Hace días el partido Morena causó polémica por difundir en sus redes sociales una imagen de una camiseta de la muerte con una leyenda alusiva al presidente López Obrador, lo que provocó reacciones de la oposición. Comunicadores nacionales y hasta la propia candidata de oposición se indignaron con dicha publicación. Si bien estoy de acuerdo en que, si el partido Morena iba a compartir un meme, pudo haber utilizado uno más adhoc a la situación, lo que me llama mucho la atención es la manera en cómo los detractores del gobierno se escandalizaron vehementemente con un meme e hicieron un escándalo inmenso. Probablemente estas reacciones a cualquier acto o dicho que hagan los seguidores a la 4T, son por lo que cuando hay una queja con justa razón de posicionarse en contra, la mayoría de la gente simplemente no les cree y no tiene impacto mayor su queja.
Los memes, esos pequeños trozos de cultura digital que inundan nuestras redes sociales y conversaciones en línea, han ganado un lugar destacado en la sociedad contemporánea. Son más que simples imágenes o vídeos virales; son vehículos de expresión, humor y crítica social que reflejan los matices y la idiosincrasia de nuestra era digital.
En el tejido social de hoy, los memes actúan como un lenguaje común que trasciende barreras generacionales y culturales. Sin embargo, es precisamente esta omnipresencia la que puede resultar desconcertante para algunos adultos. Muchos se sienten alienados o incluso ofendidos por el fenómeno del meme, considerándolo trivial, absurdo o simplemente incomprensible.
Pero ¿por qué sucede esto? ¿Por qué muchos adultos a menudo se encuentran al margen del mundo del meme? La respuesta podría residir en la naturaleza misma de los memes y su contexto cultural. Los memes a menudo se basan en referencias compartidas, ya sea de la cultura pop, eventos actuales o experiencias comunes en línea. Como tal, aquellos que no están inmersos en estos mismos referentes pueden sentirse excluidos de la conversación.
Además, los memes suelen ser disruptivos y satíricos, desafiando las normas establecidas y cuestionando el status quo. Esto puede resultar perturbador para algunos adultos que están más arraigados en tradiciones y convenciones establecidas. En lugar de abrazar la irreverencia del meme, algunos pueden percibirlo como una amenaza a su propia autoridad o entendimiento del mundo.
Sin embargo, esta brecha generacional en la comprensión de los memes también puede ser una oportunidad para el diálogo intergeneracional y la reflexión. En lugar de descartar los memes como meras tonterías, podríamos verlos como un espejo de nuestra sociedad, revelando tanto nuestras preocupaciones como nuestras absurdidades.
Los memes son una forma de expresión democrática, donde cualquiera puede participar y contribuir. Desde críticas políticas hasta chistes internos de comunidades en línea, los memes reflejan la diversidad de voces y perspectivas en la era digital. Como tal, no deberíamos desestimarlos como algo trivial, sino más bien reconocer su poder como herramientas de comunicación y construcción de comunidad.
POR MARIO FLORES PEDRAZA