CD. VICTORIA, TAM.- Aldo, ha conocido 41 países del mundo, ha visto decenas de amaneceres espectaculares, paisajes deslumbrantes y construcciones increíbles, sí, ha visto mucho, pero aun así, no deja de enamorarse de su tierra, pues “Somos privilegiados los victorenses de tener esta naturaleza tan espléndida, no nos damos cuenta por que lo asumimos como algo de facto, pero la verdad es que somos privilegiados”.
Aldo se encuentra en uno de sus lugares favoritos, el ejido Alta Cumbre de Victoria, Tamaulipas, en medio de la Sierra Madre, un sitio que conoce a la perfección y que, muchas veces, le ha servido de inspiración. Se sienta sobre una roca y comienza un nuevo viaje, este a través de su vida. Toma aire, sonríe y presume con orgullo que “Crecí en el barrio de la Asención Gómez, muy cerca del Estadio; soy hijo de Artemio Ortiz y Marta Reyes”.
“Desde niño, me tocó padecer sexenios muy malos, en particular el de Carlos Salinas, nos tocaron esas devaluaciones y tuve que empezar a trabajar junto con mi hermano y mi papá, cuando tenía ocho años, saliendo de la primaria, comíamos y nos íbamos a la periferia de la ciudad a comprar materiales para reciclar, en la tarde los vendíamos en yonkes y ya salía de ahí para el diario”.
Sobre aquel momento, explica que “No me gustaba, yo quería jugar, como todos los niños, pero con el tiempo me di cuenta que lo que no me gustaba era ver la pobreza, esa desigualdad que había; tenía ocho años, pero ahí formé cierta conciencia de clase”.
Durante esa etapa, estudiaba en la Primaria Pedro J. Méndez, donde “Las maestras le decían a mi mamá que me metiera a clases de dibujo, por que yo siempre estaba dibujando, la maestra Ana Luz le decía mucho; siento que mi mamá nos metió a la Casa del Arte también por sacarnos de trabajar…”.
“Así entré al taller del maestro Emilio Rodríguez, la maestra Altair Tejeda, que en ese tiempo era la directora, vio que yo tenía cierto talento y decidió becarme, estuve becado durante cinco años”.
“La Casa del Arte es un lugar mágico para mí, cada que voy es un flashback, es regresar al pasado, la mente vuela, para mí es una isla en medio de la ciudad, te sientes en otro lugar”.
El maestro Emilio, uno de los grabadores mas importante de México, le dio las bases para desarrollarse en el mundo del arte, mientras que su camino académico continuaría en la Secundaria Técnica 1, el Cbtis 24 y el Tecnológico de Victoria donde se convertiría en Licenciado en Biología.
“La vida es como un arroyo que desciende de la montaña y va cambiando de dirección, te va llevando, yo estaba entre la medicina y la bilogía, pero en aquella época, mi papá se lesiona de la espalda, no había forma de que estudiara medicina, la biología, como el arte, me gustaba desde niño, así que fue algo que yo amaba, y no me arrepiento de haberlo estudiado”.
“Me ha llevado a conocer el mundo, muchos lugares impresionantes y a entender el mundo desde otra perspectiva”. Una vez titulado del Tec, se mudó a Belice, donde trabajó para una ONG norteamericana, que se dedica a la conservación de aves de presa, también visitó Cuba y Guatemala, al tiempo que aplicó para buscar una de las dos becas de posgrado que darían en México, para estudiar en otro país, la ganó y vivió dos años y medio en Brasil donde se convirtió en Maestro en Ciencias en Ecología con especialidad en Ecología de Aves del Pantanal por la Universidad Federal de Mato Grosso.
“Vivir en Cuyabá no fue tan intenso, es la ciudad más caliente de Brasil, me sentía como en Victoria (risas). Está lleno de vida, la gente es amable, hay cientos de aves cantando todo el tiempo, en la ciudad ves gavilanes, tucanes y guacamayas, en el Río hay anacondas y caimanes, es como estar en discovery Chanel”.
Cuando todo pintaba de maravilla en la vida de Aldo, la vida le puso una difícil prueba, “Imagínate que tenÍa 26 años y de pronto me descubro como que uno de mis testiculos estaba extraño, pesaba un poco más”.
