El título de este artículo no se refiere a ninguna colaboración entre la organización terrorista Hamás y el crimen organizado en nuestro país, aunque quizá tal colaboración exista. Más bien aborda las enormes similitudes que los hermanan en diversos sentidos.
Es evidente que sus objetivos difieren, ya que mientras las organizaciones criminales mexicanas se centran en su afán de lucro desmedido con objeto de permitirles a sus cabecillas disfrutar de lujos y de la posibilidad de ejercer un embriagante poder, en el caso de Hamás, si bien lo anterior también cuenta, su proyecto apunta, sobre todo, a un fi n ideológico y político asentado en una visión fundamentalista islámica que considera que hay que purifi car los territorios sobre los cuales afirma tener derecho, de la indeseable presencia de los infieles, ya sean judíos, cristianos o de cualquier otra denominación distinta al islam. Y purificar, en ese contexto, significa expulsar y/o exterminar, en calidad de misión sagrada.
En cambio, el parecido en los métodos es evidente. Hay quienes con objeto de edulcorar un poco la imagen de Hamás han expresado que éste no sólo es una organización terrorista, sino que cumple funciones sociales y administrativas importantes en pro de la población a la que controla.
Y sí, es cierto, pero lo es a la manera en que los cárteles en nuestro país ejercen una cierta labor de beneficencia en comunidades dentro de las cuales operan, para asegurar así su complicidad, silencio y sometimiento.
En ambos casos, su engañosa filantropía actúa a manera de cruel chantaje, porque bien sabemos la suerte que corren quienes intentan zafarse de esa relación.
Los presuntos traidores a las mafias mexicanas, colgados en los puentes de vías de comunicación o cuyas cabezas son presumidas como trofeo, son equivalentes a los disidentes o blasfemos en Gaza, asesinados con lujo de crueldad para arrastrar luego sus cadáveres por las calles, atados a un vehículo.
O como ocurrió con el ataque al sur de Israel el 7 de octubre, cuando la gama de atrocidades cometidas por los terroristas de Hamás contra civiles pasará a figurar como uno de los capítulos más macabros en la historia universal de la infamia. Otro de los métodos operativos que comparten es el del secuestro.
Sin diferencias, hombres, mujeres, infantes o ancianos pueden ser sus presas. No hay límites dentro de la selección de sus víctimas porque como buenos verdugos, se han despojado de cualquier sentimiento de respeto por la vida o el dolor ajeno.
Lo cual implica que la crueldad se da en ambos casos, no por necesidad, sino por placer, como parte de un sádico impulso que, una vez desatado, no se detiene ante nada.
En el ámbito de los recursos, no hay que ser demasiado perspicaz para saber que el dinero sucio, el narcotráfico, el contrabando, el robo, la rapiña, el chantaje y los negocios turbios son la fuente que alimenta a ambas organizaciones.
El impactante calibre de las armas que usan y presumen las mafi as mexicanas, puede homologarse con el arsenal de cohetes en poder de Hamás.
A estas alturas de la guerra que inició la organización islamista el 7 de octubre, cerca de diez mil proyectiles han sido lanzados contra la población israelí, sin que, por lo visto, se les agoten. Ni qué decir también de los túneles como presencia permanente en el historial del activismo de ambas organizaciones, túneles que han servido para escapes de película en el caso de México, y para establecer cuarteles de operación, almacenes de armas y espacios de protección ante los ataques enemigos.
Como la red subterránea debajo del hospital Al-Shifa donde se resguardan los líderes de Hamás junto a los pertrechos de guerra de los que hacen uso.
Por último, las analogías en este caso pueden servir para hacer una refl exión acerca de consideraciones éticas útiles dirigidas a orientar nuestros juicios. En estas últimas semanas ha sido discurso común que las acciones asesinas de Hamás pueden justificarse en función de la tragedia palestina de no haber conseguido hasta ahora un Estado nacional independiente.
Usar tal argumento remite a quitarle toda responsabilidad a Hamás por los actos terrorífi cos que perpetra. Volviendo a los paralelismos, ¿podríamos justifi car las perversas acciones de las bandas del crimen organizado en México bajo la afirmación de que quienes las integran padecieron en su momento carencias, falta de educación y oportunidades, maltrato infantil y abusos de todo género?
¿Podría, sobre esa base, no combatírseles y presentárseles como víctimas de su pasado y por tanto pintarlos como luchadores que deben ser comprendidos, pero de ninguna manera censurados y castigados?