8 diciembre, 2025

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Historia en espera de nuevos elementos

CRÓNICAS DE LA CALLE / RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA

Apagaron la luz, cerraron y se fueron, alcanzaron a escuchar a la señora de enfrente decir:
-mañana habrá tamales.
No le entendieron. Iban echos madre hasta que ella recapacitó y preguntó
-¿Porqué la prisa?
Él se le quedó viendo con la frase muchas veces dicha por dentro: «como si no me conocieras «, pero nada dijo. Estaban en el primer párrafo que escribo, no podían defraudar a los lectores.

Había qué cumplir con la narrativa de ir tomados de la mano, con largos silencios como si fuesen un matrimonio perfecto, y sin embargo, para cumplir con la modalidad, ni siquiera se habían casado. Ese era otro requisito. Él no quiso recoger una flor de las que crecen a la vera, no más por eso, para no verse simple y predecible.

En este mundo, en este momento, hay muchas posibilidades para una pareja, ella y el, de estar en otros lugares, bajo otra circunstancia. Hoy están aquí detenidos en mis letras, resbalando por la tinta hacia un final inesperado que yo mismo desconozco.

De pronto un silencio pasó por encima de la soledad y se sintieron extraños, entonces como dos náufragos desesperados buscaron sus manos allándolas en el sitio donde las habían dejado, respiraron aliviados de que aún podían hacer la magia del imán que los había atraído desde el origen. Nacimos el uno para el otro. Se dijeron sin hablar, con cierto miedo, pues no habían pensado en ello.

Avanza el tiempo, es un cochecito rápido que se abalanza hacia el espectador. Es un espectáculo el taller con la música de golpes y esmeriles, a un costado permanecen los pacientes fierros de la cirugía. En un abrir y cerrar de ojos  prometedor.

Nadie en la vida puede alardear de tener escrito el sitio a donde se dirigen y por más que les preguntaran debían mentir prematuramente. Aquí en corto, a dar la vuelta, no sabemos, quien sabe, vamos nomas, no voy me llevan, y todas serían respuestas válidas. Aunque ambos comenzaban a sospechar que no iban a ninguna parte.

Sería lo de menos, el señor aquel que carga dos maletas tampoco conoce el verdadero destino que lleva, lo que diga será pasajero, pronto se volverá un historia y estará en donde menos piense. Los inquilinos que llegaron a la amplia casa, a media cuadra creerán que llegaron, pero nada es más falso que creerlo.

Además, ambos tan sanos que bien podrían ir en bicicleta y dar vuelta en cualquier esquina para llegar lo más pronto posible a donde hasta ahorita nadie sabía.

La película cuyo principio ustedes están viendo podría llevarnos a un pintoresco pueblo de Francia, ojalá eso fuese, pero van por la calle bajo el riesgo que ello confiere, confiados el uno del otro, vuelven a tomarse de la mano.

En una ficción tipo Borges la historia debería concluir en un sueño del que de pronto uno de los dos despierte y descubra que el otro no existe. Final que nadie se perdería.

En un final más trágico, él es apuñalado por la simple y vulgar coincidencia del destino, por su enorme parecido con el enemigo de otro.

Podría ser que en realidad los dos, tomados de la mano, sean niños que sueñen con ser grandes.

Pero llevan un rato en silencio. Sin pensar, como en línea recta, sin poner direccionales siquiera, dando vuelta en una esquina tomarían el riesgo de atropellar a un fulano.

Pero van a pata y ambos aminoraron el paso. Después de todo es una salida de rutina. Ambos tenían qué hacer en otra parte, pero el inesperado guión les hizo dar media vuelta con rumbo a su casa. La vida es continuo ida y vuelta, dijo ella; si , a ninguna parte, dijo él, metiendo las manos al bolsillo para sacar las llaves de la casa, que antes que llueva habrá que impermeabilizar, en vez de andar tirando barra. Uno nunca sabe. Y esa es la historia, en espera de nuevos elementos.

HASTA PRONTO

POR RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA

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