Está por cumplirse un mes del inicio de las campañas federales; dentro de tres días se habrá rebasado el primer tercio del periodo autorizado para que las candidatas a la Presidencia hagan proselitismo.
Y la percepción entre buena parte del electorado es que poco o nada han cambiado las preferencias ciudadanas.
Así lo indican la gran mayoría de las encuestas: la amplia diferencia entre Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez apenas se habrá reducido unos cuantos puntos, pero nada demasiado significativo.
Flota en el ambiente político la percepción de que la campaña de la coalición Fuerza y Corazón por México no ha terminado de despegar, porque la consumen las contradicciones políticas.
Mientras en la alianza oficialista la oferta es muy clara, la continuidad del proyecto de gobierno de Andrés Manuel López Obrador, la propuesta de la candidata opositora resulta confusa, y no es para menos.
A Xóchitl se le ha encomendado la difícil tarea de convencer a la población de volver a votar por el PRI y por el PAN, los dos partidos con más negativos del espectro político mexicano.
El cambio urgente que ofrece la coalición es, en cualquiera de sus formas, un regreso a los gobiernos que sumieron al país en graves crisis económicas y de seguridad.
Qué difícil debe ser para la candidata sortear las contradicciones ideológicas con sus impulsores.
Va un ejemplo: la semana pasada, la Cámara de Diputados aprobó la prohibición de las mal llamadas terapias de conversión que se aplican para intentar “curar” a personas homosexuales, y que en muchos de los casos devienen en auténticas prácticas de tortura.
Los legisladores panistas -todos- votaron en contra de la iniciativa, lo que desató la justa indignación de los colectivos LGBT, algunos de los cuales han mostrado cercanía con el proyecto de Xóchitl.
La tormenta política fue tal que la candidata tuvo que salir a pronunciarse en contra de la postura panista, que incluyó hartos mensajes de odio pronunciados desde la tribuna legislativa.
Todo eso, al tiempo que las dirigencias nacionales del PRI y del PAN regatean los recursos económicos que deben aportar a la campaña presidencial, limitando la promoción de su candidata en todo el país.
Mientras la oposición se pierde cada día más en ese laberinto, la campaña de Claudia Sheinbaum avanza en piloto automático siguiendo el manual al pie de la letra.
La ventaja que reflejan las encuestas, y los altos niveles de popularidad que mantiene el presidente le permiten a la candidata de la 4T caminar con bajo perfil, sin exponerse de más.
Acudirá al primer informe presidencial para cumplir con la ley, pero nadie debería esperar un espectáculo.
Como los equipos que regresan a casa con un marcador abultado a su favor, en lo que resta de la campaña va a cuidar el resultado. La diferencia a su favor, pero sobre todo la debilidad de su oponente, se lo permiten.
POR MIGUEL DOMÍNGUEZ FLORES