Américo y el Poder Judicial
No ha sido sencilla la relación de la Cuarta Transformación con el Poder Judicial.
Desde hace meses, el Gobierno Federal está enfrascado en una batalla legal con la Suprema Corte de Justicia de la Nación, el Consejo de la Judicatura, y en general con la estructura judicial de la Federación.
La historia viene de muy atrás. El Ejecutivo se queja de que el Judicial está controlado por actores políticos del pasado neoliberal, y desde esa posición han levantado todo tipo de diques contra las reformas que precisa el proyecto obradorista de nación.
Los jueces, por su parte, denuncian que desde Presidencia y otros satélites morenistas de poder se ha desatado una campaña de acoso contra ellos, que ha derivado por ejemplo, en el intento por reducir drásticamente los recursos que eroga la estructura de justicia federal.
Tan distantes están ambas posiciones, que López Obrador ha insistido en la necesidad de plantear una reforma judicial profunda, que ha sido tomada como estandarte también por la futura candidata presidencial de la 4T, Claudia Sheinbaum.
Ambas posiciones, por el momento, parecen irreconciliables.
Por eso, resulta una buena noticia los puentes de entendimiento que se han solidificado entre el Gobierno de Tamaulipas y el Poder Judicial Estatal.
En primer lugar, por el contexto nacional, pero también por los antecedentes inmediatos.
La gestión del magistrado Horacio Ortiz Renán al frente del Supremo Tribunal de Justicia fue un ejemplo de cómo una estructura judicial puede ponerse al servicio de un solo hombre.
El reynosense sometió a jueces de todo el estado para que se cumplieran sus órdenes hasta la ignominia, casi siempre con fines políticos.
No se puede olvidar que a unos días de la toma de posesión del ahora gobernador Américo Villarreal Anaya se instrumentó una estrategia para girar órdenes de aprehensión contra su círculo más cercano, y quizás contra él mismo.
Razones había de sobra para que el mandatario no ratificara a Horacio como magistrado.
Sería ingenuo pasar por alto que al interior del Supremo Tribunal de Justicia, aún hay magistrados cuya posición en el máximo órgano judicial del estado no se explicaría de otra manera que no sea su cercanía con los Cabeza de Vaca.
Por eso, resulta meritoria la relación que ha construido el gobernador Américo Villarreal Anaya con el Poder Judicial.
Ayer, en la entrega de la presea Emilio Portes Gil, en sesión solemne hubo una muestra de la nueva forma de conducirse del Ejecutivo, y de la reciprocidad que parece haber encontrado en su contraparte.
Américo se pronunció una vez más por alcanzar una independencia entre poderes “sin simulaciones”.
Es decir, tendió la mano y abrió la puerta al diálogo respetuoso.
Qué bueno, porque el acceso a la justicia de los tamaulipecos debe estar por encima de todo.




