TAMAULIPAS.- Aquel jueves, Rafael Sebastián Guillen Vicente llegó acompañado de sus padres al Hotel Posada de Tampico para dictar una conferencia ante la Asociación de Ejecutivos de Ventas y Mercadotecnia. Empezó por pedir disculpas, porque la charla titulada “El empresario del siglo XX y los retos de su circunstancia”, más bien estaría enfocada en la realidad que enfrentaba el país, con “circunstancias mucho más terribles de lo que suponemos”.
Era el 2 de abril de 1992 y fue la última aparición pública del licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad Nacional Autónoma de México. La próxima vez que en su ciudad natal se volvió a saber de él, fue casi tres años después cuando su rostro apareció en todos los noticieros del país. El 9 de febrero de 1995, la Procuraduría General de la República, anunció que Rafael era el subcomandante Marcos, a quien acusaban de los delitos de terrorismo, sedición, motín, rebelión y conspiración, por el levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. De botepronto, “desde algún lugar del Sureste Mexicano”, llegó un comunicado con el tono acostumbrado del líder rebelde, que un año antes había puesto de cabeza al país. “Escuché que ya descubrieron otro Marcos y que es tampiqueño. No suena mal, el puerto es bonito. Me acuerdo cuando estuve trabajando de sacaborrachos en un burdel de Ciudad Madero en la época en que La Quina hacía de la economía regional lo que Salinas hizo con la Bolsa de Valores: inyectarle dinero para ocultar la pobreza. Me fui del puerto porque la humedad me daba sueño y los mariscos me lo quitan”. Desde entonces, Marcos ha rechazado la identidad que le endilgó el gobierno mexicano. Pero en el puerto, quienes lo conocieron antes de iniciar su vida trashumante, tienen pocas dudas: el guerrillero del pasamontañas es aquel muchacho que declamaba poesía en el colegio Félix de Jesús Rougier, y más tarde, en el Instituto Cultural Tampico, empezó a escribirla.
ENTRE MISIONERAS EUCARÍSTICAS Y JESUITAS
Rafael Sebastián Guillén Vicente, es el cuarto de ocho hermanos, hijos de Alfonso Guillén, originario de Xicoténcatl, y de Socorro Vicente González, de Tampico.
La primera casa familiar estuvo ubicada en la colonia Lauro Aguirre, y después en la calle Ébano de la colonia Petrolera. Eran propietarios de las mueblerías Guillén “las del crédito humanitario”, una empresa para la que toda la familia colaboró de algún modo, como el mismo Rafael, a quien su padre recordaba escribiendo la publicidad, o incluso en el reparto a domicilio de muebles o electrodomésticos.
Entre sus hermanos, hay administradores de empresas (Alfonso y Héctor), un contador público (Fernando), un ingeniero agrónomo (David), un matemático (Sergio), un sociólogo (Carlos), con quien vivió en la Ciudad de México durante su época universitaria, y una abogada, la actual dirigente estatal del PRI, Mercedes del Carmen “Paloma” Guillén. Rafael Sebastián nació el 19 de junio de 1957, y su paso por la educación básica y la escuela preparatoria fue la típica de un muchacho de la clase alta porteña de la época.
Estudió la primaria en un colegio operado por Misioneras Eucarísticas de la Santísima Trinidad, famosas por su trato estricto para con los alumnos en el Félix de Jesús Rougier. Luego pasó a otra institución religiosa, pero acaso con un corte más “liberal”, el Instituto Cultural Tampico, dirigido por los jesuitas.
De aquellos años su ex compañero, Max García Appedole, recuerda su afición por la oratoria. Otros coinciden en que más que el futbol que practicaban la mayoría, a él le gustaba jugar basquetbol. “A Rafael le gustaba mucho escribir. También le gustaba mucho leer a Pablo Neruda. Era buen actor. Montó la obra El Tuerto es Rey de Carlos Fuentes, tenía sentido del humor, aunque a veces era algo sarcástico, irónico, un humor negro. Le gustaba mucho el cine, era de esos que iba a ver películas solo una y varias veces”, recordó su ex compañero, Jorge Nieto Malpica. El doctor Salvador Figueroa, le contó alguna vez al escritor y periodista Martin Solares sobre sus habilidades deportivas. “Él fue de la primera generación de basquetbolistas en el Instituto Cultural, que en 1974 era una escuela básicamente futbolera. Cuando yo llegué, a las tres o cuatro semanas nos fuimos a competir a los interjesuíticos, a Guadalajara, y nos metieron unas canastizas horrorosas, por lo que yo les dije que si queríamos hacer bien las cosas, en el futuro había que prepararlas con más tiempo”.
