Del pasado sólo queda la humedad de la tierra y hoy encontramos en el mismo sitio a otras personas. El aire se llevó el aroma y lo esparció por el campo de girasoles. Habrá nostalgia, algunos desean que vuelva el pasado y aquellos que vienen de él. Mas el presente nos absorbe y luego nos vierte en el resumidero de la historia y del olvido, pensando en el futuro.
El futuro está a punto de caernos encima con su monto invisible esperanzador o decadente. El presente mantiene una advertencia permanente. Es evitable navegar al futuro desconocido, atrás dejamos la isla cada vez más lejana.
Enel trayecto los tripulantes empacan maletas y se deshacen de otras mientras achican el agua de la balsa. Aquí cabemos todos. Y sin embargo algunos saltan al agua, a nado buscan su puerto más cercano.
Todos alguna vez en nuestra vida hemos querido hacer un viaje al pasado o al futuro. La memoria de algún modo nos lleva al pasado y la imaginación al futuro, pero eso no basta.
Queremos hacer el viaje para meter la cuchara. Queremos ir para ver el chisme del barrio y comprobar hasta qué grado la regamos; y al futuro que anhelamos deseamos ir por morbo de saber cómo nos va a ir en la feria, si es que vale la pena soltar o sujetar, correr o caminar en alguna dirección, hablar o callar para siempre.
Una teoría contemporánea dice que los extraterrestres somos nosotros que curiosos viajamos del futuro. Hay ciudadanos que dicen haber viajaron al pasado y se tomaron fotos con Einstein. En el caballo de Troya, JJ Benítez dice que estuvo presente cuando resucitó Jesucristo.
Ahora que sé más, podría ir al pasado a cometer el crimen perfecto. La gente hace por mientras uso de la memoria esa que a cada uno conviene y evade los caminos tortuosos para sí, y encuentra la fórmula para cambiarlo. El mundo también está hecho de aquello que no pudo ser. Nadie en el mundo vio al perro pasar hace rato. ¿A quién importaría?
Aquí no hay puertas, ni ciudades, el mundo presente es adentro, y sin embargo el pasado es afuera. Nadie salta la barda, la vida nos arroja por arriba, luego nos olvida.
Está pasando el tiempo. Sentimos su fuerza empujar los cuerpos como el viento. No hay retorno. El ojo no ha visto lo ya inalcanzable, en medio una barrera nos impidió ver objetos del pasado, algo de lo que habrá hoy ignoramos, será el futuro prometido que tal vez no sea para nosotros. No traemos llave, sin puerta es inútil un teatro, por la calle el silencio anuncia lo que viene, el ruido es el dramático presente.
La vida es un apagón, es pagar el recibo antes de ir a la luz que se ve al final del túnel. Hubo años para decir las palabras que dijimos y volverlas trascendencia. Hubo tiempo de sobra para volvernos salamandras, raíces, pulverizar los espejos que nos hicieron viejos, y no lo hicimos.
A cambio nos precipitamos al fin y al inicio de un momento, al decir y escuchar y en medio un silencio, al existir, nacer y morir y en medio estar viviendo. Vivir y morir al mismo tiempo. Derrumbe del tiempo es pasado, cuesta arriba es la vida, el presente es este cuchillo entre los dientes, aferrarse al peñasco con las uñas. Y un cigarro.
Cada rato recordamos el futuro reciente, útil para continuar el latido del instante, apuntamos en la agenda el paso que nunca damos, la ocasión propicia para un juego de azar en el cual todos perdemos.
Por la ventana un gato triste nos observa, uno de los dos, muy pronto, nunca se sabe cuando, se perderá de vista. El gato me ve con disimulo, yo lo contemplo ahora con la mirada buena antes de que oscurezca y el se vuelva una sombra y yo un simple fantasma.
HASTA PRONTO.
POR RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA




