Manuel Raga Navarro, está a punto de cumplir 80 años de edad y hoy se siente mejor que nunca. Sonriente y con seguridad al andar, cruza la puerta principal de las oficinas del Instituto del Deporte de Tamaulipas, el cual dirige desde hace un año.
“¡Buenos días, Lulú!, ¿Cómo está?”, le pregunta a la incansable recepcionista que ha custodiado la entrada del lugar durante al menos tres sexenios; “¡Muy bien, Profe, buenos días”.
En su oficina, ya lo esperaban el programa de pendientes y actividades del día y su inseparable botellita de agua.
En el lugar también hay un objeto que resalta entre todo, y que aunque diario lo ve, siempre atrapa su mirada.
Se trata de la playera del Ignis Vitese de Italia, el equipo profesional de baloncesto, donde jugó durante seis años, fue campeón seis veces y donde se convirtió en un leyenda, tanto, que ya hasta le entregaron las llaves de la ciudad de Varese; donde por cierto, en el 2010, gracias a un homenaje que le rindieron, se reunieron 60 mil Euros y se edificó un Hospital Infantil.
“El Profe” se llena de recuerdos mientras mira la playera con el número 15 y explica que “La historia no comenzó ahí, es más, no es como todos creen, el inicio, no fue en Aldama, nací en Las Alazanas, es un ranchito”.
Fidel y María Luisa, eran maestros rurales, trabajaban en Estación Cervantes, un ejido del municipio de Altamira, donde Manuel vivió hasta los diez años y donde el único deporte que se practicaba, era el beisbol, así como tirar piedras para matar lagartijas.
El nacido el 14 de Marzo de 1944, de la nada, comienza a sonreír, se acordó que “Una mañana que yo jugaba a las canicas, me mandaron a comprar azúcar, yo estaba ganando y me fui muy enojado, en el camino hallé una piedra bonita, redondita y que escucho el sonido de un guajolote, no sé qué diablos me dio, pero que le lanzó la piedra y ya nada más escuché que gritó, ahí me di cuenta que tenía puntería”.
Tampoco olvida el regaño que esa noche le metió el Maestro Fidel, cuando se dio cuenta de la “travesura” de Manuelito.
Lo que sí, es que “En casa siempre hubo abundancia de buenos sentimientos, de mucho cariño por parte de nuestros padres, gracias a como fueron ellos, mis hermanos y yo nos corregimos”.
A los nueve años, se tuvo que despedir de casa, “por que en el rancho, no había quinto año en la primaria, así que me fui a Madero, viví con un compadre de mi papá, y ahí empecé a jugar futbol”, confiesa tímidamente.
“Me decían que tenía chance de jugar con Orinegros de Madero, es que quedé campeón goleador y campeón estatal en juveniles, jugué dos preliminares de la Jaiba en el Estadio Tamaulipas, pero ya estaba metido en mí el gusanillo del basquetbol…”
En ese momento, estaba indeciso si se iría por la canasta o la portería, pues “Ya estaba jugando un preliminar de fútbol en el Estadio de Tampico, ganamos y el ingeniero Antonio Morales, que me daba clases en el Tec y era uno de los directores de la termoeléctrica, bajó al vestidor, me felicitó por el partido, pero también me dijo que si me veía otra vez jugando fútbol, no iba a pasar ni su materia, ni la de sus compadres, entonces se acabó el fútbol para mí y comenzó mi vida en el baloncesto”.
“Me seleccionaron para el Estatal de Tercera Fuerza, jugaba contra muchachos de 25 y hasta 28 años, ahí ganamos el campeonato, así que me llevan al Nacional de Segunda y después me seleccionan para del Nacional de Primera”, el cual ganó junto a sus compañeros, fue el primero en la historia de Tamaulipas.
“Entré a la Selección Mexicana a los 18 años y nos comenzamos a preparar para los Juegos Panamericanos, tras varias semanas de entrenamiento, “No aparecí en la lista, pero el Presidente de la Federación preguntó el ‘porqué no estaba el flaco aquel’, le dijeron que era por jóven, pero él les ordenó que me tenían que llevar y ahí va el colado de Manuel Raga con la Selección”.
Antes del viaje, habló con el profesor Fidel Raga y le pidió que le diera chance de ir, le aseguró que si le iba mal, se retiraría inmediatamente del basquetbol.
En Panamericanos inició en la banca, pero terminó jugando, contra Perú participó todo el partido, hizo 20 puntos y desde ahí, no soltó la titularidad en la Selección.
El destino le sonreía al tamaulipeco y ahora jugó el torneo Preolímpico de 1964. Y después, logró el sueño, participó en los Juegos Olímpicos de Tokio.
“Fue inolvidable, conocer un país que solo ves en las películas y periódicos, todos los japonesitos se parecían (ríe), pero gran trato de la gente, fue una cosa realmente emotiva”.
LA CRISIS QUE SUPERÓ Y LO CONVIRTIÓ EN EL MEJOR
Cuando parecía que todo era miel sobre ojuelos, vino una nueva prueba en la vida del tamaulipeco, esta vez, fue una que casi lo deja “tendido en la lona”, pero le supo dar la vuelta y la utilizó para convertirse en leyenda.
“Era septiembre del 65 y una mala caída en el Centroamericano hizo que me lastimara la rodilla, estaba bastante inflamada y me inyectaban para que siguiera jugando el torneo, yo lloraba en mi cuarto, pensaba que se iba a acabar todo para mí”.