“En ese momento, vine a México de vacaciones, me hice un ultrasonido y me dijeron que era una infección. Regresé a Brasil a continuar con mi rol de estudiante y aquello fue creciendo”.
Aldo hace una pequeña pausa, y explica que “Al final, fue un cáncer muy agresivo, en tres meses duplicó su tamaño, me dieron en dos meses 22 quimioterapias, es la situación más terrible que he vivido, es un infierno, fue una tortura…”. “…Físicamente es agotador, muy doloroso y requieres mucha resistencia mental para soportar todo. Yo no entendía por qué me sucedía, pero es un azar, la vida es una lucha constante, hay que luchar, sobreponerse y seguir adelante”.
Aldo recuerda que mientras vivía esos momentos infernales, “Lo que me empujaba era pensar que iba a salir de aquello y salí. Me hicieron una orquiectomía unilateral, me quitaron el testículo, trece años después, acá estoy y he disfrutado un montón de cosas de la vida, el cáncer me cambió la vida, mi intención era ser académico, pero después de aquello no sabía cuánto me iba a quedar de vida, así que busqué esforzarme en trabajar pero también en conocer todo aquello que quisiera conocer”.
Así, después de un Cáncer, su pasaporte comenzaría a acumular los sellos de muchos países. “Me inventé un proyecto con una amiga, “Arteviajantes”, nos fuimos haciendo Madonnaris por Sudamérica, es pintar en el suelo con gis, empezamos en Perú, bajamos a la patagónia, dimos toda la vuelta y regresamos desde Colombia, fueron como 20 mil kilómetros dibujando en el suelo y haciendo murales”.
Han sido ya 41 países del mundo, los que ha conocido y “Lo que más me ha impresionado en la vida, es la selva amazónica, no tanto estar dentro, sino volar por encima más de una hora y media y ver pura selva, selva, selva, brazos de Río gigantescos y no ver rastros de civilización humana”.
“Es una cosa que a mí me apabulló, lloré en el avión, era una cantidad de vida increíble y piensas en toda la evolución que está ahí adentro, toda la manifestación de la vida, es impresionante, me conmovió…” “…y mira que hay otros lugares, la capilla sixtina, las pirámides de Egipto, Luxor, son lugares impresionantes, pero lo más impresionante que he visto es la manifestación de la vida en la selva amazónica”.
Ha participado en más de 40 Exposiciones de arte, dos de ellas, en Bellas Artes, donde ganó dos veces el concurso en temas de equidad, en Europa también tuvo buenas experiencias con el arte callejero, en Italia ganó tres premios en festivales, “pero sobre todo el reconocimiento de la gente, eso es lo más chido, es el mayor premio”.
Uno de sus cuadros más emblemáticos, es “Daño Colateral”, donde “Como a la mayoría de los mexicanos me ha tocado en los sentimientos ver lo que ha sucedió a partir de esta guerra contra el narco, cuando un amigo me platicó que en su colonia había niños de seis años involucrados en el crimen organizado, fue una cosa que me impactó….”. “…Dije, lo único que puedo hacer es una pintura e hice esta, se llama “Juegos Colaterales”, son niños jugando con balas, traen radios, son niños de la periferia que son siempre los que terminan padeciendo las peores consecuencias de esta espiral de violencia que Es producto de muchas décadas de descuido”, expuso quien en su obra toca temáticas como lo social, la naturaleza y el erotismo en forma de figuras femeninas”.
Su siguiente meta, es realizar el viaje transiberiano, el cual iba a iniciar en el 2020 pero llegaron la pandemia y la guerra y se lo impidieron, aunque asegura, “Lo voy a hacer, voy a tomar el tren en San Petersburgo, bajar a China, conocer Vietnam, lo voy a documentar en el canal de YouTube “Aerofixion”.
Aldo, lo tiene claro, seguirá disfrutándolo todo, del café, de una charla con sus padres, de un buen libro de Eduardo Galeano, de una canción de Cerati y muchos viajes, “Por que así quedaré bien satisfecho cuando me vaya”.
POR DANIEL RÍOS