Las “fake news” son el arma principal de la guerra sucia electoral.
En tiempos políticos como los que vivimos, se multiplican en redes sociales las páginas que difunden información falsa para intentar socavar la imagen de los adversarios.
Los difusores originales están plenamente conscientes de la invalidez de sus contenidos, pero hay un segundo nivel en el que la información se comparte -de buena fue, se supone- pensando que es real.
El objetivo entonces se considera cumplido, aunque valdría la pena evaluar la efectividad de este tipo de campañas negativas en un país con índices de impunidad tan altos, en los que la realidad suele rebasar a la ficción.
Pero esta guerra de chismes, acusaciones e insultos en las plataformas digitales durante las campañas políticas dan pie a otros efectos, muy presentes en la actual coyuntura nacional.
Desde hace al menos una década, los estudios sobre nuestros consumos culturales han advertido de la formación de cámaras de ecos en las redes sociales.
Se trata del también llamado sesgo de confirmación que lleva al usuario de cualquier plataforma a buscar solo los contenidos que confirmen sus creencias, que estén en sintonía con sus posturas políticas, y que validen sus opiniones.
El riesgo latente es precisamente el de permanecer encerrado en un sitio en el que solo se escucha la propia voz -como en una cámara de ecos-, sin posibilidad de atender ideas distintas.
Basta echar un vistazo a las redes sociales más politizadas como X. Ahí quienes simpatizan con uno u otro bando pueden pasar horas leyendo y “retuiteando” a miles de usuarios que tienen las palabras justas para expresar las creencias compartidas.
Puede ser una práctica muy gratificante, hasta aliviadora, pero el problema radica en perder de vista la verdadera dimensión de esas comunidades.
Y no solo pasa en el mundo digital. En la cotidianidad ocurre con frecuencia la confusión de creer que nuestros círculos sociales representan una muestra significativa de “la gente”.
En este error han incurrido sistemáticamente diversos sectores de la oposición que encuentran inexplicable el alto grado de popularidad del presidente López Obrador, si todas las personas que los rodean tienen una opinión negativa sobre su gestión.
Por eso, también les resulta difícil creer que Claudia Sheinbaum esté arriba en las encuestas, si todos sus cercanos, todos sus opinadores de cabecera, anuncian su voto para Xóchitl Gálvez.
Además de nuestra condición humana que genera por sí misma el llamado sesgo de confirmación, la naturaleza de las nuevas plataformas digitales apunta a reafirmarlo.
Los poderosos algoritmos de Tik Tok o de X están diseñadas para presentar, uno tras otro, contenidos afines a los gustos, los intereses y las opiniones de sus usuarios.
Es difícil escapar a este fenómeno de aislamiento, pero no imposible.
Afuera de las cámaras de eco, hay un país.
POR MIGUEL DOMINGUEZ FLORES