Lo tangible del arte está en las yemas que son los espejos del alma. Tocar el arte es acercarnos con los ojos que intuyen la forma y el color que se zambullen a las niñas de nuestros ojos.
La masa que desborda sus orbitas para sentir al tacto de los ojos la plenitud de la obra de arte. Las artes visuales combinan un firmamento de cosas, no solo es lo táctil y lo visual, las combinatorias son múltiples y contraen un hedonismo de palabras y objetos determinados por su uso, esto es, la capacidad de nuestros y las manos para mirar y sentir el objeto del arte.
Así el arte es un complejo social que separa y une a los universos cotidianos, esos que contenemos en nuestras manos y en nuestros ojos como una memoria única y múltiple a la vez.
El arte así es un sentimiento de lo tangible que unifica as palabras con las cosas. Dentro del panorama de nuestras artes visuales se distingue el trabajo de Olga González, artista jaiba brava, que nació en los talleres de arte de Cain Valdez y José Luis Díaz, mancuerna de magníficos maestros de arte en Tampico, Tamaulipas.
Desde tiempo atrás he seguido a su obra, de capítulos singulares, puesto que en ocasiones abandona el trabajo en la tela, por tocar de cerca a los objetos, que vuelve vivos, que corona un resplandor de colores y atributos de la miniatura que la hacen un artista peculiar en artes plásticas de nuestro estado.
Crítico si, la ausencia de una continuidad, de obras que podrían estirar más, sobre todo en sus lienzos donde el color alegórico, y su sensualidad me parecen asombrosos. Quiero decir con esto en el sentido de que la obra debe llegar más a los formatos grandes por su intensidad de figuración y color tienen el poder de trasportarnos a los linderos de los sueños.
La he considerado una mujer de lo sensible, toca y encanta, fija su mirada con obsesión sobre el objeto y detiene su pincel en la hondura de fantástico placer. Por un lado lo figurativo expresionista y por el otro el surrealismo de sus objetos en huevo de avestruz que nos ofrecen una poética del objeto.
En realidad allí se concentra su capacidad imaginativa, lo casual y hedonista del objeto, su lenguaje metafísico y corporal del huevo como un lienzo que se aborda así mismo con sus sueños.
Esto sin duda la llevara a la escultura, a un proyecto de mayor alcance y ambición. La vida de un artista se mide por sus obras, como Isaías, el Profeta,; “por sus yemas los conocerás”. Las yemas que articulan los sentidos, las yemas que abren el alma
y el amor. Creo, y estoy seguro que debe empeñarse en obras mayores para salir de los espacios peque – ños a la intensidad de su color y figuración que la empuje a objetos de mayor dimensión y posibili – dades gráficas y pictóricas. El huevo por su plasticidad y poética es un medio elocuente y expresivo, sus manos han to – cado los universos abombados para confluir en sus sueños plasmados en breves dimensiones. Olga González respira una sensualidad innata, el redondeo del objeto así lo expresa. No es un acto de lo casual, es la semiología de los lengua – jes plásticos traducen las honduras y volúmenes de esta sensualidad del objeto.
El objeto del arte lo expresa, no es nuevo, siempre está vigente bajo la óptica de quien construye la visión del arte en una sociedad ple – na de objetos, se trata de distinguir, la capacidad del espectador, separar a los objetos y encontrar el arte en alguno de ellos. Al buen espectador pocas miradas. Hay un corazón por delante dis – puesto amar lo que toca y construye. El arte es simbólico, y se impregna de nosotros, no hay ar – te sin espectadores. Estos también son artistas, los más difíciles artistas que contribuyen con el placer del arte para crecer ante nuestros ojos, la verdad del arte que existe y que se inventa de lo cotidiano a lo excelso. La obra de arte.
Ya es tiempo de que Olga saltar las barreras del objeto de los pequeños formatos para entrar con fuerza, coraje e intensidad a obras de ma – yor empeño. Cierto, el arte no se mide por me – tros. Pro las tareas de un plástico aborda nuevos tiempos, frescos retos. Quiero entender esto como el coraje de todo artista a incursionar por caminos que parecen imposibles y no frenar esos impulsos existencia – les. Olga González tiene un reto ante sí, que puede escalar espacios mayores.
Su trabajo ha sido expuesto en museos y galerías de Tamaulipas, y en otros Estados de nuestro país, incluyendo obras en los Estados Unidos. Su trabajo es interesante, y por lo mismo, el paisaje telúrico de sus objetos y obsesiones es – tán para más. Es importante resaltar el trabajo de las artistas tamaulipecas, que desde mi punto de vista pode – mos integrar doce artistas excelentes en el pano – rama de las artes visuales del Noreste de México. Pero ella viene del mar, palabra mágica.
POR ALEJANDRO ROSALES LUGO