorenses que podrían resultar lesionados en percances viales. Dios nos agarre confesados.
POR JORGE ZAMORA