CD. VICTORIA, TAM.- Este prototipo urbano de líneas cruzadas se ha ido diluyendo abandonando el espacio de una poética de la solidaridad y el intercambio social. El barrio, nos conduce a una área marginal de la ciudad, pero no lo es así, el barrio es el contenido del corazón de una ciudad.
El tango, expresa ese sentido elocuente y poético del barrio, así como las canciones ciudadanas de Chava Flores, “ de a que le tiras cuando sueñas mexicano”, o el barrio amoroso de Carlos Gardel, y el romanticismo de caramelo y machista de Pedro Infante y las letras de regocijo del ser mexicano de José Alfredo Jiménez, que son el himno nacional a todo dar.
Sin duda somos el país de romanticismos y tragedias por naturaleza, nuestras canciones expresan la tristeza, la nostalgia, en donde todos somos perdedores. Encanto de nuestro Roberto Cantoral y de Cuco Sanchez enlazan la cultura memoria de nuestros padres y nosotros, olvidados por la chaviza de hoy.
Gestos repititivos, imitación degradada del arte de las grandes ciudades, sin ofrecer alternativas de arte y cultura ligadas a raíces y tonos de otros mundos.
La información “no informada”, retuerce la belleza de la información de nuestros días, Pero no todo está en el celular sino estamos parados en el sentimiento social.
El barrio es figura significativa en la vida de nuestras ciudades, nuestra defensa, el lugar de las ocasiones y la amistad duradera. El noviazgo, los primeros besos, los juegos de niñez y juventud, se tejen en la memoria de los corazones y el amor por los lugares, el café, el sitio de juegos, el mobiliario público para el relajamiento, el lugar de encuentro en fin.
La ciudad crece y se desdibuja hacia la periferia donde los grandes establecimientos comerciales crean cotos de poder, apropiándose de la mejor iluminación y la limpieza de la ciudad.
Esta concentración crea nuevos problemas de vialidad donde el automóvil es lel símbolo del triunfo del poder urbano. Se voltea sin el minino recato, sin una sola condición de vialidad.
La señalética es agarre el camino que más le convenga. El enjambre de motocicletas, sin rutas fijas crean la otra maraña urbana incontenible. El ciclista, el peatón busca recuperar su espacio vital.
La señalética ha sido anulada ante el desarrollo de locura de la ciudad, donde lentamente se esfuma el sentimiento ciudadano de querencia. El crucigrama orientado de oriente a poniente, de sur a norte se desfigura al grado que resulta imposible acceder a la ciudad, los bloques urbanos, los artificios de los fraccionamientos crean las células madre para nuevos problemas urbanos de seguridad y manteamiento público. la ciudad ha crecido con bastiones de intereses políticos más que funcionalidad social.
Se olvidan de banquetas, luminarias, y los pozos petróleos urbanos por todos lados son los proveedores para mecánicos y refaccionarias, donde los amortiguadores rotos alimentan el desencanto social. Se desborda la vialidad, que como decían nuestros abuelos “entran como Juan por su casa”. La ciudad de los Buenos Días, las Buena Tardes, las Buenas Noches, ha desaparecido.
Somos habitantes en el paraíso del celular, que ya no reconocemos al vecino solo en el set de las cámaras que vigilan pero no miran la perdida de la convivencia y espíritu ciudadano. Hace algunos días fue invitado a una reunión al Programa Estatal sobre Desarrollo Sustentable, por parte de la Secretaria de Desarrollo Urbano y Medio ambiente. Sin duda necesario, pero adoleciendo de direcciones en una convocatoria que logre conjuntar opiniones de la gente de nuestras ciudades en todas sus ramificaciones.
No están allí la gente que traza y emociona a la ciudad, sus artistas, sus arquitectos, la gente de calle, y las organizaciones que pugnan por una ciudad abierta al buen vivir. La convivencia con nuestra naturaleza y paisaje urbano. Dice Xavier Rubert de Ventos en su precioso texto de Ensayos sobre el Desorden; “El moderno tejido urbano, por el contario es un marco para el consumo, no para la relación: para la transformación incluso de esta relación en bien del consumo.” Nuestra “naturaleza” de ladrillo y adobe se ha olvidado, el retorno al bosque, al canto de los pájaros, es espacio idílico recuperable. Una guía urbana de sitios de atracción de arte popular, de la cultura interesante de los tianguis, de verdad hay un colorido de encuentros con una cultura popular extraordinaria. Recuperar el espacio del barrio, como sitio de frecuencia solidaria, es una tarea necesaria para recuperar una parte de la ciudad perdida en su arquitectura, en los sentimientos de la gente que le dio vida.
Recuperar la voz popular, retomar el saludo de los buenos y la bendición de Dios que enmarca el cariño por la ciudad y ls ciudadanos. Volver al color de la ciudad y la alegría que contamina, el 17 Alameda, es una propuesta antigua, que disfrutamos desde que éramos niños.
Aceleremos su limpieza y reforestación, barrios como el 16 Zaragoza es una muestra de la recuperación del orgullo ciudadano, belleza es también el aire puro, los árboles, el pintado de nuestras casas, el barrio define un viejo arfil ciudadano que tiende a perderse ante el regocijo de los fraccionamientos donde el encuentro social se queda en la tecnología de la diversión.
El barrio no es una opción romántica, es una razón de ser para el arte y la cultura encaminada a opciones creativas y alicientes, como pintura y fotografía de barrio, concurso de canto y música la música del barrio está en nuestros corazones no como un romantíceme fugaz sino como una opción para la vitalidad y seguridad de nuestras ciudades. Ni existe una “mapalogia” que contribuya escapar de los laberintos urbanos de nuestro estado, que conduzca al paisaje, a los museos, a la cultura espontanea del “tianguismo” donde encontrado joyas de arte, a los sitios donde convergen las locuras de la ciudad.
La ciudad, también es de los locos, el atavió urbano de la gente popular. Retornemos al canto urbano, la voz viva que enaltece y dignifica al ciudadano, al ciudadano común que corresponde a la belleza humana.
POR ALEJANDRO ROSALES LUGO