Junto a mi escritorio tengo una cita atribuida a la entrañable escritora y activista judía Grace Paley: “La única característica reconocible de la esperanza es la acción”.
Por más de una década eso ha motivado mi trabajo para construir un pujante movimiento de judíos estadounidenses en solidaridad con los palestinos.
Pero ¿en dónde puede encontrarse esperanza en medio del más profundo horror? Mi única esperanza en este momento es que mis compañeros judíos y ciudadanos conscientes a lo largo de Estados Unidos se unan de una manera inédita para llamar a que pare el genocidio.
Israel ha lanzado más bombas a los palestinos en Gaza durante la semana pasada de las que Estados Unidos lanzó en Afganistán en más de un año de guerra.
El viernes 13 de octubre el gobierno israelí decretó una orden de evacuación para todo el norte de la franja de Gaza, diciéndole a los residentes que evacuasen en veinticuatro horas.
Esta orden es la advertencia de una invasión terrestre. La intención de Israel es absolverse a sí mismo de lo que, en última instancia, serán múltiples muertes de los miles que no pueden o no quieres irse.
La ONU ya estimó que esto es imposible en la estrecha franja en donde por dieciséis años Israel ha encarcelado a más de dos millones de palestinos, la mitad de ellos niños, en un asedio aplastante por tierra, aire y cielo. Esto es genocidio. Los textos de aquellos que todavía tienen una hora o poco más de batería en sus teléfonos muestran a familias aterrorizadas tratando de discernir si deben intentar huir.
No hay adónde ir. Familias enteras (abuelos, bebés, tíos y tías, hermanos) han sido aniquiladas. Niños son asesinados mientras juegan futbol enfrente de una mezquita; amigos buscan a sus familias en los escombros o reciben llamadas de que han sido bombardeados en un mercado abarrotado mientras intentaban conseguir comida antes de que Israel cortara el suministro.
Tantos niños que morirán sin haber visto nunca la vida fuera de los muros del gueto en el que Israel los ha encerrado, mientras que los políticos en Estados Unidos se congratulan de la masacre, alegando que lo hacen para proteger a personas de mi misma religión.
Esto es genocidio. Es cierto, el sábado 7 de octubre militantes de Hamás escaparon de la prisión de Gaza y masacraron a 1200 israelíes, incluyendo varios civiles, y tomaron más de cien rehenes.
Desde el momento en que supe lo que pasaba me ha invadido una combinación de dolor y horror por la masacre en sí, y también el terror puro e implacable de saber cómo los gobiernos de Israel y Estados Unidos capitalizan estas muertes.
Y como un reloj: la pérdida de vidas israelís está siendo empleada por nuestro gobierno para justificar la carrera hacia el genocidio, para darle validez moral al inmoral impulso por más armas y más muerte. Para los judíos la pena que sentimos no es sólo nuestra.
Desde la fundación del Estado de Israel, el movimiento sionista ha posicionado la dominación y opresión de los palestinos y la colonización de su tierra como una respuesta a la verdadera cuestión de la seguridad judía.
Han tomado el verdadero dolor que cargamos como judíos y lo han tornado un arma letal. Debemos entender desesperadamente que lo que está ocurriendo no es un ciclo de violencia.
Es un sistema de violencia. Todos estamos atrapados en sus fauces. Es el sistema de apartheid colonial que el gobierno israelí ha construido y mantenido por los últimos 75 años, con miles de millones de dólares provenientes de Estados Unidos.
El colonialismo es una estructura, un lenguaje, una cultura, una ideología, un sistema de violencia totalizante e integral. Es una máquina de guerra y deshumanización contra los palestinos. Es este sistema el que pone en peligro la vida y seguridad de todos.
Si bien la violencia del régimen de apartheid recae casi en su totalidad sobre los palestinos, tampoco hay seguridad para los israelíes en un sistema basado en la deshumanización y opresión.
En palabras del sobreviviente del holocausto, Hajo Meyer: “Mi mayor lección de Auschwitz es: quien sea que quiera deshumanizar a otros debe deshumanizarse antes a sí mismo. Los opresores ya no son realmente humanos, sin distinción del uniforme que portan”.
El gobierno israelí ha perdido cualquier atisbo de humanidad mientras libra un genocidio contra las personas que viven en Gaza. No es que los palestinos hayan elegido el lenguaje de la violencia en esa tierra. Es que los gobiernos de Israel y los Estados Unidos han creado un estado de violencia.
Los palestinos se han mantenido firmes al buscar su libertad ante una violencia inconmensurable. Decenas de miles de palestinos protestaron en demostraciones semanales no violentas en el militarizado muro fronterizo que cerca a Gaza en el marco de la Gran Marcha del Retorno en 2019, y el gobierno israelí envió francotiradores militares a asesinar y mutilar a cientos de niños, mujeres, médicos y periodistas.
Los palestinos lanzan campañas de boicot para ganar sus derechos, y el gobierno israelí crea un nuevo ministerio para combatir el movimiento pacífico. Los palestinos trabajan en organizaciones de derechos humanos para documentar los crímenes en su contra, y son nombrados terroristas y tratados como tal.
Los palestinos hablan con el lenguaje de la libertad, y el gobierno israelí responde, cada vez, con el lenguaje de la violencia. El gobierno estadounidense se ha unido para apoyar en su totalidad la máquina de guerra israelí. Estados Unidos ya envía más de 3 mil millones de dólares en ayuda a Israel cada año.
Ahora, el senador Lindsey Graham ha dicho: “Estoy con Israel. Hagan lo que sea que tengan que hacer para defenderse. Demuelan el lugar”. No nos equivoquemos: Israel no se está defendiendo; está cometiendo asesinato en masa. Biden dice “Nos aseguraremos de que Israel tenga lo que necesita para defenderse”.
No nos equivoquemos: Israel está llevando acabo un genocidio. Mis seres queridos en Palestina dicen que nunca habían experimentado tanta destrucción en 75 años de ocupación.
Mis seres queridos dicen que no hay momento para esperar. No nos sentemos a esperar mientras Israel comete un genocidio totalmente habilitado por Estados Unidos. Llevemos nuestro cuerpo, nuestro espíritu, nuestras comunidades, nuestra humanidad, al encuentro con este momento, para llamar a nuestros representantes, a las calles.
“Nunca más” significa apoyar a los palestinos. “Nunca más” significa en este mismo momento