Hemos sobrevivido al diluvio. Cupimos en el arca de Noe arrepegados los unos a los otros, mirándonos a los ojos, hemos empezado muchas veces de nuevo. Somos sobrevivientes del holocausto y del imperio romano. Luego de la inquisición y de las guerras, somos quienes quedamos.
Sobrevivimos a la mutación de cromagnón a homo sapiens, y quizás después en naves espaciales sobrevivamos al futuro del humo, al planeta, al robot o al Alien. Sólo quizás.
Para sobrevivir, víctimas del amor y el desamor, hemos de refugiarnos en el alcohol, huir de los Anexos, escapar del mismo alcohol, del cigarro y de unas muchas cervezas.
Luego de los años no entendemos por qué y para qué sobrevivimos y buscamos eternidad en una bolsa de sabritas, nada más efímero. Surrealismo urbano.
Sobrevivimos aquella vez que se nos cayó el jabón en los baños públicos. Asi también de las más crueles mentiras, y a lo que es peor, a las más puras verdades. De allí venimos, de esa tierra, somos arcoíris después de una tormenta.
Luego del recreo resultábamos triunfadores de la lucha libre al regresar a clases, otras veces fuimos goleados sin misericordia, sobrevivimos a la guerra de ovillos en cuarto año, a los mochilazos a la hora de salida, a la clase de matemáticas, a la incipiente novia de sexto que se perdió en el tiempo. Somos sobrevivientes de los primeros años.
Estamos de este lado porque sobrevivimos al Sarampión, tos ferina, poliomielitis, a las alergias, a los zancudos, al tétanos, al coco, a las caídas, a los coches fantasma, a las corretizas,
Sobrevivimos a ser comunes y a no serlo de ninguna manera. Somos diferentes y por eso peleamos. Pudimos haber nuerto por aburrimiento. Y sobrevivimos a los amigos sin tanto civismo pues hablan nuestro idioma.
El camino equivocado siempre nos dedica fanfarrias, sobrevivimos al antro, a la noche oscura más oscura de un cuarto, y aún así sobrevivimos al ciclón bajo el techo de lámina que terminó por desprenderse.
En la fragata de un café, frente a una mujer pude perder la vida con un poema, como ocurre siempre. Y aun así perseguía, mojadas las ideas, el amor único. Al otro lado del paisaje, con el viento que pasa pasa también la existencia.
Pero hemos sobrevivido a las críticas, al apasionamiento, a las acciones de otros y de nosotros. Hemos sobrevivido a todo, y eso aún no es nada. Hemos hablado bastante, mas por la boca no ha muerto el pez.
No hubiésemos sobrevivido si las hormigas nos hubieran atacado. Qué bueno que el hubiera no existe en este caso. Tampoco se pusieron de acuerdo todos los animales porque nos hubieran extinguido. Sobrevivimos al canibalismo de nosotros mismos.
Sobrevivimos a la otra acera, a la sospecha, al robo constante y mínimo de otras miradas. De todas las conjeturas, de las falsas teorías, y de los alucines, sobrevivimos muy a penas y descalzos al biznes.
Sobrevivimos a Kafka con la impresión de habernos convertido en escarabajos, pronto hemos salido del libro y pasamos a otro plano delante de un espejo. Somos, y no hemos podido dejar de ser. No nos lo permitimos.
En los rincones y en los lugares amplios está lo que hoy escribo, el piso que pisé, las paredes que me oyeron, la cerca bajita, un perro legendario, la guarida del silencio del patio, el viaje que no se hizo, el rumor de otros habitantes, y todo aquello que no sobrevivió.
Traemos un país, un pasado, un lugar, una hora fija, unos lentes, el cuaderno, la tablet, el celular, el lonche, camisa y pantalón, zapatos o huaraches, calzón y calcetines, hay que pensar en eso antes de levantarse. Con eso salimos bien armados para dar pelea y seguirle la corriente al profe.
HASTA PRONTO
POR RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA