Una transición política es un proceso de transformación radical que implica no solo un relevo en el gobierno sino un cambio de régimen, de sus fines, de las leyes y las instituciones para crear las bases de una nueva sociedad.
La Revolución Mexicana a través de la violencia armada impulsó la transición de la dictadura porfirista de 30 años a la democracia liberal que consagró en la Constitución de 1917 un regimen democrático con justicia social.
El nuevo PRI que arribó al poder en los 80, a través de la violencia represiva del estado, impulso una transición de la democracia liberal del viejo PRI, al neoliberalismo que imperó durante la posguerra fría, creando un estado al servicio de los grupos de poder económico que propició la concentración de la riqueza nacional en unas cuantas manos y la creación de mecanismos de solidaridad social para compensar a los pobres.
En el 2000 hubo alternancia sin transición, sin cambio de régimen, solo cambio de gobierno del PRI al PAN del 2000 al 2012 y del PAN al PRI del 2012 al 2018, durante ese periodo los gobiernos del PAN y el PRI avanzaron en las reformas neoliberales para revertir los logros del Proyecto Nacional Revolucionario de 1917, permitiendo la privatización parcial de la industria eléctrica y petrolera, la reforma educativa y la privatización de los servicios de salud.
En 2018 dio inicio una transición pacifica impulsada por la fuerza popular que le otorgó a Lopez Obrador el mandato presidencial con la mayor cantidad de votos que se hayan emitido en alguna elección. Con esta legitimidad el Presidente conduce hasta hoy un cambio de régimen que implica transformar las leyes y las instituciones para retomar los valores de la democracia liberal y al mismo tiempo construir paz y bienestar para los mexicanos sobre nuevas bases.
En ese contexto, las elecciones de junio de 2024 será definitivas y definitorias para el futuro de México. Los mexicanos tienen dos propuestas para elegir en forma pacifica y ordenada: la consolidación de un nuevo proyecto de nación que privilegia el servicio a los mas desprotegidos en la búsqueda de la paz y el bienestar social, o el regreso al régimen que privilegió la opulencia de unos pocos a costa de la miseria de la mayoría y la preservación de las leyes e instituciones construidas para beneficiarlos.
El proceso electoral 2024 ha empezado a tornarse violento, lo ensombrecen las voces de quienes dicen representar a millones como Claudio X Gonzalez el líder empresarial de la derecha que afirma que “Morena está atacando -deliberada y sistemáticamente- las bases sobre las que se puede y debe construir un mejor porvenir mexicano: la democracia, las libertades, las instituciones, la legalidad, la educación, la seguridad y el orden” lanza una convocatoria abierta y adivina el futuro: “Si no los echamos en ‘24, las heridas ya evidentes se profundizarán y quizá perdamos la posibilidad de poder elegir gobierno…”
Felipe Calderón, ex presidente y líder político de la derecha afirmó en un Foro Internacional que “México está en peligro y es una democracia a punto de caer”, señaló también que México es el país de la región que “más ha retrocedido” en sus índices de libertad democrática, “porque sus instituciones están bajo ataque constante del presidente de la República.”
Es importante destacar que lo que la derecha llama ataques del presidente son actos de gobierno para suprimir los privilegios del régimen anterior, iniciativas para reformar, derogar o aprobar nuevas leyes y para crear nuevas instituciones que le den viabilidad a la transformación.
En términos reales las únicas amenazas al proceso electoral 2024 provienen del quienes en el ejercicio del poder, como el PRI y el PAN o sus patrocinadores, han hecho de la violencia un instrumento de intimidación y de sometimiento político.
POR JESÚS COLLADO MARTÍNEZ