“Seguí jugando en una gira en Estados Unidos, tenía mis ratos buenos, pero me detenía el dolor, llegando de esa gira, decidí dejar la Selección, me llovió, me amenazaron con castigarme de por vida, pero con mi rodilla ya no se podía”.
“Volví a Tamaulipas triste y desilusionado, pero me vine a terminar mi carrera y a recuperarme. Comenzó una nueva vida, me iba todos los días de Tampico al Ingenio de El Mante a revisar unos transformadores, también a la central de los tranvías de Tampico, todo lo hacía yo sólo, hubo días difíciles, pero salimos adelante”.
Pese a su nuevas actividades, el deporte siempre estaba en su cabeza, y un día se encontró al fisioterapeuta del equipo de fútbol de Tampico, quien le comenzó a dar terapias en la rodilla.
“Dejé el basquetbol por tanto brinco, se me ocurrió irme a correr a la playa, antes todo eran dunas, eran como montañitas, desde el faro, eran como cuatro kilómetros y regresaba trotando con el agua en las rodillas”.
“No le fallaba y cuando menos acordé, superé la crisis, empecé a ir al gimnasio yo solo y que la meto en la canasta con una facilidad, dije ¡Ah canijo!, era la constancia de ir todos los días a correr a la playa, lo que me hacia brincar así, y me puse a jugar voleibol en un equipo que tenía Pemex, en esa disciplina también me invitaron a participar en la Selección Nacional, así como en Salto de Altura”.
Sanó la rodilla, y la potencia, lo llevó a gozar de un tremendo salto en vertical, que le permitía ganar muchos rebotes, e incluso parecía que podía “suspenderse en el aire”.
En el Mundial de Montevideo de 1967 tuvo una tremenda actuación contra la respetada Selección de Italia, “Les dimos una barrida, ahí me dijeron que si me gustaría ir a jugar a Italia, pero les dije que no”.
EL 68 NO SE OLVIDA
El 2 de Octubre de 1968, es un día gris que quedó marcado en la historia de México, pues ocurrió la masacre de estudiantes, en la Plaza de las tres culturas de Tlatelolco, esto tan solo diez días antes del inicio de los Juegos Olímpicos de México, los primeros en la historia de Latinoamérica.
“Yo iba muy seguido a comer tacos de mole al Café Tacuba, por Bellas Artes, por que ahí se juntaba un señor que era el padrino del basquetbol en México, el Señor Solér, quien tenía una fabrica de deportes, yo era su consentido”.
“Ese 2 de Octubre quedé de desayunar con él, pero saliendo del Comité Olímpico los soldados se me pusieron enfrente y me dijeron que nadie podía salir, pues había problemas en Tlatelolco. Entonces no hubo café ese día”. En el certamen, México abrochó el quinto puesto, “El equipo estaba muy bien amalgamado, pienso que pudimos hacer un poco más”.
El tamaulipeco vivió 17 años en Suiza, donde también jugó y rompió récords, ademas fue clave para que México calificara a los Juegos Olímpicos de Montreal. En el último partido estaba lesionado y faltando seis minutos y medio para el final, México perdía por ocho puntos contra Brasil, lo metieron, hizo 18 puntos y “llevó a México” a la justa olímpica.
HIZO HISTORIA EN ITALIA
Posteriormente en una gira por Europa, el tricolor venció a España, al Real Madrid, a Francia, a Bulgaria, a Alemania, a Marruecos y a Yugoslavia.
“Vamos y les ganamos a los campeones de Italia, esa noche anoté treinta y tantos puntos y otra vez se me acercaron, pero no les hice caso por que ya me habían invitado a Ohio y a los San Antonio Spurs en Estados Unidos, además en España me ofrecían ya dinero si me iba”.
“Jugamos un torneo donde enfrentamos al Ignis de Italia y gané medallas de mejor jugador y anotador; Una semana después llegan tres hombres italianos al “Hotel Del Prado” en la Ciudad de México, llegaron con dinero y contrato. Ahí sí decidí irme a Italia”.
Jugó seis años en la Liga italiana, donde tres veces fue campeón de la copa y tres de la Europa League.
En 1970 se convirtió en el primer jugador no estadounidense en ser incluido en el Draft de la NBA, y resultó elegido por los Halcones de Atlanta en la décima ronda.
PODER DECIR ADIÓS ES CRECER
Su retiro del baloncesto en 1980, se convirtió en entrenador de Básquetbol, de 1994 a 1998, fue el Presidente del equipo Correcaminos de la UAT, que hizo campeón en 1997.
En el 2000 fue galardonado en Los Pinos por el Presidente Ernesto Zedillo; en el 2016 fue inducido en el Salón de la Fama de la FIBA, también nombrado “El Mejor Basquetbolista del Siglo” y “El mejor basquetbolista mexicano de la Historia”.
Todos esos reconocimientos, son invaluables para el hijo de María Luisa y Fidel, pero hace una pausa, respira y revela que “Hay otras cosas que me llenan más de orgullo, por ejemplo que en Italia escriban en libros que ‘Se me recordará más por la clase de persona y calidad humana, que por lo que hice como jugador’, me quedo con eso y con la gente, ese es el máximo triunfo”.
POR DANIEL RÍOS