Don Patricio iba caminando penosamente rumbo a su casa, aún estaba como a tres cuadras de donde vivía, que por cierto quedaba frente a la mía. Iba despacio, con sus pasos cortos y casi arrastrando los pies, apoyándose en un bastón de esos con cuatro patas para afianzarse bien en el suelo. Vivía solo, había enviudado muy joven y de los dos hijos que tuvo, uno había muerto atropellado cuando aún era adolescente y el otro vivía en Canadá y casi nunca lo visitaba.
-Buenas tardes don Patricio. ¿Va para su casa?, súbase lo llevo. Le dije.
-¡Buenas tardes vecino! -me contesto con el gusto y alegría que le caracterizaban- no se preocupe, ya voy a llegar y además caminar me sirve de ejercicio, vengo de aquí nomás del super. Dijo como si no fuera mayor cosa.
Me dirigí a mi casa, dejé el coche afuera para no perder tiempo en meterlo y fui a encontrar a don Patricio. Me vio no sin sorpresa, y para justificarme porque había ido a encontrarlo le dije:
-Oiga se me paso invitarlo, ya ve que hoy es día último del año y vamos a hacer una cenita en casa nos gustaría mucho que nos acompañara. En ese momento me percaté que traía un raspón en la cara y el pantalón estaba roto, así que sin darle tiempo a responder le pregunté:
-¿Qué le paso don Patricio?, mire que raspón trae en la cara y el pantalón roto, ¿Se cayó?
-Mire Dios tiene sus designios, fui a comprar un pollito para cenar el día de hoy, y cuando iba saliendo del super unos muchachos me empujaron y se llevaron el pollo, pero no pasa nada, unos rasponcitos nada más.
-¿Cómo y lo dejaron sin su cena?, que tipos tan desgraciados -dije externándole mi enojo.
-No vecino, no diga eso. Seguramente a ellos les hacía más falta que a mí.
Yo respondí con un movimiento de cabeza mostrando mi desaprobación y reiteré mi invitación:
-Bueno, con mayor razón, hoy se viene a cenar con nosotros. Será nuestro invitado especial.
-Me da mucha pena vecino -me respondió- pero hoy viene mi hermano a cenar conmigo, se fue a un lugar muy lejos y hace mucho que no lo veo -me explicó- pero de cualquier manera le agradezco.
-Oiga, pero si le robaron el pollo ¿Qué van a cenar? Venga con su hermano a cenar y esperar el nuevo año con nosotros. Dije invitándolo nuevamente.
-No se preocupe, mire, allí tengo unas papitas que hice ayer y me quedaron muy ricas, hago unos frijoles refritos y vamos a cenar de rechupete. Además, como le dije, mi hermano va a estar conmigo y tenemos tanto que platicar que lo mejor es hacerlo estando
solitos. Este va a ser uno de los mejores fines de año que voy a pasar, si no que el mejor estando con él.
Sus palabras me enternecieron y llenaron de profunda tristeza, pero el gusto que tenía por estar con su hermano a la llegada del nuevo año era tan grande que supe que rompería su ilusión si lo obligaba a estar con nosotros esta noche.
El señor estaba pensionado, pero durante los cuarenta años que había trabajado sus patrones lo habían registrado con el sueldo mínimo, por lo que la pequeña pensión apenas le alcanzaba para sobrevivir. Habíamos llegado a su casa y me despedí de él. Abrió la puerta de su casa y se introdujo en ella.
Yo también entre en mi casa busque a mi mujer que estaba en la cocina revisando lo que habíamos comprado para la cena.
-Ya esta todo -me dijo- hay suficiente, no quiero que estemos limitándonos en las porciones y pedí bastante. Su rostro reflejaba la satisfacción de que había hecho lo necesario para que la cena fuera un acontecimiento familiar. Le comenté lo que le había pasado al vecino, y sin titubear tomo unos recipientes y allí sirvió de todos los platillos que había comprado, así como pan.
– Ten llévale, me dijo. No es justo que por unos delincuentes don Patricio no tenga una cena de fin de año decente.
Le lleve la comida al vecino, me miró sorprendido y me invitó a pasar a su casa. La casa olía a limpio y aunque los muebles ya mostraban el desgaste de su uso por muchos años, también se veían limpios y cómodos. En el interior sorprendentemente había mucha luz, las ventanas eran amplias y bien localizadas para permitir la entrada de los rayos del sol.
Don Patricio se llevó las viandas a la cocina y regresó con un pedazo de pan.
-Lo hornee yo -me dijo orgulloso- ande lléveselo para que lo prueben.
-Con mucho gusto don Patricio, y que tenga un feliz año. Le dije dándole un abrazo.
-Indudablemente, lo voy a tener.
Al otro día alguien tocó a la puerta, al abrir me encontré a la señora que le hacia el aseo a don Patricio, estaba turbada y llorosa. Me pidió que la acompañara y fuimos a la casa del señor. En el camino me dijo que le había pedido que a pesar de ser festivo fuera a ayudarle con la limpieza.
-Y lo encontré así.
Don Patricio yacía con un semblante de placidez mientras sostenía la fotografía de un hombre en su mano.
-Era su hermano -dijo la señora- murió hace treinta años.
POR FRANCISCO DE ASÍS