Estos y otros relatos de sus compañeros y amigos de la época son los que han servido para conocer los pasos de Rafael antes de convertirse en Marcos. Su familia en cambio ha sido mucho más esquiva para referirse al pasado de su hijo, su hermano. Alguna excepción hizo el padre, Alfonso Guillén, quien en un principio -luego de pasar por la preocupación y el shock de saber que su hijo era perseguido por el gobierno- mostró entusiasmo. “Que Rafael pudiera ser Marcos me llena de orgullo, y Dios sabe que sólo aspiro ser un día un digno padre de tal hijo. Rafael Sebastián, mi hijo, el luchador social, el Quijote de nuestra era, el líder que necesita México… el mundo”, escribió en una carta enviada al diario La Jornada.
Después, no ha habido mayores reacciones públicas de sus familiares. Cuando el 14 de noviembre del 2005 murió el patriarca de la familia a los 81 años de edad, no faltó quien se esperanzara con la fantasía de que Rafael acudiera a los funerales. Nada de eso, los Guillén Vicente han sido en extremo cuidadosos de no hablar en público sobre su hermano, a quien dejaron de ver de manera regular en la década de los ochenta, cuando la vida del futuro subcomandante se vuelve borrosa, difícil de ubicar.
Se sabe que después de la Licenciatura en la Universidad Autónoma Metropolitana y recibir la medalla Gabino Barreda de manos del presidente López Portillo por sus altas calificaciones, viajó a Francia para realizar un posgrado en La Sorbona de París. De acuerdo a la versión oficial, revelada a la PGR por el ex combatiente zapatista Salvador Morales Garibay, Rafael vivió en Francia con Silvia Fernández Hernández, quien lo introdujo en el Frente de Liberación Nacional. La historia divulgada por el gobierno mexicano indica que desde 1984, Guillén Vicente llegó a Chiapas como parte de una célula del FLN. En ese tiempo, Marcos se hacía llamar Zacarías. Si la versión oficial, producto de la delación de su ex compañero ha sido mayoritariamente aceptada por familiares, amigos y conocidos de Rafael, es porque las fechas coinciden con sus recuerdos.
En esa década, admiten, su huella se vuelve muy difusa. Tras las breves charlas con Alfonso Guillén, el
escritor tampiqueño Martín Solares publicó un reportaje en La Jornada en el que retrata un largo periodo de tiempo sin pistas del guerrillero en ciernes. “A partir de 1982, Rafael Guillén comenzó a desaparecer para su familia y sus amistades en Tampico por periodos de hasta cinco o seis años. En uno de ellos, su padre llegó a preguntar por él en la Embajada de Cuba, sospechando que podría estar ahí debido a su admiración por la Revolución cubana. Las pocas cartas que escribió las triangulaba, enviándolas primero a otra persona que a su vez las turnaba a los señores Guillén. Una de ellas comenzaba: «Querido padre/Quijote, a veces también Sancho […], querida madre/Sancho, a veces también Quijote», y seguía por el estilo”. En aquella correspondencia irregular, contaba de su paso por Francia e incluso aseguraba tener una hija, o radicar en Bélgica, trabajando como
traductor simultáneo.
También narró haber estado en Nicaragua dictando cátedra, para finalmente, ya en la década de los noventa, asegurar que radicaba en Tuxtla Gutiérrez, donde poseía una miscelánea. Por aquellos años, su padre incluso llegó a buscarlo en la Embajada de Cuba para preguntar por él. De manera sorpresiva, en esa época volvió a pisar Tampico.
