«Eres plato de segunda mesa m’ijo”, le había dicho su abuela alguna vez para describir como lo trataban sus padres y sus hermanos. Sin embargo, a Nicasio eso no le importaba en ese tiempo, pensaba que necesitaba esforzarse y lograría un mejor trato en su familia. Pero ese día parecía que todos y en todos lados lo consideraban “plato de segunda mesa”.
Se había levantado temprano, antes de las 6:00 a.m., se arreglaba para ir a la escuela cuando, como casi todos los días, vio a su padre y lo saludó, obtuvo un sonido gutural apenas audible como respuesta, sabía que no le gustaba que fuera a la escuela, y apenas si le prestaba atención.
Alguna vez, de las pocas que habían hablado, le había recriminado su padre “ deberías de trabajar como tu hermano, ¡gana mil pesos por semana!, pero no sabes hacer nada…”, su hermano trabajaba como ayudante de albañil y a él su padre le menospreciaba el trabajo que hacía por las tardes en la oficina de un ingeniero donde trabajaba medio tiempo y le pagaban 100 pesos el día, aunque su principal ganancia era el aprendizaje.
Mas tarde, en la escuela, trató de exponer una clase, para la cuál se había preparado pues quería mejorar sus calificaciones, sin embargo, el maestro le pidió a otro de los alumnos que lo hiciera, aunque claramente no iba preparado para ello.
Tampoco convivía con sus compañeros de clase, algunas veces lo habían invitado a jugar futbol o algún otro deporte, pero como se sentia torpe e incapaz de jugar al nivel de los demás, le daba vergüenza hacer el ridículo en el juego. De por sí, algunos de ellos hacían bromas crueles por su aislamiento.
Se sentia solo, diferente a los demás, raro, agobiado por las muestras de desprecio, quizás las que le afectaban mas eran las de su propia familia. Se sentó en una banca en un parque cerca de la escuela, triste, sin embargo, trato de cambiar sus pensamientos y atrajo recuerdos de Beatriz.
Beatriz era una joven mas o menos de su edad, bonita, de grandes ojos negros y una sonrisa coronada por pequeños hoyuelos que se le formaban en las mejillas al sonreír. Poco, por no decir nada, había sido el trato que había tenido con ella, de hecho, la única vez que había tenido un contacto con ella fue en la biblioteca, una tarde que estaba haciendo una tarea.
Ella estaba ensimismada leyendo un libro cuando Nicasio la vio, le pareció que era un ángel. Ya se había percatado de ella en otras ocasiones, desde entonces lo había cautivado, su cara, sus ojos, su sonrisa, su cuerpo que era una invitación para admirarla y una risa alegre, contagiosa imposible de ignorar. De pronto, ella alzó la mirada, y por un instante se vieron a los ojos, el sintió que le decía algo, pero ella ya no volteó, hubiera querido seguirla, acompañarla, pero no se atrevió. ¡Si alguna vez tuviera el valor de hablarle, de decirle cuanto la admiraba, como sería feliz si un día quisiera salir con él!, pero tenia pavor de ser rechazado.
En las noches de verano acostumbraba a subir a la azotea de su vivienda a tomar la brisa que lo refrescara y cuando el cielo estaba despejado veía las estrellas en el cielo, las primeras veces trataba de identificar las constelaciones: Osa Menor, la Osa Mayor, la constelación del Dragón, Casiopea, después identificó a las estrellas como sus sueños, bellos, espectaculares, pero inalcanzables. Una de esas estrellas era Beatriz.
Ese día, a pesar de ser de los más trágicos para él, había tomado valor y le había dejado una nota en su pupitre pidiéndole salir con él, había averiguado en que salón estaba y preguntó ese día donde se había sentado. La desilusión vino más tarde, cuando encontró el papel tirado en el patio, era arrastrado por el viento que soplaba, lo recogió, no quería que nadie se enterara que lo había escrito.
Estas calamidades desatadas durante el día hacían sentir a Nicasio que estaba solo, porque además no había nadie con quien compartir sus desgracias, y cuando uno notiene con quién desahogarse, es que realmente está solo, la realidad le mostraba que era “plato de segunda mesa”.
De pronto, sintió que alguien le tocaba el hombro y le daba un suave beso en la mejilla, volteó sorprendido y ahí estaba Beatriz con esa sonrisa que lo había cautivado y diciéndole “Que crees se me cayó tu papelito y no sé dónde quedó, pero si quiero salir contigo, te iba a responder ahí mismo, pero se me perdió, ya no quise escribirte la respuesta, preferí hacerlo en persona, discúlpame…”. En ese momento Nicasio, sentia que valía, que todo el mundo lo veía con admiración, que el era el centro de la atención, que esa noche podría tocar las estrellas del cielo con solo levantar sus brazos, que sus sueños iban a ser realidad, que en adelante no volvería a ser “plato de segunda mesa” porque era el invitado de honor.
POR EL FARO / FRANCISCO DE ASÍS