Algo pasa en la sucursal tamaulipeca del Frente Amplio, ahora conocido como Fuerza y Corazón por México.
La coalición del PAN, PRI y PRD ha empezado a crujir justo cuando se ponen serias la cosas, se acelera el reparto de candidaturas y se acerca la hora de las definiciones.
Dos problemas se hacen cada vez más evidentes en la alianza opositora tamaulipeca: primero, la histórica tensión entre el panismo y el priísmo ha vuelto a salir a la superficie.
La campaña por la gubernatura los unió por primera vez en un proceso electoral en el estado.
Antes de eso, el priísmo maltrecho que perdió el poder en el 2016, fue objeto de una persecución política desde el gobierno cabecista que disminuyó a ese partido a su más triste expresión.
Sin capital político y financiero, sacaron los resultados más bajos de la historia y tuvieron que aceptar las migajas de una coalición en la que solo pusieron el membrete y las camisas rojas que lucían muy bien en las fotografías.
Al final, en la jornada electoral, la orden de los coordinadores políticos de la campaña del “Truko” fue que los votos de la estructura aliancista se dirigieran todos hacia el PAN.
La herida de aquél episodio no ha cerrado, cuando ya los priístas tamaulipecos reclaman una nueva afrenta.
Pensaban que por la derrota de los candidatos panistas en Tamaulipas, y la manera en la que se condujo el proceso interno que puso a Beatriz Paredes como finalista, tendrían la posibilidad de imponerse en el reparto de posiciones para la próxima elección.
“Ya nos toca”, decían.
No fue así y una vez más formarán parte de una coalición en la que no serán protagonistas.
El otro asunto espinoso que ha complicado las negociaciones para repartir las candidaturas es el cada vez más evidente distanciamiento entre los grupos de poder que reclaman posiciones al interior del PAN.
La decisión del ex alcalde altamirense, Juvenal Hernández Llanos, de registrarse como candidato para la presidencia municipal por Morena, no es un asunto meramente anecdótico.
Detrás de este sorpresivo movimiento está lo que parece un nuevo desencuentro entre el grupo de César “Truko” Verástegui y el de los hermanos Cabeza de Vaca, quienes fieles a su carrera política están apostando al agandalle de la mayor cantidad de candidaturas posibles en el estado, desde la zona conurbada hasta Nuevo Laredo.
En Altamira, por ejemplo, por alguna razón habrían relegado a Juvenal para abrirle espacio a otros personajes más afines a su proyecto como Víctor Meraz o Miguel Gómez Orta.
Más allá del destino del ex alcalde, y de sus méritos para pelear por un periodo más al frente del municipio, su brinco a la 4T refleja la tensión existente al interior del panismo tamaulipeco.
Sorpresas como la de ayer, con Juvenal enfundado en la casaca guinda, continuarán en el futuro inmediato.
POR MIGUEL DOMÍNGUEZ FLORES