En 1992 cuando su vida ya era misteriosa, aceptó la invitación de su padre para que dictara una
conferencia en el desayuno semanal que organizaba la Asociación de Ejecutivos de Ventas y
Mercadotecnia. La charla se tornó en una férrea crítica al liberalismo económico y al Tratado de Libre Comercio, pero también le sirvió para definirse a sí mismo. Tenía menos de 35 años: “En términos ejecutivos la única empresa que he dirigido durante los treinta y tantos años de existencia es la empresa de mi vida. De ella estoy contento aunque no satisfecho. Hago lo que me enseñaron, vivo de acuerdo a mis ideales y pensamiento y a los principios de equidad y justicia que creo, nos rigen a todos, sea por creencias religiosas o por convicciones políticas por más que unas y otras a rato se conviertan en una sola norma de vida. Lo que les propongo en esta plática hay que tomarlo con pinzas y de donde viene: de un hombre en la edad en se es demasiado viejo para ser joven y demasiado joven para ser viejo. Los treinta y tantos un hombre de una familia, la Guillén Vicente, que ha hecho de la palabra, del lenguaje, una forma de vida, una herramienta de trabajo, y, en no pocas ocasiones un arma de combate”.
EL OTRO REGRESO
Muchos años después, el 25 de noviembre del 2006, sepultada ya la identidad de Rafael Sebastián- el
subcomandante Marcos pisó Tampico. “Buenas noches Tampico, capital del mundo y sucursal del cielo”, dijo a los simpatizantes del zapatismo que llenaron la Plaza de la Libertad como parte de la llamada “Otra campaña” con la que el EZLN mostró su rechazo a todo el sistema político nacional, incluida la izquierda partidista representada entonces por Andrés Manuel López Obrador en el PRD. «No, nosotras, nosotros, zapatistas, NO nos sumamos a la campaña ‘por el bien de todos, primero los
huesos’”, dijo en aquel momento el subcomandante.
Además de la Plaza de la Libertad, estuvo en Altamira donde se reunió con obreros y pescadores. No hubo, aparte del salud elogioso para el puerto, mayores referencias de Marcos sobre un supuesto origen en el sur de Tamaulipas. Quienes charlaron con él en aquellos tiempos, lo recuerdan curioso de conocer los reclamos de los habitantes de la región, pero poco expresivo. En ese tiempo, todavía pesaban sobre él las órdenes de aprehensión giradas desde 1995. Desde aquella conferencia de prensa que cimbró al país, pasaron 21 años hasta que el juez federal Juan Marcos Dávila confirmó que ya habían prescrito todos los delitos por los que se le acusaba. Poco antes, en el 2014, en el comunicado en el que anunciaba su cambio de identidad a “subcomandante Galeano” Marcos volvió a referirse a Rafael: “La historia del tampiqueño nos dio aire, aunque el fraude posterior de la Paca de Lozano nos
hizo temer que la prensa de paga cuestionara también el “desenmascaramiento” de Marcos y descubriera que era un fraude más. Afortunadamente no fue así. Como ésa, los medios siguieron tragando otras ruedas de molino semejantes. Un tiempo después, el tampiqueño llegó a estas tierras. Junto con el subcomandante insurgente Moisés, hablamos con él. Le ofrecimos entonces dar un conferencia conjunta, así podría él librarse de la persecución, puesto que sería evidente que no eran Marcos y él la misma persona. No quiso. Vino a vivir acá. Salió algunas veces y su rostro puede encontrarse en las fotografías de los velorios de sus padres. Si quieren pueden entrevistarlo. Ahora vive en una comunidad, en…. Ah, no quiere que sepan dónde mero vive. No diremos nada más para que él, si así lo desea algún día, pueda contar la historia que vivió desde el 9 de febrero de 1995. Por nuestra parte sólo nos queda agradecerle que nos haya pasado datos que cada tanto usamos para alimentar la “certeza” de que el SupMarcos no es lo que es en realidad, es decir, una botarga o un holograma, sino un profesor universitario, originario del ahora doloroso Tamaulipas”.
En Tampico, sin embargo, pocos creen la versión divulgada por Marcos. A la distancia, ya casi nadie duda que el guerrillero que puso de cabeza al sistema político nacional, nació en el puerto.
POR MIGUEL DOMINGUEZ FLORES
EXPRESO/ LA RAZÓN