En el mundo ideal de la administración pública, la eficiencia sería la norma, no la excepción. Pero en el juego del poder, como diría George Bernard Shaw, “La democracia es un dispositivo que asegura que no seamos gobernados mejor de lo que merecemos”. Pero para que las cosas sucedan, tenemos que generar las condiciones propicias. Aquí, la gobernabilidad es fundamental, este arte fino, tejido entre las líneas de la ley y la astucia.
Cuando hablamos de gobernabilidad, nos referimos a la capacidad de un gobierno para desarrollar e implementar políticas, que le permitan al ejecutivo ya sea presidente de la república, gobernador o alcalde tomar decisiones dentro de un marco legal y administrativo establecido.
Por otro lado, para “evitar” que una sola persona tenga el poder absoluto, existe la división de poderes: Ejecutivo, Legislativo y Judicial, nuestro escudo contra la tiranía… o al menos eso dicen los libros de texto. El ejecutivo es el responsable de la implementación de las leyes, la administración del estado y de los servicios públicos; el legislativo se encarga de la creación, modificación, eliminación de leyes y ejercer control sobre el ejecutivo mediante la legislación, así como supervisión y fiscalización del gobierno. Por último el Poder Judicial es el encargado de hacer cumplir las leyes.
El 2024 no es solo otro año electoral; es el campo de batalla para la mayoría calificada en el poder legislativo. Es decir tener un número muy alto de legisladores afines, otorgándoles el poder de aprobar las decisiones más relevantes de los municipios, estados o del país. Aquí, el premio es el poder de darle un nuevo giro a nuestra Constitución, el documento más importante en el sistema legal del país. Las elecciones no son solo un recuento de votos; son el pulso de quién dirigirá o desviará el curso de nuestra nación.
Para quienes aspiran a gobernar, como para los ciudadanos, esta debe ser una reflexión que fortalezca la idea de no enfocarse únicamente en elegir al próximo presidente de la república, gobernador o alcalde, sino también en las candidaturas a puestos de elección de legisladores.
El arte de gobernar no se limita a ocupar el asiento del ejecutivo en los diferentes órdenes de gobierno; está también en la habilidad para ocupar, y utilizar sabiamente, las bancas del Congreso, lo que exige lanzar candidatos leales, que sean garantía de triunfo y con capacidad para debatir y legislar de manera estratégica.
En Tamaulipas el gobernador Americo Villarreal Anaya destacó las cualidades que debe tener el perfil del candidato ideal en base a dos cosas. No basta con tener una hoja de vida brillante; necesitamos gente con un historial de vida y profesional que hable de congruencia y compromiso real. “Necesitamos gente congruente que nos avale y nos apoye”, un historial limpio de corrupción, mentiras o injusticias es fundamental.
Al final, como solía decir Winston Churchill, “La política es casi tan emocionante como la guerra y bastante más peligrosa”. En este arte, cada pieza tiene su importancia, desde el peón más humilde hasta el rey. Y en este juego, cada jugada, cada voto, cuenta más de lo que imaginamos.
Un buen ejemplo es la alineación del gobierno federal con las cámaras, facilitando que fluya la gobernabilidad. Además de tener la mayoría, el ejecutivo tiene un enlace legislativo eficaz y eficiente, algo que no sucede en algunos estados, lo cual puede entorpecer la legislación y la efectividad de las políticas públicas, además de poner en riesgo la gobernabilidad.
Por Eric Valdez Gómez
Consultor en Comunicación Política (Compol)
Experiencia en Campañas Políticas en México y Extranjero
Enfoque en Comunicación, Medios y Marketing Digital
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