Hace algunos meses desde mi ventana en Ciudad Victoria, escuché un silbido. Luego otro. Y otro. Cientos de ellos – cortos y agudos. Si no fuera biólogo, probablemente habría asumido que se trataba de una alarma y me habría ido a dormir. Pero salí con mi cámara en la mano derecha y una linterna en la izquierda, en busca de una especie que nunca me cansaré de ver.
Les presento al tecolote bajeño, de nombre científico Glaucidium brasilianum. Los adultos, como el de la foto, son más pequeños que un gorrión común. De verdad son diminutos, y eso es algo increíble de observar en persona. No se dejen engañar por su adorable apariencia y cómica talla; son voraces depredadores capaces de cazar serpientes, mamíferos pequeños, e incluso otras aves – fungiendo un importante papel de control ecológico sobre las poblaciones de sus presas. Como humano, este bicho emplumado me hace sentir afortunado de pesar más de un kilo.
Es de esperarse que un sigiloso cazador, de colores pardos y tamaño llaverito, pase desapercibido incluso poblando la mancha urbana de la ciudad – y lo hace. Son genuinamente abundantes acá. Si estás leyendo esto desde Victoria, puedes apostar a que una de estas fascinantes criaturitas está perchada a menos de un kilómetro de ti. Voltea hacia arriba más seguido, y te sorprenderás de la extraordinaria fauna que comparte banqueta contigo.
Por. Marco Zozaya
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