Cada personaje- como parte de esta novela cotidiana y callejera- libera un pensamiento propio que lo hace diferente al resto de mortales que lo encuentran. La calle en sí misma contiene lo necesario para divagar en el humo espeso de las ideas y locuras, o la crítica a lo establecido por otros.
Es el pensamiento el que más se ejercita mientras caminamos, pues hace viajes largos y no se da tiempo para descansar en la esquina ante el paso intempestivo de los carros, ni podría sentarse en una banca con los ojos en blanco, la boca tapada con silencio, ni los oídos sin el rispido sudor del ruido.
Es también, que aún pensando lo mismo, cada uno lo hace en su propio lenguaje. Cada escucha, de existir, entendería diversos puntos de vista, variaciones del mismo tema. No cabe duda: por algo dicen que cada cabeza es un mundo.
Nadie desea perder el juego de la vida, de modo que el pensamiento toma posesión de la pelota y aborda el área enemiga repleta de jugadores a favor y en contra. El graderío es rechifla camuflada en aplausos.
Escondido en la mente el pensamiento es libre de decir lo que quiere y sin embargo su sueño estructura una probable salida para explicar cuál es su mundo y darle sentido a la vida. Busca entonces un sitio donde realizarse, donde equivocarse y hacer que las cosas de alguna manera cambien. Aún siendo en su contra procrastina a favor.
Abarcador, como es el pensamiento, es música, silencios imperceptibles, sinfonía única del pasado y del intrépido encuentro. Encontronazo y corriente que nos lleva, océano que sumerge, y espíritu elevado desde donde es fácil ver lo pequeños que somos.
Durante el sol el día va secando pequeños latidos, humedades del pensamiento de la noche, se registra un intervalo, luego la claridad desnuda la ciudad y en la ciudadanía danzamos e imaginamos. La fantasía es un vuelo profano y distante del cuerpo, es un hueco en el hueco como si fuésemos uno de nosotros. A veces pensar nos despersonaliza gacho.
Surge entonces un movimiento y la vista se dirige al placer, a complacer nuestros gustos e intereses. Uno entre todos piensa en el perro criollo tirado a la intemperie sin qué hacer, y en qué fue de él ayer, con este clima; y eso destapa un baúl inexplorado de posibilidades, el pensamiento gira, da vuelta y se detiene en otro objeto. Algo de mayor peso.
Todos cargamos un morral intangible en la cabeza. Abajo del sombrero hay memoria a secas y memoria contenida en los aparadores de la ilusión, hay imágenes que el pensamiento recrea y nunca existieron. Pensamiento erróneos incorregibles por el deseo vano, por el amor ciego y profano.
Con todo, el pensamiento es sublime pasajero. Un día bajaremos del microbús y quizás el pensamiento con sus locuras continúe el viaje. La posteridad en ocasiones remodela las ideas, las cambia con un retoque de moda, de mansedumbre y conveniencia. Hay quienes no fueron buenos y hoy, siglos después lo son, y al revés.
El ser humano en sus debilidades es mostrado en plena calle y a la mitad del foro, no puede evitar observar a los de su sexo opuesto aunque lo calle. Mira de reojo y piensa pensando en ello y aquello. La ilusión arroja serpentinas cuando algo nos gusta. El pensamiento va de un instante y suele durar días.
De repente nos descubrimos pensando en lo inimaginable en lo que jamás hubiésemos pensado, la fantasía es un juego de sombras en la realidad continua que no se detiene. Abstraidos en el pensamiento estamos al borde de un abismo hasta que aparece una palabra, una pregunta, una imagen, una persona que nos devuelve a la banqueta del municipio.
HASTA PRONTO
POR RIGOBERTO HERNÁNDEZ