Yesenia siempre fue una niña muy alegre y risueña. Siendo la primogénita de su familia y la mayor de todos sus primos era una líder natural al jugar beisbol, ‘al 18’, a las rondas y ‘correteadas’.
Admirable declamadora y abanderada en la escolta, Yesy siempre destacó en lo académico así como en deportes y actividades artísticas.
Ángel, padre de Yesenia y amigo de la infancia del Caminante, siempre se sintió plenamente orgulloso de su hija.
Sin embargo, algo cambiaría cuando la menor entró a la secundaria. Desafortunadamente la pequeña Yesenia fue víctima de bullying por parte de sus compañeros, quienes no perdían oportunidad para burlarse de su peso.
Y aunque Yesenia tenía una complexión física regular, los señalamientos de ‘gorda’ la acompañaron por tres largos años. Yesy se esforzaba en practicar deportes con más ahínco que los demás, y a pesar de desarrollar músculos fuertes y definidos, esto parecía no complacer a los fieros jueces que tenía como compañeros de clase.
En el último año de secundaria, una amiga de otro salón le dio un mal consejo que vendría a ser devastador. A partir de entonces, la ya adolescente desarrollaría un desorden alimenticio.
Cada día, después de ingerir alimentos, Yesenia se llevaba un dedo a la garganta hasta hacerse devolver la comida. Al principio lo hacía con miedo, además de sufrir las consecuentes molestias.
Pero al paso de las semanas notó que su barbilla se afilaba y su talle se reducía. Esto fue el inicio de su bulimia. Convencida de que esa era la mejor manera de quitarse “esos kilitos de más” Yesenia continuó vomitando durante meses.
Cuando se acercaba la celebración de su Quinceañera, Tere, su madre, le hizo el comentario de que se estaba adelgazando de más. “Mija, no te estreses por caber en el vestido, ¡yo te veo muy flaca! tienes que comer bien” le reprendió su mamá aquella vez, a lo que la jovencita solo atinó a responder “es por los nervios ma’…”.
Yesenia ingresó al CBTis y ocurrió algo que no se esperaba: se volvió popular entre los jóvenes que admiraban su peculiar silueta: sus piernas musculosas a causa del ejercicio (volibol y basquetbol), su estrecha cintura y los rasgos afilados de su rostro.
Todo parecía indicarle que su desorden alimenticio era en realidad una buena estrategia. Un día que platicaba con sus amigas en un receso de clases, Yesenia sintió un crujir entre sus dientes al estar disfrutando una paleta de caramelo: uno de sus premolares se había partido a la mitad y la encía le sangraba.
Por la tarde, al ser examinada por la dentista, una pregunta por parte de la profesionista la hizo estremecer:
– Yesenia, ¿desde cuando estás vomitando? La joven se quedó impávida al recibir el cuestionamiento ‘a rajatabla’.
– No ¿cómo cree? yo no hago esas cosas – respondió Yesy con nerviosismo. – No me mientas Yesy, tienes destruido el esmalte de la mitad de los dientes y una halitosis leve. Son dos de los síntomas innegables de la bulimia.
– No, se lo juro… – No me jures nada Yesy, te conozco desde que estabas muy chiquita y siempre nos hemos hablado con la verdad. Voy a tener que decírselo a tus papás. Fue así como Angel y Tere supieron del problema de Yesenia, quien con lágrimas en los ojos lo tuvo que reconocer ante ellos.
Pero esto solo sería la primera llamada de atención. Con el tiempo la joven desarrolló una afección en el esófago y anemia crónica, además de un problema hepático.
Luego su cabello lo resintió. Lo peor del asunto es que llegó un día que su cuerpo, acostumbrado a devolver la comida, la hacía vomitar involuntariamente.
Poder probar bocado y no regresarlo, se volvió un verdadero viacrucis para la joven. “Yo que pensé que vomitando iba a quedar flaca pero en vez de eso acabé desnutrida” confesó una vez Yesenia al Caminante cuando la fue a visitar al hospital y a donarle sangre.
“Ya no sabemos qué hacer con esta muchacha compadre, aunque a veces nos dice que ya entendió y que ya le va a parar, ni las enfermedades ni la psicóloga la hacen entender” relataba Ángel al Caminante hace algunos años, desesperado y triste de ver cómo su hija, su princesa y su mayor orgullo se iba consumiendo cada día más.
Por cuestiones de trabajo, Ángel y su familia se mudaron a Nuevo Laredo en 2019. Luego llegó la pandemia y perdieron comunicación con el Caminante. Hace un mes, y después de años de no publicar nada en sus redes sociales, Ángel hizo un post en Facebook despidiéndose de su adorada hija, que falleció a causa de complicaciones renales.
“Te fuiste demasiado pronto” se lee al pie de una foto de Yesenia, con el rostro pálido y muy delgado, recostada en una cama de hospital. Aquella adolescente deportista y alegre solo quedará en nuestros recuerdos y en nuestros corazones.
Por Jorge Zamora