Aquí estoy ya, como si supiera qué es la felicidad, como acabando de vender todos los dulces o escuchando la hora de salir al recreo. Como quien ve llegar su chava a la primera cita, y le habla ¿dónde estás? ¡Aquí estoy frente a ti! ; como el día de mi cumpleaños que hoy es más que nostálgico.
Feliz como una lombriz y hay que ir al cine para simular que somos un matrimonio perfecto, le dice el esposo a su esposa, uno de los momentos más maravillosos que ocurren en sus vidas, él tal vez nunca lo sepa.
En la tierra donde se hacen las flautas de harina estoy, comiendo una me hago feliz. Me siento el diminuto unicornio que escapó de su fantasía. Llega un correo y salgo al escuchar la ocarina del cartero, debo ser feliz con eso, ¿pero en el sobre qué dejó? , ¿qué dice la carta?
Me entusiasma la idea de ir al parque, ojalá no haya nadie, me deprimen las multitudes, ignoro cómo puedo ser feliz sin estar acompañado, solitario leyendo un libro. Y sin embargo la felicidad no está al servicio de cualquiera , ni de quien puede comprarla, ni de aquel que lucha a muerte por obtenerla. Es quizás una utopía.
Hay felicidad cuando hacemos las cosas que nos gustan. Cuando somos buenos con sólo no hacer daño a nadie. Por eso uno es feliz cuando hace feliz a otro. Tendríamos que ser sigilosos como los gatos para no hacer ruido, cautos para no salirse de la raya y bajarle dos rayitas. Pero tampoco va el hombre por la vida con una cinta métrica.
He llegado a pensar que no venimos al mundo para ser felices. A veces me queda claro que se conoce la alegría en los términos que hemos estado tristes y por eso logramos medirla. Se puede ser feliz con poco. Otros ocuparían mucho, demasiado.
La alegría de cierta manera es el sitio en donde estemos, mas adentro hay una búsqueda local de cada quien tratando de encontrar dónde dejamos las sonrisas.
Hay felicidades que duran años con breves intermitencias de amarguras, y escasas alegrías intercaladas entre grandes amarguras. Asi es la vida. Hay quienes viajan de la alegría a la tristeza en un día y otros tardan años para saber realmente lo que fue la tristeza.
Oye, Felicidad: te digo adiós todos los días y sorpresiva vuelves. Apretada a mi pecho, en canciones que escucho de una lejana radio, llegas con los recuerdos, también a eso le sabes.
Sabe a miel, es un caramelo en los juegos de feria, la felicidad ronda las bebidas en medio de dos que conversan, en el poema que conmueve, en el equipo que milagrosamente obtiene un triunfo fuera de casa.
Hay alegría en Ia luz que llega de repente y respiras. Es un beso la felicidad contenida del planeta y su inexistencia. Ante la belleza y el asombro, en el recurso fantástico de lo creativo, hay felicidad en un simple dibujo.
Hay felicidad en la voz escuchada, en el silencio que borra una mala palabra, en la ducha tarareada, en la mirada de la mujer amada, en los confines del mundo y aquí mero, en los pies y en los cabellos que juegan en el cuerpo, en los ojos como peces en un gran lago, en el placer de ser inmensos y el saber que estamos vivos.
Acerca de la felicidad, por ser relativa, cada uno tiene un concepto. Con eso anda por el mundo buscando lo inhallabe. Inesperada, la felicidad es una realidad democrática, está en sitios remotos y en ocasiones muy cerca de nosotros, cuerdos y locos.
Tengo para mi, no sé ustedes, que no estamos locos, somos felices, niños ingenuos, sencillos personajes. No para siempre, tampoco para nunca, la felicidad es una fase de nuestra vida, un extremo delgado del mecate, un espacio para brincar en el pasto, tenderse en el patio de lo prohibido y amar con los cinco sentidos.
HASTA PRONTO
POR RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA